
Anomia
Comparte Este Artículo
Nuestra sociedad vive un perenne estado de anomia. Existen leyes, sí, existen normas, parámetros que en teoría quienes las han creado deberían cumplir, pero son quienes violan estas normas sociales y no ejecutan sus leyes. Somos desorden, anarquía e inseguridad social sin que nadie ponga orden en todos los asuntos pendientes por resolver. Quienes han dirigido y dirigen el Estado acostumbran a una gran mayoría de la sociedad al clientelismo, a la ley del mínimo esfuerzo y a un populismo que cada día acrecienta más la falta de educación en todos los sectores.
Muchos no respetan en las calles a otros transeúntes, carros y motoristas. Adolecemos de educación de todo tipo y la vehicular nos define como sociedad, en un conglomerado de hombres y mujeres que cuando suben a sus lujosos carros creen que van en camiones por las calles, pisando al otro y creyéndose superiores. Es una desorganización social total. No parcial.
Tenemos, así mismo, un desorden institucional que merma con el tiempo en algunos aspectos pero que al parecer estamos condenados a vivir en ese trasfondo creado precisamente por aquellos que, supuestamente tenían la responsabilidad de fortalecer los cimientos institucionales.
Así mismo, existe anomia en la justicia, en el manejo judicial de casos: negligencia, desorden, falta de transparencia en todos los casos judiciales pasados y presentes y no solo de carácter político. En este país los pobres no tienen justicia, no se les ayuda a resolver sus casos, las autopsias en casos de asesinatos ni se realizan con las mínimas garantías de seguridad. Necesitamos un sistema forense de mejor calidad en el manejo de todos los casos. Fortalecimiento del sistema y seguimiento.
En ese sentido, el manejo de la información también sufre anomia en un país donde los medios de comunicación serios languidecen frente a personas que hoy, gracias a la tecnología llenan de contenidos las redes sin verificación de las «noticias» que cuelgan, viven del fake news y propagan desde un celular el sentido de acomodo de un hecho. Falsos comunicadores, falsos creadores del repentismo cotidiano de lo fácil y etéreo.
Los demás, atónitos, observamos como un caso sucedido es tapado por otro caso cada día en medios sin el debido seguimiento por las autoridades pertinentes. Dentro de nuestra anomia apostamos al olvido, a que el horror de un caso, sea la antesala de otro peor y de regreso al mismo olvido. Nadie indaga, nadie pregunta, solo se difunden conjeturas, maledicencias, se asesina moralmente a todo aquel que no comulgue con nuestro pensar sin saber el fondo de la cuestión. Lo realmente trascendente no importa, los buitres del morbo no necesitan la verdad, solo quieren circo y opereta.
Todo lo anteriormente descrito y más es anomia. Término empleado en la sociología para señalar las sociedades o grupos en el interior de una sociedad que sufren un caos debido a la ausencia de reglas de reglas de buena conducta comúnmente admitidas, implícita o explícitamente, o peor: debidas al reinado de reglas que promueven el aislamiento o incluso el pillaje más que la cooperación.
¿Qué podemos hacer los que sufrimos esa anomia? ¿Resignarnos al caos, al desorden, a la falta de garantías, a una Constitución atiborrada de leyes y que desde un inservible Congreso fabrican más y más leyes y nadie cumple a cabalidad? ¿Cuánto nos queda para continuar en esta anomia donde impera la ley del más fuerte, del «dame lo mío y coge lo tuyo»?
No sabemos. Es un asunto totalmente desconocido en un país que construye edificaciones, carreteras, calles, pero donde impera el desorden en cada renglón de la sociedad.
La anomia destruye, aniquila y no permite el desarrollo real de los habitantes de una sociedad que se auto califica de «civilizada». Salga a la calle y cuente si no vivimos en una anomia.