
La oposición en la Plaza
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LA PLAZA.- Para esta columna, el expresidente Leonel Fernández, tuvo dos objetivos puntuales al convocar en la Plaza de la Bandera: cerrar definitivamente el debate de si era permitido o no hacer campaña y cambiar el color al escenario que sirvió en 2020 a la conclusión de un ciclo político. El primero se cuenta solo, y delante de la Junta Central Electoral. El segundo tiene sus bemoles. Siendo realistas, no podía esperarse un lleno en la Plaza, porque desde hace mucho tiempo el lugar es considerado como uno de los más difíciles en política –o el más–, por el tamaño, su forma geométrica y las dimensiones de las vías de acceso que lo alimentan.
Ni Balaguer ni Peña ni Bosch se atrevieron a intentarlo. Optaban por intersecciones o calles más estrechas, y en las que se pudiera jugar más con las imágenes. Igualmente, sería impensable tratar de alcanzar en el 2023 un efecto similar al de la ola social del 2020. Sin embargo, ante un gobierno que luce sumamente cómodo en las encuestas, y ante una oposición fragmentada en fuerzas antagónicas que proceden del mismo nicho electoral, y que luchan por el segundo lugar, a Fernández le convienen esos golpes de efecto: para febrero, para mayo y para legado.
EL DISCURSO.- Bajo reservas de contenido, algunos aspectos del discurso del ex presidente fueron aguerridos y hasta creativos. Lo que extraña es por qué en los medios y en las redes sociales muchos dirigentes de la Fuerza del Pueblo se concentran más en si llenaron el evento que en resaltarlos. Si fuera una canción de rap, los mejores punchlines del discurso pasan desapercibidos. Y aunque el gobierno tenga formas de contrarrestarlos discursiva y materialmente, el rol de la oposición es orquestarlos en una sinfonía rítmica y melódica. Una voz, muchos ecos, no lluvia de voces y ecos. La debilidad sigue siendo el tema haitiano.
El expresidente fijó una posición soberanista clara, pero debiera repensar lo del cierre de la frontera, o al menos pasar por alto ese aspecto, dejar que se lo lleve la corriente, y enfocarse en otros aspectos, porque en la realidad, no se puede imaginar una solución al tema del río con la frontera abierta. Máxime cuando se habla de misiones de paz, con el respectivo efecto que podrían generar en las bandas haitianas, y en los sectores que hasta el propio líder de la oposición tilda de anárquicos. Y hasta en ese aspecto existen diferencias entre voces y ecos intrapartidarios.
UNDERDOG.- Políticamente, el líder de la oposición no representa un riesgo electoral para el gobierno. Sin embargo, una persona que haya sido tres veces presidente de la República, y que tenga los niveles de influencia que tiene, local e internacionalmente, no es para ser subestimada. Nadie se sienta en esa silla de alfileres por carecer de virtudes. Siempre hay que tratársele con cautela y observación y en su justa dimensión: la de un estadista y político experimentado, ducho y sagaz.
No dormirse en laureles, porque en política, si ciertamente se respetan adversarios pequeños, mucho más a los grandes. Y como dato curioso, el tema de la sombrilla: parte del folklore de la política lo toma como un arma para decir esto o lo otro en términos personales o de carácter. Hay un enfoque más estratégico: en esta etapa conviene una imagen aguerrida, sin desmedro del derecho de cada quién a protegerse del sol o de la gripe. Pero conviene una imagen fuerte, políticamente desafiante, como también conviene que, en medio de un acto y discurso que busca crear efecto, al «líder» se le vea el rostro completo…