
Las primarias del PRM
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EL PROCESO.– El pasado domingo, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) llevó a cabo sus elecciones internas para escoger, entre otros cargos, al candidato a la presidencia por dicha organización. Marcó una pauta que debe mantenerse en el tiempo: en términos generales, el proceso fue ordenado y en paz. No hubo escándalos o ruidos significativos. El cambio promovido parece haber alcanzado a los viejos perredeístas, ahora perremeístas, y no se debe pasar por alto, porque establece un nuevo parámetro para el partido, pero también para los partidos. La sociedad política madura, y cada día se tranza por menos.
La Junta Central Electoral (JCE) jugó un rol preponderante, porque si bien es cierto que la militancia blanquiazul se mantuvo a la altura, no menos cierto es que el organismo rigió el evento con pericia. Los resultados estuvieron a tiempo, y en nuestro país eso es síntoma de avance. Hubo una que otra queja, pero propias de la naturaleza de estos torneos, y tan escasas que pudieran considerarse como margen de error, o el tradicional «derecho al pataleo». Sin dudas, este ejercicio democrático dejó al PRM y a la JCE bien parados, y sirve de brújula a los eventos por venir.
LOS VOTOS.– En la historia electoral dominicana, resulta inédito que un partido, en elecciones internas cerradas, obtenga más de un millón de votos, cómodo colchón para las elecciones que se avecinan, y demostración importante de músculo político. El actual presidente de la República, y hasta ese momento precandidato, Luis Abinader, obtuvo –como era de esperarse– la mayoría casi absoluta, al alcanzar más de un 90 por ciento de los votos, frente a Guido Gómez Mazara, con un 6%; y Ramón Alburquerque y Delia Ortiz, superando el 2% y 1%, respectivamente.
El evento concluyó con una actividad en la Casa Nacional del PRM en la que el presidente Abinader ofreció un breve discurso en el que resaltó el compromiso de su partido con las instituciones democráticas y la democracia. Felicitó a todos los precandidatos, y los exhortó a la unidad, palpable en los rostros de júbilo de los presentes. El cuidado de este aspecto fue tal, que previamente había hablado, al sufragar, de «ganadores» y de los que «siguen con el cambio», manejo del lenguaje propio para no crear asperezas y garantizar la oportunidad de espacio para los que no salieran beneficiados con la escogencia.
PERDEDORES.– En política no se pierde, se acumula, por lo que no es preciso llamarle así a los precandidatos que no fueron favorecidos por la mayoría. Las reacciones fueron distintas. Muchos pensaban que Guido Gómez Mazara iba a hacer un lío, pero no. ¿Y cómo habría de hacerlo si fue un ganador? Le contaron sus votos. Obtuvo un 6% con el que demostró que tiene base estructural propia para el 2028, y lo hizo frente al precandidato presidencial del país a quien los vientos de popularidad soplan con mayor fuerza. Y algo importante: el nicho de Guido fue el de los inconformes, porcentaje cautivo que su liderazgo ata al partido.
Esta columna había advertido que, en su momento, Gómez Mazara iba a estar a la altura, aunque algunos dudaban o apostaban a lo contrario. Delia Ortiz, aunque afuera del PRM no es tan conocida, sacó lo suyo, y se mostró contenta con los resultados. En el caso de Alburquerque, que alegó fraude, parece que entendió que no le convenía, ya que sin coro es difícil la orquesta, y ante el ruido la música impera, y ofreció ya declaraciones de unidad. Ahora se impone la conversación para consolidar la unidad pedida, y seguir perfilando el partido como la fuerza estandarte de un nuevo ciclo en la política dominicana.