
La culpa
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La pregunta de rigor sería ¿de quiénes o quién es la culpa de tantas situaciones que se han ido recrudeciendo en la sociedad actual? Las respuestas pueden ser variopintas, dependiendo del cristal que usted use para analizar cada gobierno, cada situación. Además, de que la culpa puede recaer sin problemas sobre las cabezas de muchos actores políticos que pasaron los años de gestión mirando hacia otro lado. Sin resolver la herencia problemática recibida pero tampoco preocupados por el legado al retirarse.
Si hacemos un ejercicio de conciencia y nos ponemos a señalar «culpables» del deterioro de lo que antes era una remanso de paz en el país como la seguridad ciudadana, por citar un solo ejemplo, nos falta papel para señalar a muchos culpables de que ese «remanso» ya no existe, se esfumó con los años, con el crecimiento de la población, con la miseria en el que muchos viven, con una falta de planificación en la educación pública y una corrupción que carcome los cimientos del Estado, en el que esos recursos robados del erario, se van a bolsillos privados y no fueron invertidos en desarrollo, adecuación e inversión de servicios sociales para la gran mayoría de la población del país.
Muchos de los adolescentes, no todos (para delinquir, asesinar y robar no hay edad) de estratos bajos en la sociedad no sienten aliciente de superación, crecen en su mayoría sin ejemplos porque son descendientes de personas que también tuvieron que salir a «buscarse» la vida de manera honrada en diversos oficios, o haciendo cualquier tipo de actividad no licita para subsistir. Los jóvenes que uno observa subidos en un motor en las calles y avenidas del país, que no andan en nada bueno, la mayoría convertidos ya en ladrones, asesinos, atracadores, en el año 2000 eran bebés pequeños.
Entonces uno se pregunta ¿qué vivió ese bebé, ese infante en estos 22 años, que educación recibió, quiénes lo educaron, fue a la escuela, abandonó los estudios, no trabaja? Un sinnúmero de preguntas se agolpan en la cabeza cuando usted lee noticias de violencia, de robo, atracos a manos de prácticamente niños. Y esto lamentablemente sucede en muchos países de la región y de otras latitudes donde la miseria juega un papel fundamental en el poco o lento desarrollo de una sociedad y en el que también la corrupción aupada y fomentada por quienes tienen el deber de ejecutar y mejorar los servicios públicos se llevan a sus paraísos fortunas ingentes que debieron ser invertidas en esos lugares.
En ese sentido, y haciendo uso de cierto lema político, no es verdad que «corregir lo que está mal, continuar lo que está bien y hacer lo que nunca se hizo» ha sido el norte de ninguno de los que han pasado por el Palacio Nacional hasta ahora. Obvio, que no somos los mismos del gobierno de Jorge Blanco, de los años de gobierno de Balaguer (luego de los 12 años) y luego de la primera gestión de Leonel, pero es que, aunque la ciudad ya no es la misma, la población se ha quintuplicado, los gobiernos continúan siendo esa banda de inoperantes que solo apuesta a obras de infraestructuras cargadas también de amaños, sobornos y corrupción y no a la esencia de una sociedad: su gente, infancia y juventud.
La situación de la violencia e inseguridad ciudadana, la falta de planificación en este aspecto y unas autoridades actuales que lucen pérdidas debido a la masificación de actos delincuenciales nos tiene a todos muy preocupados. Los medios y redes cada día se llenan de alarmantes vídeos de violencia. Por cierto, la última medida de la Policía de no «vender alcohol» después de la media noche, cuando no solo el alcohol incide en estas malvadas conductas, no sé qué resultados arrojará. Obvio, la delincuencia es un factor que no desaparecerá en ninguna sociedad, pero hacer lo posible por disminuir su incidencia es tarea de las autoridades.