
Ante un público, gánale a los nervios y logra seguridad
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No existe una única y fantástica fórmula para lograr dejar de temblar, de sudar sin cesar, de ponerse colorado o de parecer un torpe ante una respetable audiencia, o tal vez tan solo para no sufrir esa angustia de que se note que lo estás pasando mal exponiéndote públicamente, tú que como político quieres que te perciban capaz, confiable y seguro.
Sin embargo, hay unas recomendaciones generales que pueden aplicarse con éxito en la mayoría de los casos. A seguidas te comparto:
1. Buena preparación: desarrollar la capacidad de improvisación está muy bien, pero sin acostumbrarte a ello. Es mejor tenerlo todo amarrado. Esto incluye: dominar el tema, seleccionar bien el contenido y decidir los mensajes clave; así como estructurar el contenido, pensar en cómo hacerse entender, trabajar la exposición para hacerla amena y mantener al público atento, aplicar técnicas de persuasión; preparar material de apoyo, si es necesario, y practicar.
Con más especificidad, el día antes de la exposición, a la preparación le debe seguir un marcado interés y una sana preocupación por el resultado. Mientras que el día mismo, aunque sientas cierto nerviosismo, es vital empezar cinco minutos antes a relajarte, para así contrarrestar algunos síntomas (como el llamado nudo en el estómago, la dificultad para concentrarse, ganas de ir al baño, profundo cansancio, etc.), lo cual suele permanecer hasta los primeros dos minutos. Ya después, poco a poco se normaliza el estado, aumenta la seguridad y fluye la expresión con naturalidad.
2. Seguir una rutina: al hacer siempre algo de igual o parecida manera, casi con seguridad se obtendrán los mismos efectos.
Si al continuar esa rutina obtienes resultados satisfactorios, entonces lo que debes hacer es aplicar esas mismas técnicas cada vez. Sobre todo, conviene tener las rutinas cuando realizas las actividades de exposición pública con cierta frecuencia.
Por ejemplo, antes de esa importante presentación pudieras: preparar el contenido con tiempo suficiente, ensayar los días antes; buscar y probarte la ropa que vestirás para la ocasión (que siempre te dé seguridad), e ir a la playa que tanto te gusta para recargarte de energías positivas. Ya minutos antes: ir al baño y comprobar tu aspecto, quedarte en soledad unos minutos para concentrarte en tu salida al escenario e iniciar tu anclaje.
3. El otro aspecto vital es la visualización, que consiste en proyectar mentalmente lo que tendrás que hacer y realizándolo con éxito, es decir, se trata de imaginarte ejecutando la presentación con el máximo de detalles y verte haciendo lo que quieres, con el desenvolvimiento y la calidad que deseas.
Siendo capaz de imaginarte triunfando, seguro que estarás mucho más cerca del éxito. Para lograrlo, toma en cuenta lo siguiente: una vez preparada tu intervención y ensayada, cierra los ojos e imagínate en detalle una película de tu presentación, en la cual tú eres el protagonista y percibes a un público satisfecho de lo que observa y escucha, que interactúa contigo y responde de modo positivo a tus motivaciones. Visualiza desde el saludo al salir al escenario, hasta el aplauso final que te dará tu audiencia, así como los detalles de tu exposición. Con esta figuración, estarás viviendo la experiencia y así sentirás más preparación para que te salga todo tal cual lo has vislumbrado.
4. Para finalizar, usa el anclaje, es decir, esa técnica eficaz para superar barreras psicológicas que tal vez te has creado involuntariamente, y que te perjudican en la consecución de tus objetivos. Esto implica conseguir determinados estados internos que te permitan llegar a las metas propuestas. Al momento de pronunciar un discurso o exponerte de modo público ante una gran audiencia, siempre necesitarás optimismo, valentía y mucha energía para contagiarla a los espectadores, sólo que, con los nervios, a veces no sabes de dónde sacar esos recursos.
Por eso, un anclaje te facilita cambiar en un instante de estado emocional, siguiendo los consejos que siguen: encerrarte en un lugar tranquilo, sin interrupciones, y pensar en un momento pasado en el que te hayas sentido triunfador y feliz. Una vez identificada esta escena, la revives volviendo a ver todo lo que experimentaste: vestimenta, luces, sonidos, olor del espacio, latidos de tu corazón, sonrisas de las personas que estaban ahí… y mientras revives esos instantes, haz un gesto que relaciones con esa emoción positiva. Luego, repite este mismo gesto diciendo una frase de empoderamiento que sepas que te impulsará a lo mejor.
De este modo, llegará la ocasión en que con solo hacer el gesto y pronunciar la frase te embargará de nuevo esa emoción que experimentaste, y te sentirás triunfador y feliz nueva vez. El anclaje es una forma sana, económica y práctica de enfrentarte a situaciones que requieren un esfuerzo extra y que suponen una dificultad importante.
Tienes estas herramientas ya. ¡A trabajar en tu mejora para ganarle a los nervios y lograr seguridad!