Política del discurso
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LOS ACTORES.– Muchas veces, en el debate nacional, los políticos asumen posiciones o discursos –en algunos casos hasta con vehemencia– sin necesariamente estar convencidos ciento por ciento de lo que expresan, o careciendo de los conocimientos fácticos o teóricos a los que se refieren –ignorancia que puede ser real o deliberada–. De ahí que una discusión democrática que pudiera resultar fructífera, y en medio de la que pudieran florecer ideas que generen resultados cada vez más eficientes, pueda llegar a convertirse en un colorido campo de batalla, en el que se entremezclen, indistintas, inquietudes y propuestas sinceras con expresiones proselitistas político-partidarias.
Así las cosas, la opinión pública, los ciudadanos en general, deben estar siempre alertas para tomar y dejar con pinzas, de modo que puedan formarse un criterio lo más independiente y objetivo posible, a los fines de que, en el aspecto político, que más que a sectores es el que atañe a todos, y puedan formarse y asumir las posiciones que estimen necesarias. Lo anterior se relaciona a lo que ocurre con la discusión generada por la recién promulgada ley que crea la Dirección Nacional de Inteligencia, y que está causando diversos pareceres en la sociedad…
FILO POLÍTICO. – Justo luego de la promulgación de la ley que da creación a la Dirección Nacional de Inteligencia –y que además rige el Sistema Nacional de Inteligencia–, algunos sectores de la sociedad manifestaron que varios de sus artículos entrarían en conflagración con la Constitución de la República –tema que el presidente Luis Abinader ya ha ordenado explicar y consensuar–. A estas voces se les han sumado las de los partidos de oposición, que, ni cortos ni perezosos, han aprovechado la coyuntura para arrojar críticas al gobierno y al presidente. Algunas moderadas, otras superlativas o exageradas. No obstante, sin entrar al fondo jurídico, en el aspecto político causa curiosidad que la hoy ley, cuando era proyecto, pasó el filtro congresual en ambas cámaras, y ninguno de los partidos de oposición se opuso formalmente.
Muchísimos de los congresistas de esas bancadas hicieron causa común con el mismo, lo que querría decir que, o también estaban de acuerdo, o que ignoraban (deliberadamente o no) el contenido de la pieza. Si el desconocimiento era genuino, ¿esa es la calidad de la representación que ofrecen? Si fue deliberado, ¿qué tanto les importaría el país que habrían puesto delante de este la ‘estrategia’ de esperar la aprobación de la ley para luego arremeter contra el oficialismo? Luciría que asumir ese discurso podría dejar mal parados a la oposición legislativa, y sus respectivos partidos y candidatos, y, al mismo tiempo, con poco margen para que sus alusiones políticas sean meritorias y surtan sus efectos deseados…
TRUJILLO. – En esas lides, un sector de la oposición política más aguerrida se ha abocado a esgrimir que el presidente Luis Abinader, con la ley de marras, pretende constituirse en un Trujillo. Algo tan desproporcionado como risible. ¿Ha dado muestras el presidente de ser un gobernante autoritario? No. ¿Ha mostrado el presidente ser tozudo? No. Un primer mandatario que públicamente ha sabido rectificar cuando ha entendido que puede hacerlo mejor, definitivamente no reúne las características de un déspota o dictador, mucho menos un Trujillo.
Un presidente que se toma el tiempo de escuchar y de explicar, y de hacer un gobierno decente, con transparencia y moderado, ¿puede ser considerado como un tirano? No. Por tanto, las consideraciones de la oposición, no de los sectores sinceros que están abiertos al diálogo y al entendimiento, lucen ser movidas más por una política del discurso que por un interés real de arribar a soluciones… Puedo estar equivocado, pero es mi parecer…