Maldición del triunfalismo político
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El triunfalismo es un rasgo característico de la política de nuestro tiempo. Si bien es comprensible que los líderes políticos busquen resaltar sus logros y ganar apoyo popular, el ego exagerado puede tener consecuencias negativas para la sociedad y para la calidad de la democracia. Por un lado, puede distorsionar la realidad y crea un relato sesgado y por otro, provoca que los líderes se enfoquen únicamente en los aspectos positivos de su gestión, dejando de lado o minimizando los problemas y desafíos que afronta la sociedad.
República Dominicana no escapa a esta práctica en la actividad política, una característica recurrente, una vez concluido el plazo legal para la conformación de alianzas del nivel municipal 2024, emergieron dos bloques de partidos de cara a los comicios, ambos equipos emanan tempestuosos ímpetus triunfalistas. Uno hace alardes de haber reunido a los principales partidos de oposición con la Alianza Rescate RD, considerándola como algo sin precedentes en la política local, integrada por el PLD, PRD y Fuerza del Pueblo.
Por otro lado, el PRM se ufana de integrar una coalición sin antecedentes en la historia política nacional, con un total de 22 partidos y dos movimientos.
El triunfalismo en política, al igual que el alcohol y las drogas, embriagan y hacen alucinar a sus consumidores; no obstante, a lo dañino del triunfalismo, este es justificable para mantener en alto la moral de activistas y miembros que trabajan para llevar al poder el partido. Ese fariseísmo que provoca borrachera y actúa como sustancia alucinógena hace difícil que la parte del cerebro que controla el equilibrio, memoria y el juicio haga su trabajo. Además, aumenta las probabilidades de errores y resultados negativos.
En política, pecarían de ingenuos quienes piensan que por el simple hecho de armar el bloque más amplio o reunir organizaciones de la oposición será aval suficiente para obtener la victoria electoral del año 2024. Si los estrategas de cada bando se concentran en ese sólo factor, los resultados adversos llegarán de forma contundente.
La situación de ambos bloques hay que analizar cómo se hace con una serie final de béisbol –comparando la actuación– pelotero por pelotero, la Alianza Rescate RD tiene el Partido Revolucionario Dominicano, con varios procesos electorales en franco declive, de 1,911,341 votos obtenidos (42.13%) en las elecciones del 2012, pasó a 97,655 votos (2.38%) en el 2020. Sin dudas una caída estrepitosa para el partido del «jacho prendío».
El PLD desde su división en el 2019, atraviesa serias dificultades al no poder detener las renuncias de dirigentes, incluyendo a 22 de los 79 diputados y 3 de 6 senadores –difícil resulta calcular la cantidad de alcaldes y regidores desertantes–. Otro aspecto a resaltar es la fragmentación sufrida en los últimos años, provocando que sus ex dirigentes luchan desesperadamente por obtener el voto duro de la militancia, la Fuerza del Pueblos, Opción Democrática, Generación de Servidores, Alianza País, Justicia Social y el recién creado movimiento Opción Verdadera, lo que lacera la base.
La Fuerza del Pueblo en el proceso electoral del 2020 alcanzó 233,538 para un (5.69%) de los votos; a este partido se suman para las elecciones ordinarias generales del 2024 el BIS 16,571 (0.40%); el PQDC 13,133 (0.32%) y el PDI con 3, 481 (0.08%).
Rescate RD se enfrentará en el 2024, a un PRM que obtuvo en las elecciones pasadas –sin alianzas– el 48.70% de los votos y sus actuales pactados alcanzaron un total del 18% de los votos.
Ahora bien, ni la actual situación del PRM, ni la de los partidos opositores no es una carta de triunfo, pues los dirigentes políticos deben tener presentes que los electores son más conscientes y no sólo saben la situación de crisis como fue recibido el Estado en el 2020, de algunos errores cometidos por funcionarios, sino, además están alerta ante una artillería opositora que únicamente apunta a los traspiés que se cometan en el Gobierno.
Reitero, cuando los líderes se presentan como todopoderosos, no toleran críticas ni se responsabiliza de errores, actitud que debilita la democracia. La ciudadanía necesita políticos que reconozcan sus faltas, sean conscientes y que enfrente los desafíos con honestidad y que vean el fracaso como una oportunidad.