Ejercicio democrático tirado a la basura
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El filósofo griego Aristóteles planteó tres condiciones para ejercer los cargos públicos de más responsabilidad: primero, amor hacia el régimen establecido; segundo, la mayor competencia en los asuntos de su cargo; y tercero, contar con la virtud y justicia, adecuada esto a cada régimen…».
Y es que la «función pública» tiene la atribución de administrar los asuntos públicos. No se trata de gestionar bienes privados, sino recursos y servicios estatales que favorecen el bienestar de la sociedad. Por eso, la finalidad de esta ocupación es el servicio a la nación, siendo los «servidores públicos» que desempeñan la función de administrar y gestionar los bienes y los servicios nacionales.
En ese sentido, las instituciones del Estado, deben disponer de un aparato administrativo profesional bien preparado, con pensamiento abierto, capacidad de entendimiento y sensibilidad social, pues la tarea a desarrollar esta enfocada en ofrecer buenos servicios sociales, por lo cual, reitero, al frente de las instancias del Estado debe haber personas con una fuerte vocación de servicio público y sobre todo con conocimiento de sus responsabilidades.
El funcionario público está expuesto a constante evaluación y es responsabilidad del Congreso Nacional velar porque estos hagan buen desempeño de sus funciones, de lo contrario la Constitución le da prerrogativa para invitar o interpelar a cualquier servidor cuando las situación lo amerite.
En ese sentido, el Senado motivado por el conflicto que generó la construcción del canal en el río Masacre, invitó al ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez, para que responda todo lo relacionado al polémico desvío del río en el lado haitiano. La solicitud se sustenta en el artículo 94 de la Constitución, que expresa que las cámaras legislativas, así como las comisiones permanentes y especiales que éstas constituyan, podrán requerir a ministros, viceministros, directores y demás funcionarios y funcionarias de la Administración Pública, así como a cualquier persona física o jurídica, para ofrecer información pertinente sobre los asuntos de los cuales se encuentren apoderadas. Y de no asistir ante el llamado de la cámara será sancionado por los tribunales.
La solicitud presentada por el senador peledeísta Iván Lorenzo, para que el canciller asista ante el Senado fue acogida por congresistas del partido de gobierno; hecho sin precedente, nunca visto en la historia democrática dominicana, pues cuando otro partido tenía el control de esa cámara alta se propuso –en distintas ocasiones– interpelar funcionarios del gobierno, quedó en visto y no se dio curso a la petición.
Lo importante aquí es la consistencia lógica del ejercicio democrático de los senadores perremeístas y su colocación con los principios e ideales morales y políticos. Roberto Alvarez profesional y eficiente servidor al comparecer ante éstos, expone claramente la situación; mientras los congresistas –que al parecer– le «montaron una encerrona», evidenciaron que su interés más allá de ver este problema como tema de nación con respecto a nuestras aguas, pretendían convertir el escenario en ring de boxeo.
Quedó claro su falta de conocimiento y que la invitación más que para enterarse de la situación que afecta la relación entre Haití y RD, es un tema que le importa poco a la oposición política, que su pretensión era hacer un show mediático y que su línea partidaria e intereses grupales están por encima de la nación.
Para el éxito de una buena gestión, el funcionario público y el político deben amar la democracia, y esto no se logra con un lindo mensaje o montando una discusión pública. En esta ocasión la oposición evidenció que su interés no era aprovechar esta prerrogativa que fortalece la democracia, me pregunto ¿qué sociedad están construyendo con sus acciones? Olvidan que son las voces de los ciudadanos, que deben trabajar sin importar el partido que administre el Estado y que si sólo asumen el carácter instrumental de la administración pública y olvidan su valor en la consolidación de la democracia y la justicia, entonces dejan de lado el profesionalismo y su sentido ético.
Finalmente, entiendo que los legisladores deben recuperar el espíritu de servicio que llevan dentro y demostrar que una de las claves de la vida humana está en servir al prójimo y no en servirse de él.