
Franquicias familiares
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Perder, solo en las elecciones. Los partidos minoritarios nacen, pero ni crecen ni se multiplican ni mueren. Son fraquicias casi familiares. El sistema dominicano es tierra fértil para que estas organizaciones surjan sistemáticamente cada cuatro años. Es el ciclo en que, tras el desprendimiento de una de las siglas tradicionales, se diseñen estructuras teóricas que en la práctica aspiran a recibir el beneplácito de la Junta Central Electoral. Lograr el reconocimiento oficial sirve para mucho: entrar en la repartición de recursos que se divide a razón de votos.
Para ese liderazgo emergente que es bendecido por la JCE, se equivocan aquellos que critican la gran cantidad de partidos que coexisten en todo el país. Carlos Peña, pastor y presidente del novísimo Generación de Servidores, argumentaba en la edición de la semana pasada, que «la existencia de los partidos es una manifestación clara de la escencia de la democracia. Los partidos deben ser, en términos cuantitativos, una cantidad tan necesaria como ncesario sea que cada dominicano se sienta representado».
El ex senador de Santiago, Julio César Valentín, expeledeísta, está en franco laborantismo para completar los requisitos que exige la ley para que la Junta Central reconozca su Justicia Social. Diferencias «ideológicos» forzaron su salida del PLD. ¿Qué ideología sustentará la filosofía teórica de su nueva formación política? Ni comunista ni solicialista ni de izquierda ni de derecha de centro ni de centroizquierda. No tenemos pistas. El cacique inmortal del Partido Revolucionario Independiente se resiste a ejercer oposición: su paso es inmininente donde se cocina el mejor guiso en las inmediaciones de Palacio.
Muchos de los partidos minoritarios que se sumaron al frente del Cambio que favoreció el triunfo del Partido Revolucionario Moderno en el 2020 caminan firmes de la mano de la reelección de Luis Abinader. Probablemente, otros que como el PRI estuvieron con Danilo Medina y el PLD en el gobierno, se sumarán al proyecto perremeísta. Es su razón de ser. Y no tiene nada de pecaminoso que aspiren a subir las escalinatas del Poder, cuestionable es que cambien de camisa con una facilidad prodigiosa.
Para estas franquicias familiares es ley de vida estar en sintonía con el Presidente de turno. Modus operandi de esa clase política cuyo principal desafío electoral es lograr un regidor en una demarcación con 500 o mil votantes, y así conservar el reconocimiento que los acredita como tal. La alianza con el poder suele producir de manera casi automática. Para la mayoría de la población, el sistema de partidos debe repensarse de acuerdo a nuestra realidad terroritorial y demográfica. Estarán otras cosas en juego, pero ninguna de ellas tiene que ver con la democracia.