
Lenguaje no verbal: la fórmula mágica del convencimiento
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Cuando el individuo empieza a encontrarse con los conceptos de comunicación no le explican que él manejaría dos diversos tipos de lenguajes, y que para que fuera alguien encantador tenía que manejar la comunicación verbal y la no verbal, de hecho, en ese momento no le explican a los niños en qué consiste ese criterio. Sin embargo, en su adultez, y sobre todo si se dedica a desarrollar un rol incidente, le será fundamental que pueda articularlos de manera idónea. Él es responsable de cómo perciban a un candidato o de que no le crean sus planteamientos.
En ocasiones, antes de tener contacto con la implicación de poder combinar los elementos de ambos lenguajes, cuando una persona manejaba con desenvolvimiento lo que decía con la boca y lo expresado por su cuerpo, se solía interpretar como alguien que tenía carisma, pero los tiempos modernos trajeron la revelación de la fórmula mágica para encantar desde el ámbito de la política o del entretenimiento, ahora no es suficiente con tener conocimientos y montón de libros leídos, será necesario entrenar el lenguaje no verbal para que junto al lenguaje corporal sean la mezcla perfecta para ganar la credibilidad y arrebatar los aplausos, que pueden ser antesala del convencimiento.

Esos nuevos tiempos de que los que se habla, a pesar de que han traído con ellos herramientas y mecanismos para lograr la comunicación a mayor alcance, en menor tiempo, también demandan preparación y exhibir habilidades que busca un público más empoderado de estos recursos, que por ejemplo, en los tiempos de Winston Churchill solo eran del manejo adecuado de letrados, abogados, politólogos, asesores o periodistas.
Ya la audiencia sabe determinar por qué le atrae o qué le genera falta de conexión con determinado político. Es la preparación de su puesta en escena, que está sustentada en diferentes componentes, pero esencialmente en dos pilares: el lenguaje verbal y el no verbal.
El lenguaje no verbal es todo aquello que se transmite con el cuerpo: las manos, boca, cara, sonrisa, brazos, cabeza; mientras que el verbal se manifiesta expresando sonidos con la boca. Sin embargo, hay una fuerte tendencia en la escuela norteamericana de oratoria política que insiste en que por lo menos el 80 por ciento del peso de la comprensión de lo que se dice es responsabilidad del lenguaje no verbal. Es decir, que para ellos solo el 20% de la comprensión de lo que se expresa a las audiencias está alojado en el lenguaje verbal.

En este contexto, Rudolf F. Verderber y Kathleen S. Verderber en su libro Comunícate dan un perfil diferenciador a la comunicación no verbal, definiéndola como continua y multicanalizada, y que puede ser no intencional y ambigua, enfatizando en que es la principal transmisora de las emociones.
Los autores, a su vez, precisan que «las acciones son tan importantes para la comunicación que los investigadores estiman que en la que se da frente a frente, hasta el 60 por ciento del significado se transmite por medio del comportamiento no verbal (Burgoon y Bacue, 2003, p. 179)».
Por eso es tan fácil entender a los políticos que manejan correctamente ambos lenguajes, que dicho sea de paso en la mayoría de los casos, esta habilidad puede desarrollarse con entrenamiento y práctica sistematizada.
Pau Forner Navarro en su espacio reflexivo aborda el tema compartiendo su propia definición, resumiéndolo en que «el lenguaje corporal es una forma de comunicación que utiliza los gestos, posturas y movimientos del cuerpo y rostro para transmitir información sobre las emociones y pensamientos del emisor», también precisa que sus códigos suelen expresarse de manera inconsciente, y que esto suele ser un indicador del estado de ánimo de las personas.
Este aspecto de la carga de significado es muy importante y los que tienen el objetivo de persuadir y convencer deben ponerle empeño, comenzar por identificar cuáles códigos o mensajes su cuerpo envía sin que sean coordinados, porque este suele ser el principio de los problemas en la generación de los intangibles más importantes para un político o figura pública: generar credibilidad y confianza para obtener la atención y la intención de sus espectadores.
Los autores de Comunicación oral efectiva, Rudolf F. Verderber, Kathleen S. Verderber y Deanna D. Sellnow hablan del uso eficaz del cuerpo para comunicar de manera correcta, debido a que las audiencias pueden ver y escuchar al orador, afirman que un discurso conversacional y animado también se logra con el modo de usar el cuerpo. «Las características no verbales que afectan su discurso son sus expresiones faciales, ademanes, movimientos, postura y apariencia».
El lenguaje no verbal como generador de la confianza
La incongruencia entre lo que se dice y lo que se expresa con el lenguaje no verbal es el responsable muchas veces de que el político no conecte o no termine de convencer a su público meta.
Aunque el candidato sea bueno comunicando, no debe dejar a la suerte la expresión de su lenguaje corporal. Para ello debe entrenarlo, observarlo y evaluar cada movimiento, confrontándolo con lo que desea comunicar. En esto entra en juego la práctica de poner al evaluado a decir un mensaje, grabarlo y luego con los elementos de rigor, diagnosticar la congruencia entre lo que se interpretó y lo que deseó transmitir el orador.
Lenguaje corporal revelador de las emociones
Al ser un espejo de las emociones, todos los observadores pueden ver las debilidades del político expresadas en estas, porque su cuerpo lo ha contado sin ningún filtro, y esto suele ser uno de los elementos que más afecta al orador político, poniéndolo al desnudo y con desventaja frente a su contrario en cualquier escenario. Puede ser en un debate político, lo mismo que en una rueda de prensa por motivo de una situación de crisis política, en cualquiera de los terrenos si el lenguaje no verbal no está alineado, será una derrota casi segura.
Es conveniente que un político demuestre que es de carne y hueso, que tiene expresiones, sin embargo, debe también saber cuál es el momentum para dejar salir libremente cada una, porque una emotividad comunicada en un momento errado puede afectar la percepción de parte de sus destinatarios. De lo que se trata es de identificar el momento idóneo para acompañar las palabras y saber cómo transmitir la intención del mensaje.
Hay políticos que por tener un lenguaje inexpresivo denotan aburrimiento, falta de sensibilidad o una debilidad de carácter, lo que en todos los casos puede no ser cierto. Es importante lograr el enganche perfecto entre lo que se dice y demostrar lo que se está diciendo, con la intencionalidad deseada.
