En vísperas del debate senatorial
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DEBATES.– Hace algunos años sostenía el criterio de que los debates entre aspirantes a puestos electivos eran imprescindibles para la democracia. Seducido por el intercambio de ideas que se produce en estos vistosos escenarios, no concebía la madurez política de un país sin dichos intercambios. Los procesos de formación de opinión racional surgen de las realidades y las informaciones con las que se cuente. Por tanto, no hay que anquilosarse en preconcepciones, si hay elementos suficientes que den luz una nueva postura. La política es siamesa de la comunicación. Más doctos que quien escribe han advertido que los debates son solamente una forma de comunicar.
También hay otros medios, tradicionales o novedosos. La idea es llevar el mensaje al electorado. El desempeño de un candidato en un debate, no necesariamente es proporcional al de la gestión que realizaría o ha realizado. U excelente orador puede ser un mal gerente, así como un pésimo expositor puede ser tremendo funcionario. Aparte, en la mayoría de los casos, los debates son eventos planificados en los que se concilian temas y formas. Es como prepararse para un gran ejercicio histriónico, independientemente se acuda con buenas intenciones o con la verdad o la falsía. En lo que sí hay consenso es en que son muy importantes…
IMPORTANCIA.– Desde esta columna, consideramos la importancia de los debates es tres aspectos: los candidatos fijan posición sobre los temas a los que se exponen; el electorado puede detectar aspectos del carácter de los aspirantes y algunas de sus habilidades blandas; y sirven de base argumental para la creación de percepciones y narrativas. Por eso, aunque no se deben idealizar, tampoco subestimar. Una serie de debates entre dos aspirantes a la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica (USA), pero uno de ellos en específico, marcaron el hito de la comunicación política norteamericana: John F. Kennedy y Richard Nixon.
Hay un consenso casi absoluto de que las imágenes de ese intercambio, transmitidos por primera vez por televisión nacional, fueron determinantes para influir en el resultado de los comicios. La apariencia joven, enérgica, carismática, segura y elocuente de Kennedy, opacó el semblante sudoroso, aparentemente cansado y desorientado de un trémulo Nixon, por encima de la experiencia –o no– de cada uno. El pueblo norteamericano vería en el reflejo del fotogénico, la expresión de sus propios sueños, aspiraciones y proyección de futuro, lo que fue explotado por la narrativa que le subsiguió…
ESTRATEGIA.– Un debate no es solo hablar. Es comunicar. Y se comunica con palabras, pero también con lenguaje corporal (gestos, posturas, metal de voz), con hasta silencios. También escogiendo meticulosamente las emociones que se quiere transmitir, así como el momento preciso. Pero no al azar. Esto obedece a una estrategia de las campañas que toma en consideración la persona del candidato, su historial o trayectoria, sus posiciones públicas pasadas, presentes y futuras; su posicionamiento en el electorado, así como el de los temas a tratar. Y eso no aplica solo para los candidatos propios. Hay que analizar lo mismo en los adversarios.
Con ese insumo se crea cuidadosamente la exposición de un candidato y hasta las alianzas o discrepancias (desde débiles a fuertes) que ocurren en medio del escenario. Algo que nunca debe pasar inadvertido: siempre guardar dominio propio y recordar que no se asiente o discrepa con los demás participantes, quienes ya tienen sus ideas, intereses y objetivos concretamente formados. Se persuade al espectador, al electorado. La articulación de estas líneas precede al debate entre los aspirantes a senador por el Distrito Nacional de la República Dominicana, por lo que cualquier coincidencia o no es solo eso…