
El populismo concentra el relevado político
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El populismo forma autoridad que agrupa a los derrocados de la política buscando transformar las sociedades tradicionales a la modernidad. Es utilizado por el liderazgo político –en momentos electorales– para hacer empatía con la clase más vulnerable, ofreciendo su buena voluntad y «supuestamente» trabajando por el bien común. Aunque más bien, lo que usa es un discurso demagogo y las dádivas para promover propuestas que buscan ganar el favor de estos sectores necesitados y excluir sus rivales políticos.
Aunque como sistema el populismo no se limita al tiempo electoral, ya que sus lealtades permanecen y van más allá de este lapso, basándose en una red que se mueve en torno al intercambio de bienes materiales o etéreos, empleando una estrategia de movilización para entregar esas dádivas durante el proceso de campaña, a fin de ganar la voluntad del votante y favorezca su candidato ya sea en el nivel presidencial, congresual o municipal que se aspire.
Por lo general, el populismo –al igual que en otros países, en el nuestro– se sustenta en el clientelismo político a través de la entrega de regalos, con la imagen del candidato para establecer contacto visual con el que acude al festín, se da como intercambio simbólico, inauguración de obras en comunidades, prometiendo mejorías constantes a los tantos males que aquejan a la sociedad, a fin de promover aspiraciones políticas y ganar su favor del elector.
Enrique Peruzzotti señala que, si bien las elecciones limpias son la base de las credenciales democráticas del populismo, una vez que el pueblo ha votado, los populistas consideran que el electorado debe someterse políticamente al líder. Esta visión de la democracia no toma en consideración los mecanismos de rendición de cuentas más allá de las elecciones y tampoco presta atención a las formalidades de la democracia, pues el líder encarna los deseos populares de permutación, y los componentes que protegen a las minorías, así como los aspectos institucionales de la democracia representativa, son considerados como impedimentos para que se exprese la voluntad popular encarnada en el líder.
La afirmación de este autor nos revela que la representación populista se identifica como defensor de los intereses entre el pueblo y su líder, autodefinido como el símbolo y la encarnación de los beneficios de la nación. Pero vaya que defensor se gasta el soberano
Y es que las formas populistas se basan en una incorporación decorativa más que institucional, ya que entiende la democracia como la ocupación de espacios públicos en los cuales los pobres y los excluidos no pertenecen y levanta la bandera del no respeto a las normas institucionales.
A diferencia de la democracia, considerada una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía, en donde lo ideal es la participación de la ciudadanía para materializar los cambios y se establezcan diálogo para alcanzar objetivos comunes entre gobernantes y ciudadanos, y sobre todo, un sistema basado en la institucionalización y garantía en la aplicación de la ley; algunas teorías populistas como la de la dependencia, entiende esa democracia como un movimiento multiclasista entre la burguesía, la clase media y el proletariado.
Donde vemos burócratas abrazar ideales patrióticos, el racismo o nacionalismos, defensa de la diversidad, igualdad o la institucionalidad, etc., para verse como democratizadores y merecedores de la confianza de la ciudadanía –aunque en muchos casos logran transformaciones estructurales importantes– en el fondo lo único que les interesa es ser visto como baluarte de los intereses de los más necesitados o verdaderos nacionalistas y poder sacar el mayor provecho económico y social a la causa.
Pese a los rasgos autoritarios de los liderazgos populistas que manipulan a la ciudadanía empleando el clientelismo, la demagogia política y enfrentan sectores organizados para apropiarse de este través de entrega de prebendas, la democracia orgánica que promueve el populismo, según explica Germani se trata de una forma de entender la democracia como participación política no mediada por instituciones y que puede subordinarse o apegarse a liderazgos autoritarios.
Hoy en día, la práctica populista de la política ha cambiado, está más vinculada a la lógica clientelar que se expande y es funcionar porque ayuda a conquistar el poder político; sin embargo, su continuidad dependerá del fenómeno cambiante de la sociedad y el sistema político que en ella impere.