
Lula, de regreso a un Brasil hostil y polarizado
Comparte Este Artículo
Brasil no solo es el país más grande de sudamérica y con un potencial económico que lo sitúa en el primer lugar de Latinoamérica y la tercera en el continente americano, sino que ejerce un importante liderazgo en la región.
Esas y otras razones obligan a fijar la mirada en el proceso político que vive la gran nación del Sur, pues desde el ascenso al poder de Luiz Inacio Lula Da Silva en 2003, indudablemente que Brasil pasó a ser ficha clave del tablero político de nuestros países.
Paradójicamente, cuando el mapa de Latinoamérica empezaba a teñirse de color rojo, para definir a los gobiernos de tendencia izquierdista, Brasil giraba hacia la derecha, eligiendo a Jair Bolsonaro, en medio de escándalos de denuncias de corrupción y una serie de procesos judiciales que no solo apartaron del poder a la presidenta Dilma Rousseff, sino que inhabilitó y envió a la cárcel al mismísimo Lula Da Silva.
Bolsonaro, para muchos una especie de Donald Trump del Sur, encaminó el país hacia vías diferentes a las que recorría con los gobiernos de Lula y Rousseff, tanto en los asuntos domésticos como en la esfera internacional. Pero su desastroso manejo en la crisis pandémica de la Covid-19, decisiones erradas en términos económicos que han ahondado la pobreza y su actitud con el tema del medioambiente llevaron a muchos analistas y expertos a cuestionarse si Bolsonaro tenía base suficiente para gobernar y si representaba una amenaza para la democracia.
Al margen de los aspectos ideológicos en la lucha entre el presidente Bolsonaro y el expresidente Lula Da Silva, los resultados de las elecciones del pasado 30 de octubre tienen muchas lecturas, pero sobre todo una influencia de primer orden en el plano geopolítico de la región.
El panorama no luce prometedor, y todo indica que el nuevo gobierno que asumirá Lula tendrá que descantarse por la conciliación y la negociación para poder nadar en medio de un mar de procelosas aguas.
El experimentado dirigente del izquierdista Partido de los Trabajadores hereda un país dividido por el fanatismo, que esta vez tiene componente religioso, y una situación económica desfavorable, que se agrava con un Congreso adverso, beligerante y probablemente muy dispuesto a boicotear cualquier iniciativa del nuevo gobierno.
Hemos conversado con algunos expertos en comunicación y estrategas políticos de América Latina, quienes han expuesto sus puntos de vista frente al escenario que se presenta en la actual coyuntura, y su perspectiva de cara al nuevo gobierno que iniciará el veterano Luiz Inácio Lula Da Silva.
Antonio Sola, laureado consultor político de nacionalidad española y residente en México; Ezequiel Parolari, consultor y gestor de campañas argentino, y Melvin Calcaño Ortiz, politólogo y docente dominicano nos hablan de los aspectos políticos, sociales de la actual situación de Brasil tras las elecciones y los retos que encara Lula y toda la nación carioca en el futuro inmediato.

Antonio Sola
Consultor español
«Lula no ganó. Perdió Bolsonaro»
Analizo los resultados de la elección de Brasil desde la siguiente perspectiva: En primer lugar, no gana Lula, pierde Bolsonaro, y este es un pecado capital de una Presidencia, la de Bolsonaro, que no entendió bien los retos a los que se enfrentaba, no solo durante su periodo de cuatro años, sino al terminal el mandato y la eventual competencia contra Lula Da Silva. Brasil queda dividido, queda divido al 50 por ciento, como pasó también en Colombia. No es un fenómeno exclusivo, único de Brasil; como pasó en Estados Unidos, en la elección entre Donald Trump y Joe Biden, donde no gana Biden, sino que pierde Trump. Este es un fenómeno que se viene repitiendo de manera consistente cada vez en más países, pierden los oficialismos, no ganan las alternativas por mensajes esperanzadores, sino que son los oficialismos los que no entienden la edad pospandémica, y este es un punto muy importante porque estamos entrando en una nueva era civilizatoria, estamos abandonando la que hasta ahora nos ha traído, y esta nueva era civilizatoria, entre otras cosas, tiene como síntomas el fin de un ciclo político, que claramente empieza a ser distinto, no ideológico, aunque lo parece, en nuestros países, en la humanidad.
Y digo que es un fin de ciclo político porque básicamente existe una clara terminación de la intermediación de la política como hasta ahora la hemos concebido, está habiendo un terremoto, sobre todo de las nuevas generaciones, un terremoto político, social, económico, religioso que viene de abajo a arriba, y que claramente está afectando a la política en general, y desde luego a los oficialismos. Muchos oficialismos cayeron en tiempos pandémicos, y lo siguen haciendo ahora en tiempos pospandémicos. Hay elementos muy significativos en estas derrotas que tienen que ver claramente con lo que acabo de señalar, que es la ausencia de una lectura de lo que en la sociedad y a los ciudadanos les está pasando.
La espiral de silencio entre los ciudadanos cada día es más notoria en las encuestas, y esa espiral de silencio no está siendo debidamente procesada, comprendida, debidamente implementada en lo que son las exigencias de los ciudadanos.
El segundo punto ya lo mencioné dentro del primero, pero hago en un aparte, porque es muy importante, es que aunque parezca que ha sido una elección ideológica entre izquierda y derecha, en realidad ha sido una elección muy pragmática en donde el descontento contra el oficialismo de Bolsonaro fue suficiente para volcar la elección, ajustada, en favor de Lula. Esto pasó también en países de la diáspora cercana a Brasil, como pasó en Bolivia con el retorno del MAS de Evo Morales y la salida de Jeanine Añez, y también con Argentina, la salida de Macri, con el regreso después de cuatro años, y el egreso del partido Frente para la Victoria, de Cristina Fernández de Kirchner.
¡No es ideológico, es pragmático! El voto está siendo pragmático, está siendo un voto despojado de tintes ideológicos, la ideología cada vez más es el pan para hoy y el hambre para mañana, y se está votando de manera mucho más clara despojados de las ataduras ideológicas, que como digo, después de la 2da. Guerra Mundial, y hasta hace muy poquito, han sido las causas que movilizaban claramente el voto. Está pasando también en Europa y en otros continentes, como en África desde luego, en Asia, en Oceanía y en América, que es el caso que estamos detectando.
En tercer lugar, y como último punto, yo rescataría o significaría que Lula, así como Bolsonaro y el resto de los presidentes de la región, independientemente de que se diga que se pinta de rojo o de azul, es absolutamente indistinto eso, porque es una dinámica de péndulo, diría que Lula está llegando al poder para ser una vez más un presidente de transición. Los presidentes de transición no están logrando resolver los problemas de los ciudadanos, y estos presidentes de transición en realidad lo que están haciendo es preparar, bien o mal, la cama para la próxima generación de políticos, que van a ser políticos diferenciados, básicamente porque van a tener la capacidad de enfrentarse a los problemas, de ponerse al frente de personas, de mitigar el dolor propio y ajeno en tiempos pospandémicos, y desde luego, también, van a ser capaces de ponerse a ayudarnos a los ciudadanos a superar o a conquistar las metas y objetivos que por nosotros mismos no estamos pudiendo.
Esos presidentes nuevos que llegan después de la transición van a estar, fundamentalmente sustentados en los valores asociados a lo femenino, y van a tener un matiz distinto de gobernabilidad, sobre todo también porque va a llegar con una nueva y clara revolución tecnológica que va a profundizar, de manera consistente, permanente y no intermitente, una revolución tecnológica que va a modificar de nuevo la forma en que vivimos, en la que hecho política, religión, sociedad, economía, etcétera. Esto es trascendental, porque este cambio va a ser no solo de paradigmas, sino el cambio que va a permitir asentar definitivamente la nuevas bases de esta era civilizadora que mencionaba antes, en donde la escala de valores va a ser variada significativamente, donde vamos a tener gobiernos «globalocales», con tintes distintos a lo que hoy tenemos en nuestros países, y en donde la comprensión de la política pudiera, si nos esforzamos, fundamentalmente los ciudadanos, estar sustentados en lo que yo denomino «la humanística», la hija de la buena voluntad y del sentido común, una política, la humanísitica, centrada en las personas.
Hoy lo que tenemos es lo que también hemos denominado en la Fundación Liderar con Sentido Común la «polítictainment», que es la política del entretenimiento, es decir, una política no solo que compite contra el entretenimiento en todas las franjas horarias de las redes, de los medios tradicionales, sino en sí misma, la política como tal, es también entretenimiento. Esta fase podría dar, digamos que es un sueño que hay que hacer realidad, dar paso a la humanística, en donde todos entendiéramos que en una misma mesa de trabajo y de negociación, despojados de los pensamientos fuertes, que son los ideológicos, con nuestros pensamientos de líderes podríamos llegar a acuerdos para resolver los problemas de abajo a arriba y de manera horizontal.
La nueva revolución que viene es una revolución que nace en el ser, que nace dentro de las personas, y es una revolución que no tiene que ver nada con las armas, y que va a dar lugar, también, a una versión 2.0 de las famosas primaveras árabes o primaveras americanas.
Lo que viene en los próximos 30 a 40 años es entonces una revolución de concepto de lo que hasta ahora ha sido la política en nuestros países.
Desde estos tres puntos, es desde donde yo veo el análisis de las elecciones en Brasil, un país empobrecido, que ni Lula pudo resolver, ni tampoco Bolsonaro, y que en este tercer mandato de Lula vamos a ver cómo se repiten patrones del pasado y no se crean patrones del futuro. Tampoco había otra opción para elegir en Brasil. Así que probablemente descartaron al que estaba y eligieron al menos malo, que era Lula, para gobernar los próximos cuatro años. No lo va a tener fácil, como tampoco lo está teniendo fácil Gustavo Pero en Colombia, que es un presidente que está cayendo de manera muy rápida, como suele pasar ahora en estas sociedades líquidas, en su aprobación como presidente de la República. Le está pasando igual a Guillermo Lasso en Ecuador y a otros países.

Ezequiel Parolari
Consultor y estratega político
Argentina
«Lula va a tener una gobernabilidad difícil»
Lula va a tener una gobernabilidad difícil porque el Congreso Nacional es conservador. El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro, tendrá la mayor bancada de la Cámara de Diputados, con 96 escaños. La Cámara baja tiene 513 asientos, pero para el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula será casi imposible construir una mayoría, ya que los partidos que tienen representación, son en su mayoría de centro y de extrema derecha.
A su vez, en el Senado por ejemplo, que renueva un tercio de sus asientos, el partido de Bolsonaro también tendrá la mayor bancada (14 de 81). Jair Bolsonaro logró colocar a ocho senadores más de los que tenía hasta ahora. Lo que complica aún más la gobernabilidad del PT, es que el Senado estará repleto de antiguos altos cargos del Gobierno, muchos militares, que odian a Lula. Es el caso del hasta hace poco vicepresidente, el general Antonio Hamilton Mourão, o la polémica exministra de la Familia Damares Alves (una pastora evangélica recordada por la frase “los niños visten de azul, las niñas de rosa”), la exministra de Agricultura Tereza Cristina da Costa, quien representa al poderoso lobby ruralista, o el exministro de Ciencia Marcos Pontes. También entró el exjuez que condenó a Lula y después fue ministro de Bolsonaro, Sérgio Moro.
Entonces con estos datos, la institucionalidad como factor clave para garantizar políticas públicas a favor de la ciudadanía brasileña, se convierte en un gran desafío para el gobierno de Lula. Otro factor importante es el económico. El mundo y Brasil, no goza del superávit de antaño cuando gobernaba Lula. Entonces al problema de acuerdos políticos, también se le suma el factor económico como uno de los principales componentes a tener en cuenta para lograr un buen gobierno.
Con respecto a la postura de Bolsonaro era de esperar, no sorprende que haya actuado de la forma que actuó. Lo que hay que evitar es que se genere un proceso como el que ocurrió el 6 de enero en los Estados Unidos que fue el asalto al Capitolio. La democracia de Brasil debe estar más fuerte que nunca para generar los mayores acuerdos posibles y lograr una transición de mando madura y democrática.

Elvin Calcaño Ortiz
Estratega político y docente
República Dominicana
«Con Lula regresa la razón, decencia, perdón y humanismo a su país »
Organizaré este análisis en tres partes que considero fundamentales: 1. correlación de fuerzas políticas y escenario ideológico de Brasil;
2. contexto geopolítico; y 3. aspecto humano de un Lula que viene de haber sufrido un intento de aniquilación personal. En primer lugar tenemos que centrarnos en el ajustado triunfo que obtuvo sobre Bolsonaro. Ganó, nuevamente, por menos de lo que sugerían las encuestas. Esto quiere decir que el discurso neofascista, violento, y salvaje de Bolsonaro construyó una fuerte superficie subjetiva. Esto es, hay una parte significativa de la población brasileña, sobre todo entre clases medias y sectores populares ultrarreligiosos, que se ha fascistizado. Es una población que, como señalan politólogos brasileños, tradujo el malestar anticorrupción en términos de odio…
Lula tendrá que hacer un arduo trabajo de recomposición del tejido social teniendo en cuenta toda esa violencia y odio naturalizados por el bolsonarismo. Después de experiencias ultraderechistas lo primero que hay que hacer es reponerse de esos odios y divisiones radicales.
Brasil es un país corrido a la derecha en el plano ideológico. Que un presidente como Bolsonaro, con indicadores literalmente de muerte (33 millones pasando hambre -récord histórico- y casi medio millón de muertes evitables por covid), haya tenido posibilidades habla pues de esa superficie discursiva derechizada en términos radicales. Donde, como dice Alemán (2016), los sujetos tienden a votar contra su “configuración personal”, pero a favor de su “configuración ideológica”. Muchos brasileños votaron contra sus intereses objetivos.
Y eso tuvo traducciones en la política institucional. Es por ello que Lula tendrá que lidiar con un Congreso de mayoría, en principio, conservadora. Necesitará muchos consensos para echar a andar sus propuestas concretas. Deberá gobernar desde el equilibrio ideológico-político.
En el plano geopolítico es donde Lula, sin necesidad de tantos consensos, podrá moverse con más rapidez. Lo cual es clave considerando tanto el contexto de guerra y reordenamientos geopolíticos actuales, como el hecho de que Brasil tiene un gran peso específico internacional.
Lula, por prestigio y experiencia, está en condiciones de acercarse a Putin, Jinping, liderazgo europeo y Biden para plantear salidas a la guerra en coordinación con actores de África y Asia donde es muy respetado por su trayectoria.
En materia de lucha contra el cambio climático Lula será un líder global. Si antes lo fue porque convirtió a Brasil en sexta economía del mundo, ahora lo sería por salvar el Amazonas en tiempos de emergencia climática mundial. Algo inmenso.
Brasil es el tercer mayor productor de alimentos del planeta. A su vez, tiene lazos comerciales inmensos con China, EE.UU. y Europa. Y es el único país latinoamericano con industria de valor agregado propia. Con inteligencia diplomática Lula podría ser central geopolíticamente.
Para América Latina el regreso de Lula es, probablemente, la noticia más importante en años. Con su visión soberana podría recomponer los espacios de integración regional en las claves actuales. Junto a Andrés Manuel López Obrador en México los dos colosos de la región compartirán visión integradora.
Finalmente, me referiré al plano personal lo cual explica mucho. La pasada elección Lula la vio desde la cárcel. Allí donde fue recluido injusta e ilegalmente por un juez Sergio Moro que enviaba mensajes a los fiscales diciéndoles cómo montar el caso para él condenarlo…
Mientras estuvo preso Lula vio morir a su exesposa y a su nieto de ocho años. En cuanto a su nieto solo pudo ir cuando ya lo estaban enterrando. Lula contó que los guardias se burlaban de sus lágrimas durante el traslado a ese entierro. Lo trataron de aniquilar emocionalmente.
Un hombre que trataron de aniquilar, que vivió un infierno en la cárcel, del cual se burlaban mientras lloraba a un nieto muerto, ganó y nunca habló de venganza. Más bien, mencionó en su discurso de victoria que quiere llenar Brasil de amor. Un ejemplo monumental de perdón.
Cierro: Lula vuelve y con él regresa la razón, decencia, perdón y humanismo a su país. La tendrá muy difícil. No esperemos al Lula de otros años porque las correlaciones son las que definen lo posible y lo posible hoy es muy diferente. Incluso lo necesario es distinto.
Pero da alegría que Brasil salga de la oscuridad de odio e irracionalidad adonde lo llevó Bolsonaro. Un tipo descalificado intelectual y éticamente para dirigir un país. Ojalá las derechas aprendan a no apoyar más monstruos así en sus guerritas pequeñas contra los “progres”.