Que no te vendan promesas vacías
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Los políticos tienden a no cumplir su palabra y hacer en campaña promesas de cosas que luego no conciben cuando están en el poder, sin embargo, siendo positiva, esto nos permite conocer las estructuras partidarias, promesas importantes de candidatos, tener una idea de acciones que desarrollarían cuando ganen y agenda que impulsarían al asumir el cargo.
Parafraseando la petición que realiza el cantautor español Joaquín Sabina, en la canción Noche de bodas, «que no te vendan amor sin espinas», igual queremos implorar, suplicar, rogar a nuestra clase política en la actual zafra electoral, que no nos vendan promesas vacías. Aunque desde la antigüedad ha existido cierto contubernio entre políticos y ciudadanos, respecto a las promesas, no es menos cierto que ese ajuste seguirá por los siglos de los siglos, pues el político continuará prometiendo y el ciudadano cumpliendo su deber cívico.
El tema de las ofrendas es tan remoto que Quinto Tulio Cicerón (102-43 a. C.) político y militar romano del siglo I a. C. hermano menor de Cicerón, quien advertía a quienes buscaban un cargo público en la antigua Roma lo siguiente: «Siendo la naturaleza humana como es, todos los hombres prefieren una promesa falsa a una negativa absoluta. Lo peor es que el hombre al que le has mentido puede enfurecerse. Si haces una promesa, el riesgo es incierto, a mediano o largo plazo y con pocos efectos. Pero si das una negativa puedes estar seguro de que ofenderás a muchos y al mismo tiempo».
Si hacemos una valoración crítica de sus propuestas, estas promesas de campaña podrían decirse que son algo positivo y como instrumento democráticamente legítimo permiten hacerse una idea clara de qué harían los candidatos en el gobierno, no obstante, a lo que aspiramos los ciudadanos es que no sean respuestas negativas, pero dosifiquen la ración de ofertas y que algunos temas sensibles no sean incluidos en el combo de ofrecimientos.
Parte el alma ver cómo ofrendan solucionar el alcantarillado del país, aprovechando las tragedias recientes, ocasionadas por el cambio climático. Todos sabemos que es un tema en carpeta mientras se contabilizan las víctimas, luego caemos en el eterno letargo esperar la próxima desgracia para volver a ofrecer soluciones.
A manera de recordatorio: el 4 de febrero del año 2010 los medios nacionales se hacían eco de la noticia «Ayuntamiento del Distrito Nacional y Gobierno acuerdan resolver drenajes de la capital en dos años». Alcaldía, CAASD y OPRET ejecutarían el ambicioso proyecto y aseguraron con vigorosa certeza que «ya la CAASD cuenta con un financiamiento del BID para la adquisición de un emisor submarino que recogerá las aguas de cañadas como la de Guajimía y que luego de tratarlas serán lanzadas a 5 kilómetros mar adentro por el litoral Sur». Hoy, aunque parezca un chiste de mal gusto, actores de primer nivel de esa época, aprovechan la tragedia ocurrida en el paso a desnivel de la 27 de Febrero el pasado mes de noviembre, para ofrecer solución a dicho problema.
Otro absurdo, prometer una solución a los tapones, ese caos en las principales ciudades del país, olvidando que por décadas han descuidado económicamente las provincias, situación que obliga a sus habitantes migrar hacia el Gran Santo Domingo, lugar donde el último censo habitan 3,798,698 personas, es decir, el 35.2% de los ciudadanos. A esta superpoblación de la ciudad se debe sumar dos factores más: 1) un parque vehicular que pasó de 2.2 millones de unidades en el 2007 a 5.4 millones en el 2022 y ninguna solución prometida se refiere a la prohibición de importación de vehículos; 2) una ciudad que creció atrofiada, sin planeamiento urbano.
Mejorar el sistema de salud y reducción o eliminación de impuestos no escapan a la ola de promesas, pero curiosamente esas conquistas son promovidas por individuos que desde el poder no impulsaron reformas tendentes a posicionar ese sector, crearon y aumentaron porcentajes de algunos impuestos que nos cobran hoy.
La salida a situaciones como estas exigen mayores compromisos de quienes pretenden dirigir el país. Ante escenarios inverosímiles como los vividos en campaña, no resultaría imprudente hacer caso a Bernard Baruch, «vote por el hombre que promete menos; él será el que lo desengañará menos».