
Wilfrido y el merengue en el menú de la salsa
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En 1977 se publicó The Artist de Johnny Pacheco, una producción bien valorada en la historia de salsa y en la discografía del flautista y director de orquesta. Así como los temas, la portada y contraportada llamaban la atención, pues mostraban al músico con atuendo de pintor, paleta en mano y junto a un caballete. En este álbum se advierten créditos limitados. No se mencionan a todos los involucrados. Es el caso de Wilfrido Vargas, quien fue invitado a cantar el tema Amarra el perro, un merengue de la autoría de Pacheco que, en su época, tuvo tanto éxito como el resto de los cortes vocalizados por Héctor Casanova.
Por supuesto, aquello no hizo ronchas, ya que la particular voz y forma de cantar del trompetista dominicano se había convertido en un símbolo identificable, tanto en su país como entre la comunidad latina de Nueva York y en otros lugares donde su propuesta empezaba a penetrar.
Aquella colaboración coronaba una de las estrategias de expansión de Fania, en la que adquirió derechos de fabricación y distribución de catálogos de diferentes puntos de América Latina –en el caso de República Dominicana, Karen Récords– y, en cambio, aseguraban fabricación y distribución de esos sellos en sus respectivos países: en tiendas de Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, se encontraban LPs de Wilfrido Vargas y sus Beduinos o de Los Hijos del Rey con la etiqueta de Fania; en cambio, en tiendas de Santo Domingo se encontraban álbumes de Willie Colón o de Roberto Roena y su Apolo Sound con la etiqueta de Karen.
La propuesta de Vargas ya era conocida en la escena latina neoyorquina. En repertorio contaba con temas salseros, baladas y bosa nova. En tanto que el merengue, de quien los puristas decían que no aguantaba una aceleración más allá de las que le hizo Johnny Ventura, con Wilfrido corrió como un automóvil Fórmula 1. Además, tuvo modificaciones marcadas: ensambles rítmicos que involucran patrones de distintas músicas tradicionales dominicanas, coros sustituyendo al cantante solista, introducción de solos como en la salsa y armonizaciones al estilo jazz.
Aquel merengue wilfiridiano, que entre sus letras traía crónicas más estructuradas, fue el mayor referente para las orquestas que surgieron en los años 70. Además, marcó a muchos intérpretes salseros, sobre todo a aquellos que nadaban en las aguas de la salsa progresiva.
La marca Wilfrido Vargas tuvo presencia en la escena salsera a partir del segundo lustro. Entre ejemplos, el primero de alta significación es Yo no me quejo, composición del mismo Wilfrido, interpretada por Ismael Miranda e incluido en la producción Este es Ismael Miranda, publicada en 1975, y que el autor publicó el mismo año con el título Lo mismo que tú.
Otros ejemplos son los merengues Pun pun catalú y El guabá, ambos de la autoría de Johnny Pacheco e interpretados por Celia Cruz. Estos fueron grabados en la misma época de Amarra el perro y, aunque Pacheco venía componiendo y grabando merengue desde los años 60, además de tocar la tambora en muchas grabaciones a la que fue invitado, estos temas demuestran que el codeo con el beduino mayor lo influenció.

Pun pun catalú aparece en el álbum Only They Could Have Made This Album de 1977, el primero de la dupla Celia y Willie Colón. El tumbao del piano, que se aprecia al marcar el inicio, y el tempo, dan fe de lo dicho. En el caso de El guabá, aunque se siente mas tradicional, se advierte cierto aire de ese modernismo implantado por el músico oriundo de Altamira. Éste se puede escuchar en Eternos, el cuarto LP de Celia junto Pacheco, publicado en 1978.
Ese mismo año, Bobby Rodríguez, saxofonista y flautista nacido en Nueva York, junto a su orquesta La Compañía, presentó el tema Recuerdos de mi infancia, también de la autoría de Pacheco e incluido en el álbum Latin from Manhattan. La marcada influencia del jazz y apertura que tenía la propuesta de Rodríguez, le permitió entender mejor el trabajo de Wilfrido, quien andaba con las mismas intenciones.
También para 1978 se publicó Siembra de Willie Colón y Rubén Blades, la producción mas exitosa de la salsa y en la que se pretendía incluir un merengue. Pero de eso nos enteramos en 2008, con la publicación de su edición 30 aniversario, donde sí apareció.
Se trata de una versión temprana de Ligia Elena, encontrada en las cintas que registran las sesiones del referido álbum. Al escuchar este merengue, se podrá entender por qué fue descartado, pues los músicos se sienten torpes en la ejecución. Se aprecia que no sabían cómo acabar. No obstante, se percibe la presencia del estilo de Vargas.
Y para 1980, Ángel Canales presentó el tema El sentimiento del latino en Nueva York, un merengue con intervenciones de free jazz y ciertas progresiones de acordes y con la impronta de Wilfrido. Aunque las letras mencionan las diferentes comunidades latinas presentes en la gran urbe, es obvio que se le da importancia a la dominicana que, para ese año, ya mostraba fuerte incidencia. De ahí que el tema no fuera una bomba ni una plena puertorriqueña, tampoco una cumbia colombiana ni una samba brasileña. De ahí que el merengue dominicano sea el género musical que el intérprete de la salsa había preferido.
Lo contado se debe nombrar como el primer peldaño de la internacionalización de Wilfrido Vargas. Un segundo abarca países de América Latina y otros lugares. En medio de ambos está el boom de El barbarazo, tema que lo visibilizó con creces y el cual muestra un punto dorado en la salsa, gracias a la interpretación que Wilfrido hizo durante el concierto de Fania All Stars en Cuba, en marzo de 1979, y registrado en álbum Habana Jam, publicado el mismo año.