Nicaragua
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Recientemente, en el periódico El País, de España, fue publicado un amplio reportaje con relación a la represión en el que vive sumido ese país centroamericano desde hace largos años en manos de la demencial y dictatorial pareja Daniel Ortega y Rosario Murillo, los dueños de Nicaragua. Dicho reportaje no fue firmado por el o la periodista que lo escribió por asuntos de seguridad. Así de grave y peligrosa están la libertad de expresión en esa nación. La tierra del extinto e inolvidable poeta, escritor y periodista Rubén Darío.
Dicha pareja domina con mano de hierro, a su antojo y sus necedades el país centroamericano por tercera vez desde el año 2017, por el otrora Frente Sandinista de Liberación Nacional. Aquel movimiento que en su momento fue esencial y hoy es pantomima, dictadura y represión. Ellos, esos demonios, han aplastado la oposición y pisoteado a todos aquellos nicaragüenses en el exilio.
En ese reportaje estremecedor dice la periodista: «Nicaragua es un país dominado por el miedo, un país tomado por un Estado policial, un país en el que incluso agitar el azul y blanco de la bandera puede ser visto como un delito, al igual que decir misa en una iglesia rural o celebrar el triunfo de una reina de la belleza. Las expulsiones, la prohibición de regresar, las penas de cárcel, las confiscaciones, el hostigamiento, las amenazas y, en cientos de casos, la pérdida de la nacionalidad son castigos habituales bajo un régimen, impuesto por Daniel Ortega y Rosario Murillo, que no tolera ningún atisbo de disenso».
«Es por ello que, como periodista, escribo bajo la condición de anonimato. Este artículo compone un fresco de esas catacumbas que habitan los que se oponen al régimen. Las fuentes consultadas son periodistas, religiosos católicos, ex integrantes de partidos políticos o miembros activos de movimientos surgidos a raíz de la rebelión. Son ciudadanos que piden ser citados con seudónimos para protegerse a sí mismos y a sus familias. Sus testimonios muestran a una oposición interna desarticulada, inactiva, y sobre todo temerosa, incluso después de haber huido del país».
Lucy, de poco más de 50 años, no va al cine desde hace cinco años por temor a lo que le pueda pasar en un lugar público. Es periodista y crítica con el Gobierno, un cóctel prohibido. Incluso algo tan sencillo y aparentemente de menor importancia le resulta «doloroso». Ir a ver películas era su pasatiempo favorito antes de las protestas de 2018, cuando estuvo involucrada en varios movimientos opositores activos en las marchas contra el sandinismo. Después, participó en los comités de ayuda a los familiares de los asesinados, los heridos y de los presos políticos.
«Dios me libre de decir que soy periodista», relata, como si serlo fuera un delito. Los periodistas que permanecemos en Nicaragua somos pocos y tomamos medidas similares a las que ha tomado ella: no publicar en redes sociales ni en grupos de wasap nada relacionado con el Gobierno de Ortega ni asistir a reuniones con otros colegas o gremios críticos que aún quedan en el país. El último informe de la Fundación por la Libertad de Expresión y Democracia, publicado en octubre de 2023, reveló que al menos 222 periodistas han sido forzados a exiliarse debido al acoso y la represión.
De hecho, el 3 de mayo pasado, la policía ejecutó una cacería masiva de opositores. Decenas de oficiales se desplegaron por 13 de los 15 departamentos y dos regiones autónomas de Nicaragua en redadas simultáneas un poco antes de las seis de la tarde. En cuestión de horas, capturaron a 57 ciudadanos. Fueron llevados de inmediato a Managua para acusarlos en sesiones secretas. En las 12 horas en las que estuvieron detenidos fueron interrogados. A primera hora de la mañana, los devolvieron a sus domicilios con la condición de presentarse periódicamente ante las autoridades policiales. Cada cierto tiempo firman un documento que hace constar que se encuentran en Nicaragua, bajo control.