
Nacionalismo, campaña electoral y beneficio político
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Ya hemos mencionado en artículos anteriores que los temas más importantes de la campaña suelen partir de las audiencias, las preocupaciones de los votantes fundamentan el discurso. Por ejemplo, las cuestiones económicas y sociales son en tiempo de paz de las inquietudes dominantes del electorado. No obstante, existen situaciones más latentes o necesidades que no son detectadas a través de encuestas, y entonces se intenta arrojar luz sobre ellas para captar atención e interés.
Sabemos que el contexto es un elemento fundamental a tomar en cuenta en la retórica y la persuasión de una campaña electoral. Surgen temas específicos que rara vez pueden evitarse, como ahora tenemos con la situación dominico haitiana y el río Masacre.
La tajante medida de cerrar la frontera, por ejemplo, se cuestiona, muchos entienden que no fue acorde a la realidad y que es una estrategia para granjearse simpatías.
Por supuesto, este ambiente trae a la superficie de la campaña temas primordiales como la migración indiscriminada y la manera en que el empresariado y los militares corruptos han contribuido al trasiego de ilegales. Sin profundizar en este tema, bien son conocidas las ventajas económicas de ese éxodo hacia República Dominicana.
Entusiasmo nacionalista pretende despertar el Gobierno y para fortalecer el sentido de pertenencia y fraternidad, no duden que se establezcan dos bandos: buenos y malos dominicanos, patriotas y anti-patriotas, según se le apruebe o rechace en sus medidas respecto al canal.
Aunque pudiera haber contradicciones entre los hechos y el discurso, es sabido que esta retórica gubernamental en torno a la defensa de los intereses nacionales es conveniente en el terreno político. De esta manera, el Estado puede legitimarse como garante de los derechos que como país tenemos, y así el gobierno presumir que está comprometido con la satisfacción de las demandas de determinadas mayorías.
Incluso este papel del Estado como rector, conlleva ciertas prácticas paternalistas y de carácter asistencial, es una narrativa de él como salvaguarda, presentándose como protector de la dominicanidad. Ahora, se identifica en el exterior del país amenazas al «ser nacional», es decir, ante una posible frágil unidad nacional, se señalan individuos o situaciones como peligros que hay que enfrentar.
Además, se puede agregar al discurso dejar claro la aspiración de crear una sociedad donde los dominicanos (y no los extranjeros y especialmente los haitianos) tengan control de toda actividad económica, política o social que se presente en la frontera.
En esta arenga, se establece un cordón defensivo para proteger a los dominicanos, se utilizan argumentos más emocionales que racionales, presentando una actitud hasta cierto punto subjetiva.
Definitivamente, la idea de nación como estrategia de movilización popular y como origen de legitimidad política tiene resultados, unos beneficios políticos temporales.
Habrá que esperar a ver si el fervor popular trasciende más allá de la coyuntura, o si pasa a ser sólo un episodio contemporáneo.
Agitar el nacionalismo como discurso para obtener ventaja en las elecciones y entrar en el juego del político patriota a veces no pasa de ser populismo básico.
Por otro lado, también el tema puede ser adoptado por la oposición vendiendo la imagen de una República Dominicana que le falló a los dominicanos, un país que necesita ser rescatado para devolver a sus ciudadanos lo que por derecho les pertenece.
Rozar los extremos y embriagarse de nacionalismo, puede llevar a muchos dominicanos a apoyar medidas distantes de la dignidad humana. Ojo con lo que desde el gobierno o fuera de él se promueve; el efecto a largo plazo puede ser devastador.