Saber ganar y saber perder
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Como en toda competencia, en la política hay candidatos y partidos que ganan elecciones y otros que las pierden. Parece obvio, pero resulta que son muchos los que se preparan solo para triunfar.
Indisputablemente, la política se presta a todo tipo de conjeturas por los intereses que engloba; sin embargo, es preciso tener claros los propios objetivos, sin dejar de lado la plena conciencia de que se puede lograr la victoria o no.
En ocasiones, las votaciones coinciden con los sondeos previos que mostraron la proyección de apoyo ciudadano en favor de un partido u otro. Excepto si ocurren acontecimientos extraordinarios en vísperas electorales, como una crisis económica, lo cual introduce una variable que, incluso estando presente en cualquier otro momento, agrava la situación, ciertamente es posible predecir un resultado electoral. Esto le permite a los candidatos y sus organizaciones políticas evaluar estrategias para ajustar lo necesario, e ir atando cabos sueltos para el desempeño efectivo del cargo al cual se postula.
Hay derrotas que para muchos eran impensables, tanto por la figura que personalizaba la propuesta, como por el tiempo dedicado a su promoción en la campaña electoral.
Pero cada contendiente tiene parecida posibilidad, así que en una campaña electoral, la propaganda de los adversarios también ocupa el espacio público y sustituye a la información y al argumento muchas veces.
Ciertas improvisaciones tienen éxito, pero hilvanadas con una serie de factores determinantes que acaban influyendo en la preferencia electoral; no obstante, la regularidad es que no se trata de un trabajo de cinco meses antes del día de las elecciones. La victoria es el resultado de un largo proceso y no suele producir sorpresas.
El voto ciudadano entre periodos electorales se conforma de la gestión del convencimiento. Para convencer es necesario gestionar expectativas (ilusión), percepción (conocimiento), reputación (valor atribuido), posicionamiento electoral (diferenciación) y posicionamiento público (categoría).
Sin dudas, ganar o perder las próximas elecciones en ocasiones dependerá del desempeño del incumbente actual y del aspirante a sustituirle. Por un lado, es la revisión y evaluación de promesas cumplidas y por cumplir, y por otro, es asumir una alternativa creíble, que es el fin del principal partido de la oposición.
Sus maniobras para ganar difieren. El que desempeña las funciones, hace propuestas que, más allá de la ideología, deben abordar con coherencia las problemáticas que enfrenta la población, y ejecutarlas. El camino de la oposición es pactar, confrontar y dar a conocer lo que de modo concreto plantea.
Según avanza el tiempo, el aspirante y su equipo reciben retroalimentación de sus propuestas y acciones y van «creyéndose la película», y cuando el fracaso les da en la cara, caen de bruces. En otros casos, ni siquiera el partido cree en el triunfo de su candidato.
Cuando se gana, el semblante de felicidad del triunfador es inminente. Cuando sucede lo contrario, la derrota le provoca un comprensible estado de frustración; tienden a escabullirse o encerrarse entre sus más directos colaboradores e incluso en el mutismo y la soledad.
¡Prepárese para la información de ese último boletín de resultados electorales y asuma con consciencia que habla mucho de usted cómo afronta el desenlace: si sabe ganar o si sabe perder!