Anarquía
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Y así inicia un año en Ecuador cargado de anarquía, violencia y un país que vive bajo una calma tensa envueltos en un «estado de sitio» declarado por el presidente Daniel Noboa en respuesta al desmadre que han estado ejecutando las bandas criminales en un país que antes era un remanso de paz. Bandas que iniciaron su desorden y matanza en las cárceles. No fue la primera vez. Recordemos los motines infernales que se produjeron hace unos años en esas mismas cárceles.
Las bandas ecuatorianas, dedicadas al tráfico de droga en alianza con los cárteles mexicanos, ejercían hasta ahora el dominio de las prisiones, es más, desde su interior, donde hasta hace poco permanecían recluidos sus principales cabecillas, manejan la organización, como si de un puesto de mando se tratase. Algunos sucesos dan a entender que este control de los penales puede no ser tan efectivo como se supone. De la cárcel de Esmeraldas, situada en una región del mismo nombre cooptada absolutamente por el crimen organizado, se fugaron 48 reos. Dos murieron durante una persecución. La madrugada del domingo otros seis se evadieron de la penitenciaria del Litoral, en Guayaquil, cuando se supone que las autoridades ya habían retomado el control.
La ola de violencia que comenzó hace ocho días con la fuga de dos de los cabecillas más importantes del país, la de José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, el líder de Los Choneros, considerado el criminal más peligroso de Ecuador, y la de Fabricio Colón Pico, miembro de Los Lobos. Se sucedió una cadena de ataques y atentados con la que el crimen organizado intentaba doblegar a las autoridades. El asunto fue a más: unos encapuchados asaltaron en directo la cadena pública TC Televisión, amenazando a los periodistas con pistolas y dinamita. El propósito de esa acción resulta un misterio. La docena de asaltantes, jóvenes, casi unos niños, se rindió en cuanto la policía llegó al lugar, sin ofrecer resistencia.
El presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, declaró el conflicto armado interno, lo que supone la asunción de que hay una guerra al interior del país. Se ha establecido un toque de queda, de 11 de la noche a 5 de la mañana, y el ejército patrulla las calles. En este tiempo, según datos oficiales, hay más de 1.500 detenidos, entre ellos 158 acusados de «terrorismo». Noboa ha decretado que las pandillas sean vistas como tal, lo que agrava las penas y ofrece más margen a las autoridades para enfrentarlas. Además, se han producido 41 operaciones contra estos grupos, durante los cuales han muerto cinco presuntos delincuentes, y se ha liberado a 27 personas que permanecían secuestradas.
La Presidencia de la República, en un comunicado, aseguró que las operaciones seguirán en todo el territorio nacional «con un objetivo claro». «Ser implacables con quienes han atemorizado y se han aprovechado de la ciudadanía». Noboa tiene un reto enorme, el de frenar la deriva violenta que se ha apoderado del país en los últimos tres años. Hasta ahora, otros dos presidentes, Lenín Moreno y Guillermo Lasso, no lograron mucho. El país vive un deterioro de la seguridad. Solo el año pasado, la tasa de homicidios fue de 40 por cada 100,000 habitantes, una de las más altas del mundo. La excepción ecuatoriana se ha esfumado en un abrir y cerrar de ojos.
En muy poco tiempo, las bandas reciben por haber convertido el golfo de Guayaquil en el principal puerto de exportación de cocaína en el mundo, con su salida al océano Pacífico, las pandillas han logrado una preocupante infiltración en los principales poderes del Estado. Tienen a nómina a jueces, fiscales, policías, políticos y militares de alto rango. Controlan puertos, barrios, mercados. Noboa tiene que hacer frente a todo esto con un presupuesto muy limitado. Por eso, ha propuesto subir el IVA del 12 al 15%, para hacer frente a la escasez de policías y militares.