
«El sector progresista va lograr un gran acuerdo unitario en este mes»
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Manuel Salazar pertenece a una generación de políticos que le ha correspondido desarrollar su carrera en la transición de la dictadura a la democracia. Incansable combatiente de las luchas populares de nuestro país por la conquista de libertades públicas y derechos democráticos, para muchos es el último gran líder estudiantil presidente de la Federación de Estudiantes Dominicanos.
Al frente de la secretaría general del Partido Comunista del Trabajo (PCT), Manuel Salazar ha sido un abanderado de la unidad de los sectores progresistas del país, en el entendido de que solo de esa manera se puede construir una alternativa electoralmente atractiva para atraer los más amplios sectores populares y de la clase media, con posibilidades de alcanzar el poder.
En ese afán por aportar desde su ejercicio político al frente del PCT, Salazar es parte de un esfuerzo de grupos de izquierda que han estado inmersos en un proceso de discusión con la finalidad de armar un bloque unitario que pueda participar con candidaturas comunes en las elecciones nacionales, congresuales y municipales del próximo año.
El destacado dirigente izquierdista conversó para País Político sobre estos y otros aspectos de interés y actualidad política.

Usted es portador de un discurso que plantea la unidad de las fuerzas democráticas para participar con propuestas electorales en común. ¿Qué participación puede tener el sector progresista, y qué se puede lograr en términos de unidad de caras a las próximas elecciones?
Si ha de haber una participación política decorosa de la izquierda y los sectores progresistas en las elecciones, eso está directamente relacionado con la unidad. No creo en que podamos tener una participación mínimamente decente e importante en las próximas elecciones sin la posibilidad de que podamos unirnos, de que podamos presentar candidaturas unitarias a todos los niveles. Siendo así, entonces la unidad sigue siendo una tarea pendiente.
Se está trabajando en eso, Estoy muy optimista de que se va a lograr un nivel importante de unidad, en el transcurso de este mismo mes. Lo digo consciente de las dificultades que hay, porque tenemos tantos años de dispersión, de fraccionamiento, que bueno, hay mucha incredulidad de si eso será posible. Pero yo creo que hay niveles importantes de aproximación que van a expresarse en una propuesta unitaria.
¿Cuáles fuerzas políticas están detrás de ese esfuerzo unitario?
Ahora mismo, prácticamente todos los grupos de izquierda. Gran parte de los grupos están apuntando en el sentido de que debemos hacer una unidad estratégica. En esa dirección estamos caminando juntos Frente Amplio, Patria Para Todos, Opción Democrática, Alianza País, Fuerza de la Revolución, el partido en el que yo milito, el PCT, distintos grupos que entendemos que debemos hacer un acuerdo de participación electoral unitario, sin que eso implique necesariamente romper con aquellos grupos entienden que no hay condiciones para participar.
¿Han desaparecido elementos que antes los dividía?
En esto prima una actitud madura de crecimiento político y emocional. Es decir, todos creemos en la unidad y que debemos avanzar en el sentido de una unidad estratégica de más largo plazo, pero una parte también entendemos que también debemos expresarnos en la coyuntura electoral, y entonces hay cierta tolerancia en eso. Los que creemos que se debe participar, bueno, entonces estamos discutiendo sobre eso, estamos avanzando, y creo que, fíjate, que hay algunos elementos que están en la base de estos acercamientos. Uno que hace tiempo ocurrió, pero que tú sabes bien que la división de los a veces estaba signada por diferencias sobre los filiaciones internacionales: los pro-chinos, los pro-rusos, los pro-albaneses, los pro-cubanos… ese tipo de cosas nos dividió. No nos dividía una valoración del carácter de la revolución dominicana, sino conceptualizaciones que se hacían en el extranjero. Pero eso ya no existe, una cosa buena que tiene la cosa mala de que haya desaparecido el bloque socialista. Eso ya no nos divide a nosotros.
Una segunda cuestión importante es que hoy día ya no existe fundamentalmente esa cuestión de si participar en un proceso electoral es revolucionario o no. Tú sabrás que en los años 70, todavía en los años 80 se decía que el que participa en un proceso electoral es un traidor. Esa creencia ha desaparecido también. Hoy, la mayoría de los grupos de izquierda consideramos que se puede participar en las elecciones.
Otro elemento que casi no se observa, pero que tiene una importancia extraordinaria y que ayuda al proceso de unidad, es que cada vez se asume conscientemente en los grupos de izquierda que somos diversos, que como nación somos diversos, que la diversidad no es algo necesariamente algo malo. La nación dominicana es diversa por naturaleza, es decir, nosotros somos un sincretismo cultural. Entonces, lo que debemos hacer es aprender a gestionar esa diversidad. Ahí entra un valor que es de izquierda y que nosotros nunca lo hemos querido asumir, y es que la tolerancia a lo diferente.

Ha surgido, y se ha ido posicionando en las redes sociales, lo que se le ha llamado «nueva derecha», con un discurso ultraconservador y negacionista de derechos humanos, especialmente contra la mujer y las minorías. ¿Cuál es la respuesta del sector progresista frente al avance de estas tendencias?
Lo primero que debemos reconocer es que somos deficitarios en ese frente. Es decir, estamos integrándonos a las redes sociales, estamos comprendiendo un medio que es hoy por hoy un frente de trabajo fundamental para la discusión de ideas, para contrarrestar los valores hegemónicos de la sociedad. Pero todavía somos muy deficitarios. Hay gente nuestra que todavía no tiene una cuenta de Facebook, que no tienen una cuenta de WhatsApp, un sector amplísimo de militantes revolucionarios que no participa de eso, y entonces resulta ser que la vida es por ahí que está corriendo y entonces tú estás fuera de la vida. Las redes sociales son un terreno en disputa en el que tú tienes que asumirlo así y trabajar, luchar en el propósito de salir victorioso, porque mientras no logremos una integración significativa del progresismo en sentido general, no solo los militantes, porque los progresistas que no están organizados son más, pues por cada progresista organizado hay 9 de izquierda que no lo están.
En las redes hay de todo. Yo estoy en la red, con cuentas de Facebook, Instagram, de Twitter, y cuando emito una opinión sobre temas políticos que generan polémica como las tres causales, la igualdad de género, los derechos de la comunidad LGTB, el tema de los migrantes haitianos, la cantidad de insultos llueven, pero ahí está el mensaje. Claro, hay que saber construir el mensaje. No es solamente tener acceso a las redes, ni pretender que nuestras ideas sean hegemónicas en las redes. Es saber comunicar las ideas, pues así como te digo que puedo recibir muchos insultos, he tenido experiencias muy positivas, gente que se convence de ideas que antes no conocían o veían de un modo diferente.

¿Cómo analiza usted el descenso de la participación popular en las luchas reivindicativas en nuestro país?
Yo pienso que ahora mismo hay un proceso de recuperación de las luchas populares, digamos de vinculación de la juventud a las luchas por el cambio, a las luchas reivindicativas. Al destacar este proceso de recuperación, estoy reconociendo que, evidentemente, a partir de 1986 específicamente, aquí hubo un descenso significativo de la participación de los jóvenes en las luchas populares. Yo diría que a partir de 1990, cuando se produce aquello de la caída del muro de Berlín, que colapsan los países considerados socialistas de Europa del Este, no solamente se reduce la participación de los jóvenes, sino que también hay un posicionamiento de los jóvenes en políticas conservadoras. Por ejemplo, uno de los hechos más significativos y chocantes para mí fue observar cómo, de más en más, jóvenes se vinculaban al balaguerismo, a partir del regreso de Joaquín Balaguer al poder en 1986, lo que se hizo más notorio a partir de la caída del bloque socialista en 1990.
Hubo una pérdida de las utopías, de propósitos supremos. La generación tuya, la generación mía –yo soy obviamente mucho mayor que tú, pero digamos que somos parte de una misma generación– crecimos con unas utopías. Esas utopías se pierden y entonces se reduce la participación de los jóvenes en los movimientos populares, en el mismo movimiento estudiantil que fue pujante, un eslabón vital de las luchas políticas en la República Dominicana, en las conquistas de las libertades públicas, por los derechos democráticos.
Yo creo que estamos en un proceso de recuperación, digamos que en unos formatos distintos y por demandas también distintas. Por ejemplo, ahora mismo la juventud está muy decidida a participar, de más en más se integra a las luchas de masas, a las luchas populares, pero esta vez reivindicando la defensa del medioambiente, derechos democráticos, y al mismo tiempo también cambian las formas en que esos jóvenes se están expresando. Antes, para nosotros eran las luchas callejeras la forma fundamental en que nos expresábamos. Hoy día, los jóvenes están renovando las formas de lucha. Es notorio en la fuerza que están teniendo, por ejemplo, los campamentos, las ocupaciones de plazas públicas, que son cada vez más masivas, que fueron elemento fundamental para que se produjera un cambio de gobierno en el 2020, digámoslos así, que ganara Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno. En Marcha Verde el componente fundamental era participación de los jóvenes, antecedidos por las jornadas de lucha contra cementera en Los Haitises, la lucha por la preservación de Loma Miranda, los Juicios Populares, que se hicieron prácticamente a nivel nacional.
Todo eso expresa un resurgir de las luchas populares en sentido general, pero muy especialmente, de la participación de los jóvenes. Creo que es alentador eso, y hay que seguir alentando esa participación, y cuidándola de que sean manifestaciones cívicas, que garanticen la masividad de esos movimientos, que no hayan componentes de violencia. Esa fue parte esencial de Marcha Verde, el carácter cívico, vinculante a grandes conglomerados de distintos estratos sociales en todo el país, luchas en las que la gente sabía que no se iba a producir un hecho violento que pusiera en riesgo la integridad de los participantes. Los padres iban con sus hijos, la gente iba en familia.

En ese proceso del que usted habla, parece que la izquierda perdió la batalla en el sentido de no hallar una respuesta estratégica adecuada a esa contracción de la participación de los jóvenes en la política y las luchas populares.
Tú lo has dicho bien. Vamos a decir que perdimos la batalla, perdimos espacio, porque no supimos comprender, no comprendimos a tiempo ese cambio de circunstancia, no hicimos la lectura adecuada a tiempo, y en consecuencia no pudimos definir las líneas políticas y crear las plataformas de trabajo adecuadas a esas nuevas circunstancias.
Pero debo decir que en el partido en el que yo milito nos dimos cuenta de eso, de qué está pasando que los jóvenes, que siempre han sido vanguardia en prácticamente toda parte del mundo, en todos los procesos históricos, empezaron a militar en posiciones conservadoras. A nosotros nos preocupó eso, e hicimos una investigación, porque empezamos también a darnos cuenta que parte de este proceso que te comento se expresaba también en el hecho de que cada vez más jóvenes estaban ingresando a iglesias de cualquier denominación. Como resultado de esa investigación pudimos establecer que los jóvenes no iban necesariamente por causas religiosas a las iglesias. Los jóvenes estaban yendo a la iglesia porque allí les estaban ofreciendo unas plataformas de trabajo, sobre todo culturales, había un atractivo cultural en las iglesias que los jóvenes buscaban, expresado en la música, el teatro, canto, danza, produciendo un trasvase hacia las iglesias de la militancia política, de la lucha contestataria.
Al comprobar este fenómeno, nosotros diseñamos una estrategia de trabajo, articulamos una propuesta cultural para los jóvenes, y entonces comenzó ese proceso de recuperación, que todavía se está dando. Es muy lento todavía, pero se está dando. Fíjate que todavía el FEFLAS se mantiene; no es el mismo FEFLAS de antes, obviamente, como no lo es la UNER, como no lo es ninguno de los otros grupos, pero la cultura se ha convertido en el componente principal de esa recuperación.
Los campamentos, por ejemplo, esos que se han estado instalando en muchos lugares para defender los recursos naturales, surgen del movimiento estudiantil. El campamento de Gonzalo por la defensa de Los Haitises, surge precisamente como una respuesta de esta investigación que hicimos. Montamos un campamento con un gran componente cultural, una forma distinta de lucha. Ese campamento convocó la solidaridad de todos los sectores del país. Venía gente hasta de Dajabón en solidaridad con los jóvenes que estaban allí. El campamento fue exitoso, porque logró que no se instalara la cementera en Gonzalo.
Esto nos ha permitido establecer una matriz, una conclusión política. Antes, cuando yo ingresé al movimiento revolucionario, la idea era que íbamos a hacer una revolución, y después íbamos a hacer una revolución cultural, como ocurrió en China. Hoy nosotros decimos lo siguiente: no, vamos a hacer una revolución cultural primero, y la revolución cultural va a conducir a una revolución política.
Hoy día hay que hacer una revolución cultural que desmonte todos los antivalores que el neoliberalismo ha impuesto en la sociedad. Entonces la cultura se convierte en un eje central del trabajo para atraer a los jóvenes, y al mismo tiempo, ese trabajo cultural desmonte los antivalores dominantes y abra entonces compuertas a una revolución política.
¿Cómo encarar la actitud de las clases dominantes frente a la cultura, su apoyo a los antivalores culturales?
Pienso que la primerísima cuestión que tenemos que hacer en la perspectiva del movimiento revolucionario es convertir el trabajo cultural en un eje central, no en una cuestión marginal, complementario, como algo de relleno. Hay que cambiar esa visión. Es necesario aquilatar el poder de convocatoria que tiene la cultura, el que tiene la música, la canción. Aquí tenemos ejemplo de ello. Siete Días con el Pueblo fue una gran manifestación política, pero teniendo la cultura como eje articulador. En esos años que se hizo Siete Días con el Pueblo, nunca pudimos hacer manifestaciones de esa envergadura para reclamar las libertades públicas, la libertad de los presos políticos. Y es que la cultura convoca, nuestras raíces, los años de gloria de nuestras luchas.
En los años en que yo me inicié en el movimiento revolucionario, lo hice a través del trabajo cultural, de los clubes culturales y deportivos. Pero eso es irrepetible. Sin embargo, tenemos que inventar formas nuevas de trabajo que coloquen la cultura en el centro.

¿Cómo usted valora la lucha contra la corrupción en el actual gobierno?
Yo creo que la lucha contra la corrupción fue su buque insignia, digamos que a partir de la toma de posesión, durante unos ocho o nueve meses. Pero esa lucha ha perdido ímpetu, y si bien es cierto que hay que llevar a cabo los procedimientos adecuados para que las querellas no se caigan por estar mal fundados, considero que ha perdido ritmo el esfuerzo por castigar la corrupción, y conjuntamente con eso, también han aparecido brotes y prácticas de corrupción en áreas del Gobierno, y el Gobierno ha lucido muy parco, muy lento en establecer las sanciones drásticas que merecen.
Sin embargo, creo que esa lucha se mantiene viva porque al frente del Ministerio Público hay una mujer como Miriam Germán, sobre la que gran parte del pueblo dominicano tiene cifradas sus esperanzas que llevará las cosas hasta las últimas consecuencias. Pero tienen que apurar el paso, pues empieza a predominar la duda de si se castigará la corrupción. Y esa sería para el pueblo una de las más grandes derrotas políticas de los últimos tiempos, porque la corrupción daña el desarrollo, porque dinero público que debe ser invertido en salud, educación, en seguridad social, en la generación de empleos, va a bolsillos de particulares.
En el primer gobierno de Leonel Fernández, cuando el Presupuesto General era de unos RD$350 mil millones, Leonel dijo que la corrupción, de una u otra manera, se llevaba el 35%. Hoy, cuando el Presupuesto es de más de un billón, imagínate tú cuánto se lleva la corrupción.
Una de las virtudes de Marcha Verde es que puso en evidencia ese daño al desarrollo social y económico del país.
Por otro lado, la corrupción hace un daño terrible a las instituciones, pues no pueden evitar que se produzca la corrupción, y tampoco pueden castigarla, y entonces desacreditan las instituciones, y sin instituciones no hay procesos democráticos.
Un tercer daño que provoca la corrupción, más terrible aún, es que la corrupción no castigada daña la moral colectiva, pues cuando no se castiga ese delito, ahí está el mensaje de que se puede hacer riqueza mal habida, se puede robar y no hay consecuencias, es decir, a robar todo el mundo.
Este es el dilema en este momento. El Ministerio Público tiene que apresurar el paso, tiene que hacer una comunicación más eficaz, más eficiente, de tal manera que el optimismo que se generó con las pesquisas a la corrupción en los primeros días de este Gobierno no sucumba ante el pesimismo y la desconfianza que yo creo que en este momento es dominante.
¿Cuál es su postura frente al proyecto de Código Penal que cursa en el Congreso y la intención de aprobarlo sin las Tres Causales?
El problema fundamental del Código Penal, que es esencialmente conservador, pero que como todo en la vida, no es que no tenga luces, es que la discusión, así como la ley de la Seguridad Social, se mantiene en un marco muy conservador. Pienso que diputados como José Horacio Rodríguez, Pedro Martínez y Juan Dionisio Rodríguez deben salir a las calles con esa discusión, porque, en el marco de cómo está constituido el Congreso Nacional, de ahí no va a salir un Código Penal que tenga ribetes liberales, progresistas.
Sería bochornoso que se apruebe un Código Penal que no tenga claro el tema de las Tres Causales. Creo que esos tres diputados deben hacer uso de su poder de participación, que es el derecho que tienen de intervenir, de proponer, de decir cosas, en el Congreso. Pero tienen que saber que ellos son tres, en un universo de 190 diputados, por lo tanto, la fuerza de ellos está en vincularse con el movimiento popular, con el movimiento social, salir a las calles, y desde allí, generar una situación que contribuya a que los demás diputados tengan que ver las cosas de otra manera. Es decir, tengan que responder a sus electores. No veo perspectivas de que pueda salir un Código Penal digno en el actual Congreso Nacional. No lo veo.
Un firme militante revolucionario
Manuel Salazar Almonte nació en Sosúa Abajo, Puerto Plata.
Su interés en la política surgió a temprana edad con su participación en clubes culturales y deportivos, de donde ingresó al movimiento estudiantil, convirtiéndose en líder del Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS), y militante del Movimiento Popular Dominicano. Fue miembro fundador del Partido Comunista del Trabajo, del que actualmente es secretario general. De profesión economista, Salazar ha dedicado su vida a la lucha por las libertades y los derechos democráticos. Respetado por su integridad como ciudadano y dotes de gran revolucionario, Salazar valora la importancia de la participación de los jóvenes en los procesos de lucha de los pueblos.
«Yo crecí en los años 70 vinculado fundamentalmente a los clubes culturales y deportivos, que eran en aquellos momentos frentes de luchas callejeras. Esas luchas tenían una característica, porque eran el gobierno de los 12 años, y eran luchas por las libertades públicas, contra la represión. No eran tan masivas, pero eran sistemáticas. Solamente en la Universidad esas luchas se hacían grandes, con la participación de miles, como cuando se reclamaba el presupuesto para la UASD».
«El endeudamiento con el sector privado es una bomba de tiempo»
«Creo que se ha ido apagando esa luz, que fue lo distintivo del Gobierno, su buque insignia que fue su voluntad castigar la corrupción, que se hizo evidente nombrando a Miriam Germán al frente de la Procuraduría General de la República. Están predominando otras cuestiones que a mi me parecen terriblemente negativas, en el sentido de que mantienen al país en el mismo rumbo en que lo mantenía el PLD. Por ejemplo, las privatización de bienes públicos, cubiertas en el eufemismo del fideicomiso, que no es necesariamente malo, pero los propuestos son envolturas de prácticas privatizadoras. Otro elemento muy peligroso es el endeudamiento. Este Gobierno está tomando deuda para pagar nómina, y el endeudamiento externo crece de manera exorbitante, con la característica de que el mayor componente de la deuda no se está desarrollando con instituciones como pudiera ser, por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo, sino con el sector privado, a prestamistas, a especuladores internacionales con los que el Gobierno se está endeudando emitiendo bonos. Y eso tiene un peligro, pues cuando tú te endeudas con organismos como el BID o el FMI, tú tienes los rejuegos de la renegociación, pero con esta gente del sector privado no.
Ese endeudamiento, y mayoritariamente con el sector privado, es una bomba de tiempo.
Abinader, un hombre honrado
«Quiero destacar que el presidente Luis Abinader es un hombre honrado. No creo que sea una persona que se esté aprovechando del erario público ni se va a aprovechar del erario público con fines particulares, de aumentar su fortuna. Estoy convencido que es un hombre honesto. Pero él ha dicho «Yo soy el Presidente de los empresarios», y esa es una afirmación desacertada».