
Imagen atractiva y conquista político-electoral
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Incluso cuando es criticada y considerada como una apariencia enmascarada, la imagen política es un elemento de inconmensurable trascendencia y debe trabajarse día a día, aun cuando la deseada es lograda, nuevos retos se asignan siempre.
Diversas variables son contempladas a la hora de proyectar una imagen atractiva, interesante y sugestiva a los electores. Entre ellas la apariencia física, las formas de vestir, la vida privada (datos autobiográficos y familiares), el lenguaje coloquial y el carisma. En la actualidad se destacan estas tres principales:
Atractivo físico y vestimenta adecuada
Muy aparte de la belleza innata, lo que es una apreciación de cada quien y por ende subjetiva, gracias a la indumentaria idónea un político puede incluso «hablar» de su función, de sus deseos y actitudes y, regularmente, las personas creen en lo que ven, aunque se les diga lo contrario. Por tal motivo, este elemento de la imagen es un instrumento poderoso que puede actuar a favor o en contra.
Vestir bien atrae y, a pesar de que los políticos no son artistas del espectáculo, lo cierto es que sus diseños y tendencias logran que muchos quieran seguirles; se convierten en influencers y se desarrolla incluso un tipo de fanatismo. Esta es una de esas oportunidades que los inmersos en la política aprovechan para llamar la atención, sin embargo, no deben llegar a la suntuosidad ya que conseguirían un efecto negativo.
Además, es un recurso que puede usarse en caso de no ser un buen orador. Cuanto más inarticulada es una persona verbalmente, más importantes son las manifestaciones que hacen sus ropas.
Personalidad:
En la campaña electoral, el candidato da a conocer sus puntos fuertes y procura minimizar la muestra de los débiles. Adaptar su personalidad a lo que espera la ciudadanía no es tarea fácil, dado que hay quienes incluso asocian la imagen del político con el programa que presenta, evaluando la congruencia entre ambos elementos.
Cualidades como honestidad, competencia, integridad, capacidad de liderazgo y energía suelen ser asociadas a un político con prestancia y preferencia entre sus iguales.
El candidato trata de demostrar que su personalidad es la que más se adapta a la ideal para el puesto al que aspira, o al menos que es mejor que su oponente, esto incluye develar rasgos de su vida familiar y profesional.
Y no sólo de ellos, sino también de los portavoces, de las figuras públicas que les apoyan y toda persona que intervenga de uno u otro modo en la promoción del candidato. ¡Ojo con toda persona que el aspirante tenga a su alrededor durante su vida política y más aún, en campaña electoral!
Desde hace décadas es notable que incluso los partidos aprovechan al máximo a personas con alto prestigio, entendiendo que serán candidatos irresistibles que podrán arrastrar el voto popular.
Es preciso aclarar que la imagen no sólo depende del candidato, funcionario o partido, ya que es una combinación entre lo que él intenta proyectar y lo que los ciudadanos realmente perciben, a partir incluso de sus experiencias, de lo que saben del político y de la información que reciben de los medios de comunicación.
Experiencia
Ciertamente una de las formas más persuasivas que tiene el político es enlazar sus aspiraciones con la experiencia que ya tiene en la vida pública, como funcionario, por ejemplo, puesto que reduce la incertidumbre de los votantes sobre su capacidad para ejercer el cargo.
La estrategia de transmitir experiencia es un arma de doble filo. Su efectividad viene dada por lo positivo o negativo que sea el juicio de valor que hacen los votantes respecto al quehacer pasado de ese candidato.
Suele ser bastante común estimar el grado de credibilidad de los candidatos y los partidos sobre la base de sus desempeños anteriores, aún más cuando hayan manejado el erario.
Si por ejemplo ambos contendientes son jóvenes, entonces procuran llevar la evaluación electoral al ámbito de la experiencia, ya que se ponderan las aptitudes y la efectividad de la puesta en acción.