
La convención del PRD
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Los procesos de renovación en las estructuras de liderazgo en los partidos no siempre se llevan a cabo en un clima democrático, participativo y en normalidad. Esa era la excepción de la regla en el vertiginoso sistema partidario nacional, en épocas que parecen superadas. El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en la era de Miguel Vargas Maldonado, que se prolonga por más de una década como líder y guía de los perredeístas, celebró el pasado domingo su XXXVIII convención nacional ordinaria en la que resultó reelecto el ex ministro de Relaciones Exteriores.
Un clima pesado se posó en los espacios de la Casa Nacional del PRD en los días previos de la convención, un ánimo de incredulidad sobrecogió a muchos que apostaban a que el proceso resultara un nuevo capítulo manchado en la hoja política del actual presidente y el resto de los vicepresidentes, secretarios y demás miembros que conforman la cúpula de la legendaria organización. Un total de 1,582 delegados fueron convocados para participar en estas elecciones. Las urnas se abrieron sin contratiempo a la hora señalada y los perredeístas, religiosamente para cumplir con su deber. 1,242 delegados asistieron a la convocatoria.
La comisión organizadora de la convención perredeísta, presidida por Janet Camilo, estuvo asistida por personal de la Junta Central Electoral, que validó el proceso. Miguel Vargas Maldonado fue elegido con el 75.71% de los votos, es decir, 938 delegados votaron por su plancha, la número uno; mientras que la número dos, encabezada por Junior Santos, obtuvo 301 votos para un 24.29%. Como pocos esperaban –se anticipaba incluso una crisis interna que concluiría en una división, provocada por el supuestos descontentos entre algunos dirigentes con el presidente Vargas Maldonado– los que no lograron ganar, aceptaron de inmediato los resultados de la convención. Junior Santos, que aspiraba a la presidencia y dejaba el cargo como secretario de organización, calificó el proceso como «una fiesta de la democracia» en la que los perredeístas demostraron madurez en este tipo de elecciones que históricamente provocaban feroces luchas internas que, en la posterioridad, afectaban su desempeño electoral.
Pero Miguel Vargas Maldonado en esta ocasión consiguió un éxito por doble partida. Se reeligió como presidente y logró que el PRD mostrara una conducta ejemplar en la organización de la convención. Este proceso materializa un anhelo de la clase política: que los partidos transiten sin dificultades por los caminos de la democracia, que estas convocatorias electivas no representen un peligro para la normalidad de la ciudadanía, de las instituciones, de las Altas Cortes, que son las que deben ventilar aquellos casos en que una de llas partes no quedan conformes con los resultados.
El PRD cierra la fase de elección de sus autoridades. Muchas de ellas siguen en sus respectivas posiciones, como es el caso del propio Vargas Maldonado, pero otros nuevos rostros se eligieron para desempeñar posiciones de perfil medio. Es oportuno reconocer que los perredeístas salieron airosos de esta convención. Felicitaciones para los ganadores, pero también para los que no lo fueron, porque también tienen ganancia de causa tras reconocer la victoria de sus adversarios.