
Don Picasso o Mr. Excusas, A.K.A. Luis Abinader
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En tiempos de crisis la creatividad, el sentido común y la audacia de un gobernante cuenta tanto como su capacidad y eficacia a la hora de afrontar los problemas. El cisne negro pandémico y la guerra Rusia-Ucrania se han convertido en los principales argumentos del gobierno para explicar los males que padece la sociedad dominicana durante los últimos dos años y cuarto.
Cuando un partido articula un proyecto electoral con la finalidad de acceder al poder, sus votantes suponen que se han preparado para gobernar o, en el menos venturoso de los casos, que tienen una noción mínima acerca de los desafíos que le esperan si consiguen el favor de la mayoría.
Cruzado el umbral de los dos años de la toma del poder por la coalición conformada entre Participación Ciudadana, un sector empresarial y el PRM, uno tiene la impresión de que, salvo el interés por la nómina pública o la apropiación de sectores económicos estratégicos, los ocupantes del gobierno están desbordados por la inflación, la criminalidad, la migración ilegal, la crisis haitiana, la falta de empleos, los apagones y el caos del transporte.
Ver a Abinader reclamar a la oposición que proponga medidas para enfrentar los problemas que él está en la obligación constitucional de solucionar, además de mover a risa, causa pena y preocupación acerca de la certidumbre de las manos en que mucha gente confió su presente y su futuro.
¿Tan poca fe tiene Abinader en sus ideas para gobernar que ante cada crítica opositora reacciona pidiéndole a otros que cumplan con el rol para el cual fue llevado al Palacio Nacional? ¿Será que las medidas que toma su gobierno no son el resultado de un estudio a fondo de los problemas y están orientadas únicamente a la búsqueda del aplauso tuitero? ¿O acaso el único plan que tienen los ocupantes de la administración pública es privilegiar intereses privados, aun a costa de la calidad de vida de la gente?
Si tomamos como ejemplo algunas medidas de la actual administración veremos que el oficialismo acusa un marcado déficit de creatividad y audacia o una excesiva malicia indígena.
Veamos por caso la propuesta de la tasa cero que, supuestamente, buscaba enfrentar la inflación: de los 67 productos a los cuales se eliminó aranceles, ya 54 estaban exentos por ser parte del DR-CAFTA ¿improvisación o el gobierno abulto la lista a propósito para justificar la importación masiva de pollos con la finalidad de favorecer sectores económicos afines?
Como era de esperarse, cuando culminó el tiempo de aplicación de la ley de marras, los precios de todos los alimentos tocados por la norma aumentaron en un rango oscilante entre el 17% y 46% por encima de su costo al momento de ser aprobada. No solo eso, al llegar a mitad del gobierno la República Dominicana pasó de producir el 85% de los alimentos que consumía en 2020, a apenas el 68%. La reversa también es un cambio.
¿Por qué Abinader, en vez de disponer dos mil millones de pesos para incentivar la inversión en clínicas privadas, no utilizó esos recursos para detener la ola inflacionaria a través del subsidio a la producción de alimentos para que lleguen a precios razonables a los consumidores?
La idea de los Corredores, pareciera ser un modelo acertado para llevar el transporte y tránsito urbano a otro nivel, sin embargo, al ver al gobierno con los pantalones a la altura de las rodillas ante el todopoderoso Juan Hubieres, nos hemos dado cuenta que ese proyecto ha sido desnaturalizado para entregar formalmente el sector a los responsables de sumirlo en el caos y el vandalismo.
¿Por qué Abinader no dispone el fortalecimiento de la OMSA a través de la concesión de sus rutas al sector privado, con un esquema de subsidio directo al pasaje de estudiantes, envejecientes, estableciendo un plan a diez años para sacar del sistema a los carros de concho y guaguas voladoras, pensionando a los choferes y abriendo un fondo de apoyo a emprendimiento en otras áreas de la economía?
El rosario de fallas, gazapos, errores, traspiés, pifias, fracasos y desaciertos, yerros, desatinos, deslices, descuidos, aberraciones, contrasentidos, desaguisados, despropósitos, entuertos, equivocaciones, patinazos, torpezas y tonterías cometidos por el presidente Abinader y su gobierno durante estos dos años y cuatro meses son tantos que en las imprentas del mundo faltaría tinta para enumerarlos de forma exhaustiva (gracias a Dios existe el mundo digital).
Mención aparte merecen los fiascos en seguridad, migración y electricidad, sectores en los cuales además de evidenciarse la incapacidad del oficialismo para gerenciarlos, también se revela la ausencia total de creatividad para articular medidas eficaces para solventar sus problemas.
Claro está, asumir este tipo de medidas requiere una altitud de miras, capacidad y buenas intenciones que al gobierno del cambio les son ajenas. Porque no ocupan el poder para buscar soluciones, sino para beneficiar a sus aliados, mientras buscan cualquier excusa que les ayude a evadir su real responsabilidad: gobernar para todos, aunque tengan que olvidarse de los suyos.
Pero no lo hacen y, mucho me temo, que tampoco saben cómo.