El trabajo de la Junta Central Electoral
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Cada proceso, de manera cíclica, coloca al pleno de la Junta Central Electoral (JCE) en el epicentro de la desconfianza por parte, sobre todo, de los partidos. La suspensión de las elecciones municipales en febrero del 2020 intensificó esa incertidumbre más allá del espectro nacional de partidos: la ciudadanía también ve con ojos inquisidores la gestión que comprende la organización de la fiesta democrática que sustentan las libertades de las que gozamos hace muchos años. Pero la suspensión de aquella vez fue tan solo una de las tantas decisiones emanadas de ese pleno que sembraron en la gente un miedo como pocas veces se había sentido en tantísimo tiempo.
Afortunadamente, se votó para elegir a las nuevas autoridades municipales y posteriormente la ciudadanía pudo votar en paz –pandemia del coronavirus incluida– para posibilitar la escogencia de un nuevo presidente de la República y renovar los representantes en la Cámara de Diputados y en el Senado. La sangre no llegó al río. Decisiones que aprobó el pleno que antecedió al que hoy preside Román Jáquez Liranzo en las elecciones primarias internas del Partido de la Liberación Dominicana alimentaron que una gran cantidad de la población no comulgara con ellas, más cuando estas a todas luces se inclinaban a beneficiar a uno de los precandidatos en contienda.
Esa no es harina de otro costal. Que un dirigente de alto perfil del PLD –como vaquero de gatillo alegre– «denunciara» que pudo «hackear» una de las unidades durante la segunda prueba de los equipos tecnológicos que usará la Junta Central en las elecciones municipales y en las de mayo, tuvo una connotación que facilitó la libre interpretación de duchos e ignorantes. Sus palabras cayeron como un balde de agua fría, una autoflagelación política que obligó a la jefatura peledeísta a (re)accionar con rapidez para recoger lo que incomprensiblemente se había regado.
El pleno de la Junta Central Electoral, bajo la presidencia de Román Jáquez Liranzo se ha caracterizado por ir un paso adelante en todos los procesos de organización de las elecciones. Las señales que los jueces nos han transmitido, con el tiempo y tras el desafortunado final de la administración que le antecedió, pudieron alentar a la ciudadanía no con palabras, sino con hechos. Jáquez Liranzo llegó a la JCE con una hoja de servicio impecable también como presidente del Tribunal Superior Electoral. En su mandato, el TSE estuvo más activo que nunca enfrentándose a una ola irrefrenable de recursos que – si no se afrontaban con la responsabilidad, el carácter y la profesionalidad que les caracterizó– pudieron también afectar el curso de las elecciones que organizaba la Junta de ese entonces.
Hoy tenemos razones para confiar en el pleno de la Junta Central Electoral. Todo ha ido sobre rieles y aunque falta esperar por los resultados de cómo concluirá la organización de las elecciones municipales, el próximo 18 de febrero, hay que reconocer que estos magistrados –incluso con los partidos– han sido democráticos, flexibles y eficientes. ¡Y hasta tolerantes¡ A juzgar por su accionar en lo que llevan de gestión, en gran medida la ciudadanía hoy confía en la administración que ha servido la institución con Román Jáquez Liranzo como guía y máxima autoridad. Que todo siga como debe ir y como va.