
La agenda oscura de Abinader
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Que el gobierno celebre con alborozo cada palmadita en el lomo que recibe de los Estados Unidos no es extraño, como tampoco es coincidencia que el Bank of America alabe su política económica, justo horas antes de que una comitiva de «alto nivel» pisara suelo dominicano para desarrollar un conjunto de actividades asociadas a los intereses norteamericanos, ya sean globales, regionales o locales.
Sin embargo, llaman la atención varios hechos que, puestos en el adecuado contexto, revelan mucho acerca del carácter ladino del Presidente Luis Abinader y de su adhesión total a la peligrosa agenda que impulsan oscuros sectores alrededor del mundo. Veamos:
Mientras la Presidencia de la República divulgó un comunicado de prensa resaltando los elogios hechos por los visitantes norteamericanos a la política anti corrupción, los esfuerzos por controlar el crimen y su compromiso con el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos del gobierno dominicano, la subsecretaria de seguridad de los Estados Unidos, Uzra Zeya, se congratulaba por participar en un Congreso de LGBTQI+ celebrado en el país patrocinado por la USAID.
¿Por qué la administración Abinader obvió ese detalle de la visita de la señora Zey al país? ¿Será que el mandatario dominicano tiene asumida la agenda identitaria que ha dividido profundamente a Europa y llevado a la decadencia a gran parte de los Estados Unidos, pero carece de la suficiente responsabilidad política para levantar esas banderas en aras de mantener engañada a la sociedad por lo menos hasta 2024?
Nadie en su sano juicio podría estar de acuerdo con que a una persona se le restrinjan derechos por el solo hecho de su color de piel o su preferencia sexual, pero tampoco ningún ser humano con mínimas dosis de sentido común puede consentir que se considere heroico o ejemplar a un ser humano por ser homosexual o negro. El solo hecho de que el gobierno decida asumir furtivamente esa agenda constituye una amenaza a la cultura social dominicana y, peor aún, nos puede dirigir a una profunda división que solo podremos advertir dentro de varias generaciones.
Ahora bien, este hecho de por si grave, no es el que más alarma debe crear en la sociedad dominicana. Lo más peligroso fue sin duda lo que ocurrió después en esa visita: Abinader reunió en Palacio a la plana mayor del Estado dominicano para que escucharan a los funcionarios norteamericanos despacharse con la cuchara grande respecto al rol que debe jugar la República Dominicana con Haití.

Sobre ese encuentro la prensa local recoge lo siguiente: «El gobierno de los Estados Unidos pidió a la República Dominicana seguir avanzando en la lucha contra la trata de personas mediante la investigación, el enjuiciamiento y la condena de los traficantes, ‘protegiendo a los más vulnerables’ de las comunidades, incluida la población haitiana. Esto incluye la prestación de servicios a todas las personas vulnerables, incluidos los haitianos y los dominicanos de ascendencia haitiana».
Lo escandaloso de esta petición no es que se hiciera en pleno Palacio Nacional, ni siquiera la vergonzante pleitesía del Presidente de la República que permitió que eso se dijera allí sin poner en su sitio a la funcionaria por ese irrespeto a la soberanía nacional, mucho menos la actitud lisonjera del gobierno que reaccionó complacido por los elogios envenenados. Lo realmente alarmante es que Abinader ocultase de manera deliberada esta orden, con lo cual da aquiescencia a las sospechas de que ya ha pactado establecer en el país campamentos de refugiados haitianos.
Este vergonzante encuentro, en el que la soberanía nacional y la dominicanidad rodaron por el suelo, sin que el líder de la nación moviera un solo músculo de su cara para expresar el rechazo a la injerencia y poner en claro a Estados Unidos que no hay, ni puede haber, ni habrá una solución dominicana a la crisis haitiana, parece corroborar la versión del premier haitiano Ariel Henry de que Abinader se había comprometido, en el marco de la Cumbre de Las Américas en Los Ángeles, a otorgar la nacionalidad dominicana a cientos de miles de haitianos que viven en nuestro territorio de manera irregular.
Mucho me temo que el presidente Abinader intenta engañar al pueblo dominicano con su total opacidad respecto a Haiti. Más allá del muro imaginario que dice construir en la frontera y de la promesa de compra de equipos para su vigilancia, a dia de hoy no conocemos ninguna medida concreta que haya desarrollado para amortiguar los efectos de la inminente guerra civil en el vecino pais. Tampoco esta claro cuales son los compromisos que ha asumido con Estados Unidos sobre el rol de nuestro pais en torno a esa crisis.
Si la ciudadanía no abre los ojos a tiempo, Abinader pasara a la historia como el presidente que sumió en la decadencia y la cretinizacion a nuestro pueblo e hizo sucumbir la dominicanidad.
En malas manos está el pandero. A mala hora.