
Mediatización de la política partidista
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Hay una especial conexión entre la comunicación y la política. Esta última, como ciencia, es la que se encarga del estudio de las interacciones e intercambios que se dan entre el Estado y los ciudadanos y, la comunicación, como disciplina y como proceso de transmisión de información, es la que funge como conectora entre ambos. Pero más allá de esa facultad humana, propia de la comunicación, son los medios masivos los que facilitan el envío de mensajes y la retroalimentación.
La comunicación, y con ella todos los canales que utiliza, ya sean tradicionales o modernos, es hoy base fundamental del funcionamiento del sistema político democrático, basado en representar, participar, transparentar e informar; sobre todo de la democracia representativa.
Autores expresan que se vive en una sociedad en la que no se puede entender la política sin la actuación de los medios de comunicación. Eso se debe al poder que tienen éstos en la sociedad, convertidos en «los ojos» de los ciudadanos en el sentido de que muestran hechos que de otra forma ellos no llegarían a conocer.
Si un ciudadano lanza su candidatura para algún cargo público y no comienza la fase de planificación de la campaña brindando entrevistas a programas televisivos, a seguidas se oye decir «está frío» o «no escucho hablar de él».
En una campaña electoral, los medios de comunicación son como el timón de un barco, amén de quién esté conduciendo; sin esa guía (con base en una relación de triple beneficio) aunque esté planificado el destino, no se llega a puerto.
Los llamados «viejos» medios influyen decisivamente en las reglas del juego social. A partir de la gran masificación mediática que se experimenta hoy en día, la ciudadanía está compelida a tener conectores entre ella y los políticos, y así darle a los medios masivos de comunicación la legitimidad necesaria para desempeñar el papel de portavoces.
La fuerza e influencia social de los medios de comunicación es la razón de la gran dependencia que tienen los políticos, no sólo de los medios sino de los profesionales de la comunicación.
Desde que la imagen y el mercadeo político empezaron a ser instrumento básico de las luchas electorales, los modos tradicionales de comunicación política (disertaciones radiales, informaciones en noticiarios, mítines, caravanas, conferencias, reuniones, entre otros) quedaron relegados a un segundo plano.
No es que han desaparecido, sino que se complementan con los modernos. Todavía perduran las formas propagandísticas tradicionales en los países democráticos (panfletos, comunicados mediáticos, programas impresos y otras); no obstante, la mayoría de partidos políticos las han ido reemplazando o asociando a las novedosas técnicas cuyos fundamentos están en la imagen.
Se recuerda cómo existían grupos políticos que se reunían a estudiar ideologías, formas de pensamiento y acción en correspondencia con sus credos y que conllevaban cierto grado de obligatoriedad. Sólo conocían lo que sucedía en la organización partidista quienes estaban allí (generalmente esas congregaciones eran en la sede de los partidos); no trascendía lo acontecido en esas actividades en absoluto.
En la actualidad, es diferente; se perdió la educación casi obligatoria y la actitud crítica. Las actividades habituales han ido evolucionando conforme a la necesidad imperante de lograr trascendencia mediática. Lo que antes se hacía de modo cotidiano en cualquier área, para nada elaborada ni suntuosa, en el presente ya se programa con escenografías como para grabaciones de espacios televisivos. Estas actividades tradicionales se realizan pensando en que van a ser retransmitidas por la televisión y no en su impacto directo sobre los electores.
La capacidad de comunicación en la política se mide en dos niveles: el primero es el más tradicional, es el activismo de los integrantes de la organización; el segundo, y más actual, evalúa la capacidad en función del nivel de producción y distribución de mensajes que la organización sea capaz de realizar en los medios masivos de comunicación.
Cualquier funcionario público o aspirante a serlo debe contar en su planificación con la participación activa y positiva de los medios de comunicación. Su éxito está directamente relacionado con su destreza para comunicar de forma masiva. Amén de que muchos no tienen aptitudes para ello, es seguro que puede capacitarse. Si es a tiempo, mejor.