
Votante emocional Vs. votante racional
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Se ha intentado explicar la conducta de los votantes enfocando distintas variables, desde una inicial aproximación de orden sociológico a un acercamiento más psicológico, concluyendo con una serie de teorías que consideran el voto como una toma de decisión racional.
Desde ese proyecto pionero en el estudio de la conducta electoral de Lazarsfeld, Berelson y Gaudet se explicaba el acto de votar como uno social. Votar, concluían estos estudiosos en su investigación, es una experiencia grupal, resultado del impacto combinado de factores sociales: la clase, la renta o la canasta básica, la profesión, la religión, y el hábitat.
Precisamente esa influencia de grupo me conecta nueva vez con Noelle Neumann y su teoría de la espiral del silencio, la cual supone que la mayoría de personas temen al aislamiento y expresan sus opiniones solo después de tratar de identificar las ideas circundantes, para después adherirse a la opinión mayoritaria o consensuada.
Volviendo a los estudiosos de la Universidad de Columbia, es bueno aclarar que su investigación es anterior a la introducción del medio televisivo en las campañas electorales. Por otro lado, un segundo grupo de investigadores de la Universidad de Michigan (Campbell, Converse, Miller y Stokes) utilizó una perspectiva más individualista para la interpretación del acto de votar. Su tesis era que las actitudes, percepciones, valores y creencias de los individuos son los que determinan el voto, y entre ellos, de modo especial, la lealtad del partido.
Como dato curioso, es notorio que tanto los analistas de Colombia como los de Michigan concluyeron que las campañas políticas no tenían una influencia particularmente significativa en el voto. Sin embargo, los estudios de conducta electoral ulteriores ofrecieron una visión que asigna un papel más preponderante a la campaña y los niveles de persuasión que emanan de ella.
La tesis del elector racional discierne el voto como una toma de decisión, es decir, se considera que la conducta del votante no está determinada por su pertenencia grupos sociales o por sus actitudes previas. Los factores que, según este modelo, inciden en el voto son la posibilidad de elegir, la información, la incertidumbre y la forma en que los votantes relacionan su voto con el de los demás y con la labor del gobierno. Éste es entonces un enfoque en el que la comunicación y la información que proporcionan los medios y los candidatos durante la campaña tienen una mayor relevancia.
Se plantea que el votante reconoce su propio interés, valora las opciones en función de cuál favorece esa intención o necesidad, y vota por la alternativa mejor evaluada, consiguen la información que le es oportuna y la interpretan de forma racional.
En cuanto al voto emocional, sabemos que el miedo, la ira o la nostalgia pueden afectarnos más de lo pensado al momento de decidir a quién dar el voto. Está estudiado que además de las mencionadas, la esperanza o la indignación son emociones igualmente presentes de forma estructural en casi todo debate político.
No obstante, las explicaciones del voto racional no excluyen que haya variables emocionales que actúan sobre la decisión del voto. Lo que afirman es que lo que al votante le gusta o le disgusta se convierte en información para tomar la decisión de elegir.
Las teorías racionalistas, como los estudios de persuasión, se centran en la formación psicológica de los individuos para determinar qué justifica su actuación, aun recibiendo mensajes diversos y a menudo contradictorios.