
Junior Santos, el PRM y su falacia sobre Peña Gómez
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En términos filosóficos, específicamente en una de sus ramas, la lógica, una falacia es un argumento que a simple vista parece válido, pero que en la realidad no lo es, que puede emitirse o bien inocentemente o bien con la intención manifiesta de manipular.
Reproduzco estas reflexiones a propósito de las aspiraciones que ha manifestado, el ex alcalde y antiguo dirigente izquierdista Junior Santos, para presidir el Partido Revolucionario Dominicano, con el interés oculto todavía, de concretar una alianza con el PRM, para entregarle ese símbolo de la democracia a Luis Abinader y su proyecto reeleccionista.
Un lugar común de nuestra política es que el Partido Revolucionario Dominicano y el Partido Revolucionario Moderno poseen el mismo origen y que, por necesidad, ambas organizaciones están obligadas a acudir unidas en procesos electorales venideros.
La premisa de partida para esa afirmación surge del supuesto de que PRD y PRM son hijos del Dr. José Francisco Peña Gómez, a raíz de lo cual comparten sus ideales, proyecto de nación, base social de apoyo y mercado electoral.
Para quien se queda en la superficie esta afirmación se sustenta en fuertes cimientos y puede considerar hasta elemental su validación. Sin embargo, cuando se hace un análisis concienzudo de la historia y se profundiza en el pensamiento peñagomista plasmado en sus discursos, resulta fácil concluir que el mentado «reencuentro de la familia peñagomista» es un mito hueco, falaz, sin sentido ni lógica.
Una operación mediática al mejor estilo Goebbeliano ha sembrado la percepción entre una importante franja de la población de que José Francisco Peña Gomez creó el PRD y PRM, y que su distanciamiento es fruto de la ambición mercurial de un puñado de malos dominicanos merecedores de ser llevados a la horca.
Cuando vamos a los archivos de la historia se revela ante nuestros ojos la verdad pura y dura: lo que hoy se conoce como PRM, tiene su origen en la Alianza Social Dominicana, partido fundado por Juan Isidro Jiménez Grullón en 1961 fruto de su salida del PRD para enfrentar a Juan Bosch en las elecciones de 1962. Luego, en 1990, el Dr. José Rafael Abinader adquirió la franquicia para presentar una candidatura presidencial frente a José Francisco Peña Gómez, hecho este que se repitió en los comicios de 1994 y 1996.
La personería jurídica de la ASD vuelve a tener sentido en la última división del PRD, cuando fue puesta a disposición de Hipólito Mejía por la familia Abinader para constituir el PRM en 2013, luego del fatídico asalto a la casa nacional perredeísta en enero de ese año.

Como podemos apreciar, a la luz de los hechos históricos, el PRM no es hijo de Peña Gómez. Desde sus orígenes ha sido protagonista de todas las divisiones del PRD y enfrentó en las urnas al líder histórico perredeísta cada vez que presentó una candidatura presidencial.
La realidad es que el único partido fundado por Peña (el Bloque Institucional Socialdemócrata) se encuentra en estos momentos en la esfera de la oposición al gobierno del PRM.
Este sucinto recuento histórico desmonta además la otra pata del mito: el supuesto negado de que el PRM y PRD comparten los ideales peñagomistas. Si hay una idea de Peña Gómez que está sembrada en la psique de sus seguidores es la de la unidad del partido como zapata de su proyecto de nación.
La ASD y su mutación, el PRM, solo ha servido de instrumento para socavar política y electoralmente al PRD, poniendo todo su empeño en destruirle como partido, intentando hacerle añicos en cada proceso electoral en que ha participado desde su fundación en 1961, negando en los hechos al propio Peña Gómez.
Saliendo del terreno histórico e ideológico, para tocar ahora las fronteras de la caracterización sociológica, la idea peregrina de que ambos partidos comparten la misma base social de apoyo es quizás la más fácil de refutar: mientras el peñagomismo y/o perredeísmo es un sentimiento político arraigado en los estratos sociales más pobres de RD, el PRM es en estos momentos el partido predilecto de las elites snobs acomodadas dominicanas para las cuales gobierna Luis Abinader.
La cosa no se queda ahí: cuando se analizan las ejecutorias del gobierno liderado del PRM encontramos que las mismas se caracterizan por tres principios, a saber: entrega al sector privado de servicios públicos estratégicos (transporte, seguridad y energía), política exterior sumisa a intereses extranjeros aun en perjuicio del interés nacional y política de endeudamiento externo improductivo y sin planificación. Todos en las antípodas de la visión de Estado que tuvo José Francisco Peña Gómez.
Demostrado ya que Luis Abinader y el PRM son la negación de Peña Gomez, no solo de sus ideas sino también de su figura histórica, plantear una alianza entre perredeístas y perremeístas es, además de una rotunda apostasía, el equivalente a la profanación de su memoria.
En momentos en que el país sufre los embates de una crisis que se expresa en la más alta tasa de inflación del Caribe, el mayor aumento de la criminalidad en la última década, el fracaso del sistema educativo, el regreso de los largos apagones y el deterioro progresivo de todos los servicios públicos, apoyar la reelección de Abinader y el PRM debe considerarse traición a la patria.
Un buen peñagomista, sobretodo si es perredeísta, debe procurar el reencuentro de sus pares al cobijo de un pacto democrático donde confluyan el sentimiento opositor y las ciudadanías arrepentidas para derrotar a Abinader y al PRM en las urnas en 2024 y dedicarse a reconstruir el país para sacarlo del agujero negro en que lo tiene sumergido un presidente desbordado por la crisis, que se contradice a si mismo casi hora a hora y conduce un gobierno disperso, carente de rumbo.