
La campaña en el tiempo
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La Junta Central Electoral en pleno está preocupada por la ebullición del proselitismo, por la incesante agenda que mantiene a los partidos en continuo movimiento. La institución «ve con profunda preocupación el desbordamiento» de ese activismo que «amenaza gravemente con quebrantar la integridad electoral, pudiendo crear desafección en todo el sistema». Sigue en alta el entusiasmo en las filas, sobre todo en las agrupaciones mayoritarias, ese que sobrecogió a la militancia en las elecciones del 2020.
La realidad es que la política no ha pausado. El país sigue sumergido en esa vorágine que se manifiesta a todos los niveles. La alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, encabezó un acto a casa llena en la Arena del Cibao promoviendo la reelección de Luis Abinader; el Partido de la Liberación Dominicana acaba de celebrar una consulta de simpatías para escoger su candidatura presidencial y este martes, la Fuerza del Pueblo celebró las elecciones en la que participó la dirección central para escoger veinte mujeres que ingresarán a su Dirección Política.
Pero esas actividades son tan solo una muestra del ritmo que mantienen los partidos. La Junta, insistiendo en su rol regulador –ya se pronunció una vez en este sentido– convocó a los presidentes y secretarios generales del sistema de partidos para tratar el tema. No creemos que a un año y poco más de cuatro meses de las elecciones municipales y a 19 meses de las presidenciales, el Pleno pueda lograr mucho para frenar el pulso de la bestia política que cavalga a todo galope recorriendo cada rincón del país… e incluso más allá, en la diáspora donde operan los centros en el extranjero.
«Este Pleno tiene el compromiso irrenunciable de cumplir y hacer cumplir las normas electorales; mantener la confianza, la integridad electoral y la igualdad de competencia de las organizaciones políticas en el proceso como base del fortalecimiento democrático». Bueno y válido. Pero cómo frenar, incluso, los procesos internos de los partidos que ya están en una campaña franca para las candidaturas municipales, por ejemplo. Estos procesos, al contrario, continuarán dinamizando ese activismo que tiene preocupada a nuestras autoridades electorales.
Como nación, avanzamos significativamente en la forma de hacer política. Hay que reconocerlo. Y a los partidos debemos darle crédito porque, incluso a destiempo, ejercer la política de manera organizada y civilizada. La Junta logrará poco para, a estas alturas, frenar el proselitismo. Un poco tarde, sobre todo cuando estas organizaciones se amparan en los derechos constitucionales, los mismos que fundamentan los argumentos del organismo electoral, que hace muy bien en enfantizar «que el ideal de las elecciones es la integridad, la misma exige de un compromiso solemne de respeto absoluto de todos a la democracia».