
Abinader y su doctrina del donut
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Las festividades navideñas alrededor del mundo están matizadas por las proyecciones poco halagüeñas de la economía global para el próximo año. La guerra Rusia-Ucrania, la recesión norteamericana y la crisis en los precios de los alimentos han generado una avalancha de informaciones servidas por lo medios acerca de sus características que llevan inquietud y desasosiego a muchos sectores que empiezan a temer lo peor para 2023.
Cuando ya estábamos superando la pandemia de la Covid 19, este 2022 nos trajo la guerra entre Rusia y Ucrania que, además de comprometer la paz del mundo, también tiene subyacente la amenaza nuclear con todas las terribles consecuencias en que puede derivar un conflicto con esas características.
A la par de abordar los desafios de la sociedad post pandémica, a los humanos de este tiempo también les toca dedicar importantes esfuerzos a asegurar la paz y fortalecer la democracia.
Para ello es necesario reforzar la lucha en favor de una mayor equidad económica y social, puesto que el primer paso para establecer una paz duradera es lograr que cada ser humano tenga garantizado la salud, la vivienda, la educación y el empleo.
El compromiso ciudadano con la paz y la democracia se expresa en la promoción de un modelo de desarrollo para crear riqueza en armonía con el planeta y que tenga una amplia capacidad para redistribuir y nivelar el ingreso.
La humanidad tiene por delante desafíos tan complejos como el cambio climático, la robotización del trabajo, los alcances de la inteligencia artificial, las drogas sintéticas o el auge del populismo como amenazas no solamente de la democracia, sino también de su propia convivencia.
Esos retos, que tienen como trasfondo la inequidad y la pobreza, demandan una enorme voluntad para afrontarlos, audacia para construir los consensos adecuados y creatividad para solucionarlos.
En 2030 el mundo tendrá diez mil millones de habitantes. Con el actual ritmo de consumo, en esa fecha, harían falta tres planetas para abastecer la demanda de bienes, servicios y alimentos de la humanidad.
Aunque los avances tecnológicos y los progresos de la ciencia médica han implicado una mejora de las condiciones de vida de los seres humanos, no es descartable que se puedan desatar en el futuro mediato guerras globales por comida, ropa, energía y empleos.
Las energías alternativas no servirán de mucho si no eficientizamos su uso. Consumimos en siglo y medio, lo que a la naturaleza le ha costado 300 millones de años en construir. Las grandes potencias insisten en remendar un pantalón que ya no aguanta un puntazo más. El actual modelo económico no sirve, la crisis continuará achicando nuestros bolsillos, echando ciudadanos a las calles y deglutiendo recursos naturales.
Mientras, siguen remendando el pantalón. ¿Han pensado en algún momento que acciones tomar cuando la gran masa de desempleados salgan a las calles a buscar, a como dé lugar, el sustento de sus familias? ¿Tienen algún plan de contingencia en caso de que el dólar colapse definitivamente y media humanidad se quede sin recursos económicos con los cuales afrontar la crisis? ¿cabe la posibilidad de que los humanos extingamos nuestra especie, a mitad del presente siglo, en una guerra fratricida por los alimentos?
¿Han considerado la posibilidad de que el planeta colapse por el consumo irracional de sus recursos naturales? ¿Qué harían? Tenía razón Fidel Castro: «Ya no es cuestión de ‘Patria o muerte’; realmente y sin exageración, es una cuestión de ‘vida o muerte’ para la especie humana».
La Republica Dominicana no es ajena a esos retos. Y en casos como el narcotrafico, la migración y el cambio climático estamos sufriendo sus consecuencias, sin disponer de los recursos con que cuentan las grandes potencias que los provocan.
Como ha sido su costumbre, desde que ocupa el Palacio Nacional, Abinader no guarda silencio ante estos retos y se despacha haciendo anuncios tan grandilocuentes, como disparatados acerca de su compromiso para abordarlos. Es precisamente, ese habito populista, a la par de la gigantesca cantidad de recursos para la propaganda, lo que ha generado en muchos la percepción de que el jefe del Estado es un hombre bueno rodeado de inútiles.
Cada vez que escucho a alguien resaltar las buenas intenciones de Abinader, siempre me asalta la misma pregunta ¿Si a Luis le sobra la buena voluntad y trabaja tanto como dicen sus partidarios, pero los problemas que se comprometió a resolver como la delincuencia, el alto costo de la vida y la calidad en la educación estan peor que hace dos años, debo colegir entonces que carece de capacidad y competencias para gobernar?
Cuando uno contextualiza lo que está pasando en el país advierte que el presidente no está tomando el toro por los cuernos, una actitud tan ajena a este gobierno cuyo líder, Luis Abinader, prefiere el chute de dopamina que le dan los aplausos de la tribu tuitera fascinada, por ahora, por su Doctrina del Donut consistente en dirigir los destinos de nación en base a disposiciones y discursos pegajosos, redondos y huecos.