
Lula
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En lo que algunos llaman un audaz regreso, Luiz Inácio Lula da Silva vuelve a ser inquilino de el Palacio de Planalto. Electo con el 50.9% de la votación y 60 millones 345 mil 999 votos, en una segunda vuelta, es una victoria que deja muchas interrogantes, pues una de las sorpresas del proceso eleccionario fue precisamente la alta votación de su oponente, el actual presidente Jair Bolsonaro.
Los resultados dejan claro el escenario en que Lula regresa al poder. Es un Brasil muy distinto al que gobernó en 2003, y mucho más al que dejó en 2011.
La impronta del ultraderechista Bolsonaro no se borrará tan fácil del escenario político y social del país que ahora gobernará el veterano dirigente político y sindical, que en sus dos gobiernos sacó de la pobreza extrema a más de 30 millones de brasileños y colocó a ese país en el mapa de los países con una economía robusta, elevando el prestigio internacional de la nación carioca.
Brasil está inoculado del virus de la división, un discurso discriminatorio y violento, y una sociedad que parece radicalizada en sus posturas ante temas cruciales como los derechos de minorías, el medioambiente y las ideologías.
El gobierno del derrotado presidente Bolsonaro, un exmilitar y ultraderechista, se caracterizó por no cumplir sus promesas de campaña, un pésimo manejo de pandemia de Covid-19 y por sus exabruptos frente a temas nodales como los derechos ciudadanos. Tampoco tiene logros económicos importantes para exhibir. Aún así, a Lula no le fue fácil derrotarlo. De hecho, la segunda vuelta prácticamente terminó en un empate técnico: 50.9% – 49.1%.
Y para no distar de su conducta nada pulcra, hasta el momento en que escribo estas líneas Bolsonaro no ha dicho ni media palabra sobre las votaciones del pasado domingo. Ha apostado, como es su naturaleza, a la destrucción como estrategia. Hoy han amanecido bloqueados más de 70 puntos neurálgicos de las vías públicas, acción dirigida por camioneros simpatizantes de Bolsonaro, lo que podría ralentizar aún más el clima poselectoral, marcado no solo por el silencio del Presidente, sino por protestas que se han extendido desde este lunes a 26 estados del gran país sudamericano.
Lula encara grandes retos: conciliar y reunificar la sociedad, enderezar la maltrecha economía, luchar contra la corrupción, que tanto daño le hizo y que sirvió para construirle un falso expediente para inhabilitarlo y meterlo a la cárcel. Pero sobre todo, su reto mayor es lidiar con un Congreso adverso, con partidarios de Bolsonaro decididos a boicotear toda iniciativa del nuevo gobierno.
La única garantía de éxito es su carisma, experiencia, ¡y muchísima suerte!