
El objetivo que no es ganar
Comparte Este Artículo
Sí, los equipos políticos de ciertos candidatos saben muy bien que el objetivo no es ganar, al menos en este momento, persiguen dar a conocer a la persona, dejar en el imaginario de la gente su nombre y rostro, sumar simpatizantes poco a poco, ir influyendo con opiniones y gestiones en torno a las principales necesidades sociales, e iniciar con buen ruido la campaña para las elecciones siguientes (2028 en República Dominicana).
Teniendo varios objetivos, en ocasiones la victoria consiste en alcanzar el mayor de ellos posibles, el cual no es coincidente con lograr el primer puesto. Por ejemplo, obtener un 5% de votos populares puede ser una nimiedad para un desconocedor de la política, pero es tremenda meta, y más si se trata de un partido pequeño, en el que ese alcance sería su llave para conseguir fondos públicos. Dicho primer gran salto le facilita un poco el camino por recorrer en los comicios sucesivos.
En efecto, bien el fin puede ser posicionarse y fortalecer la propia imagen o contribuir a mejorar la del partido, mediante un discurso (mensajes y acciones) coherente, que genere confianza, credibilidad y capacidad para gobernar, o volver a gobernar. En otras ocasiones, se busca movilizar a los dirigentes y simpatizantes que pudieran estar rezagados, de manera que se incentiven y engrasen la maquinaria partidista, con vínculos emocionales que a su vez muevan al electorado. En cuanto a lo congresual, por citar un caso, la conquista a lograr puede ser una curul o unas más que tal o cual partido, se trata de ir creciendo de manera paulatina, ir saliendo del anonimato.
Por otro lado, los pactos postelectorales muchas veces surgen del resultado de un buen porcentaje de votos que da un asiento en la mesa de negociaciones. Llegar a ser parte de tal o cual coalición puede ser el objetivo máximo y, según las circunstancias electorales, así se asegura participación en el gobierno y puestos para los que hicieron posible llegar ahí, no sólo como premio por lo hecho, sino como garantía de compromiso de trabajo en el futuro.
Ser segundo, pero quedar por delante de otras propuestas con más recursos humanos y económicos, también supone un éxito para cualquier aspirante. A partir de ahí se le mira «con otros ojos», granjeándose notoriedad, respeto y consideración, con los que no contaba antes.
No quedar en primer lugar puede ser asumido con liderazgo, sobre todo tratándose de un partido que encabezaría las fuerzas opositoras, cuyo papel bien desempeñado le llevaría al puesto principal más tarde.
Ahora bien, siempre se exhorta para manifestarse en público totalmente convencido de que se ganarán las elecciones. Sin dudas, a la gente le gusta estar cerca de ganadores y un equipo mantiene el entusiasmo y empeño en trabajar cuando tiene su mirada puesta en la victoria, y lo que de ella adquirirá. «No se le debe bajar ni un chin», diría una amiga. Proyectar energía, apoyo masivo y seguridad del triunfo influye de modo positivo a lo interno y externo de la organización política.
Por lo antes expuesto, es vital definir de forma precisa los objetivos, y siempre con los pies en la tierra. Tirarle piedras a la luna hace descuidar lo que está en el próximo mosaico y se pierde el doble. Y, como decía mi abuela, «quien no sabe para dónde va, ya llegó», hay que definir lo que se quiere, ir tras una meta alcanzable y no parar hasta conseguirla. Todo con estrategia, eso sí.