
José Horacio Rodríguez: «Antes que de izquierda o de derecha, me considero un demócrata»
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José Horario Rodríguez es un joven dirigente político que pertenece a una nueva generación de izquierdistas que cultiva un liderazgo fresco, comprometido y coherente con su discurso.
Nieto de José Horacio Rodríguez Vásquez, miembro de la Raza Inmortal que enfrentó con valor la tiranía de Trujillo, y biznieto de Juancito Rodríguez, connotado opositor trujillista, a José Horacio la política le corre por las venas, igual el legado del compromiso que hereda de sus ancestros.
Diputado del partido Opción Democrática que lidera Minou Tavárez Mirabal, ha destacado en el Congreso Nacional como un defensor de los derechos de las minorías y por su intensa labor en las distintas comisiones que le ha tocado trabajar.
De carácter risueño y afable, José Horacio es un conversador natural, que plantea con firmeza su visión de un país donde todas las personas vivan con dignidad y garantía de sus derechos.
En una conversación en exclusiva para País Político, el joven legislador habló de sus orígenes en la política, de sus proyectos en la Cámara Baja, de su pensamiento sobre la profesión, entre otros temas relevantes.
Antes de Opción Democrática, ¿tuviste alguna militancia política?
Había trabajado de voluntario en campañas, específicamente con Minou. Cuando ella se postuló era del PLD, y a mí nunca me interesó formar parte de ese partido, sin embargo, a ella sí la apoyé.
Pero ya a nivel de organizarme, la primera vez que formé parte de un espacio de participación política fue para el año 2011, en una organización que se llamó Proyecto Sur, que aglutinó a muchos jóvenes en esa época, con interés político.
Luego me fui a España a mis estudios de maestría, y cuando regresé, en 2013, ingresé a otro proyecto, Camina RD, y ahí también conocí a mucha gente, que venía, sobre todo, de la sociedad civil, de medios de comunicación, que tenían interés y conciencia de la importancia de organizarse políticamente. Gente que venía de participar en el movimiento social, y que entendía que había que dar el paso hacia lo político. Fui parte del equipo coordinador de Camina RD.
Había mucha gente buena, valiosa, que sigue participando, cada quien desde su espacio. De Camina RD salgo cuando Minou renuncia al PLD y dice que va a formar un nuevo partido. Me sumé de inmediato a la búsqueda de firmas, al diseño de un nuevo proyecto político y a formar equipos, a recorrer el país. Eso fue en verano del 2014. Aún no tenía nombre el partido. Lo decidimos en conjunto; el nombre de Opción Democrática fue una propuesta del compañero Samuel Bonilla.
Trazamos una estrategia para cumplir con los requisitos que exigía la Ley Electoral en ese momento.
Nos planteamos como meta reunir más de 90 mil firmas, abrir locales y conformar directivas de trabajo en cada una de las provincias del país; completamos ese proceso un año después, en agosto de 2015, cuando depositamos el expediente ante la Junta Central Electoral solicitando el reconocimiento formalmente.

¿Qué tipo de izquierda encarnas?
Yo me defino como un político de izquierda, pero de una izquierda que tiene un matiz que yo creo viene dado de la idea de que la izquierda tiene que ser democrática en este tiempo, acogerse a los principios básicos de la democracia.
Pero yo, antes que de izquierda o de derecha, me considero demócrata. Eso para mi va primero. Luego viene ese bagaje, visión ideológica. Para mí, hay dos desafíos que tiene la izquierda: abrazar la democracia, y también los derechos humanos. Yo no estoy de acuerdo con ningún modelo de izquierda que no sea garante y respetuoso de los derechos fundamentales, de los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la Convención Americana de los Derechos Humanos, y que están consagrados en nuestra Constitución dominicana. Por eso no puedo, a veces, simplemente por una afinidad ideológica, defender a regímenes que no garantizan esos derechos.
Por ejemplo, ahora mismo yo entiendo que en Nicaragua hay una dictadura, y aunque ellos reivindiquen valores de izquierda, no puedo defenderlos ni identificarme con eso. ¿Por qué? Porque se están violando derechos humanos, hay persecución política, ahí no hay libertad de expresión, no hay libertades políticas, no hay elecciones limpias, por lo tanto esa no es una izquierda con la que yo me pueda identificar.
Yo me identifico con una izquierda como la que está gobernando ahora en Chile, por ejemplo, que está comprometida con la justicia social, que está comprometida con la lucha contra las desigualdades sociales, que tiene claro cuál es el rol de Estado para garantizar la redistribución de la riqueza, pero que es democrática y tiene claro su compromiso con la defensa de los derechos humanos.
Yo creo que hay un componente generacional en eso. Es decir, yo creo para nosotros (yo soy milennial) la forma en que nos criaron y como crecimos, la democracia y los derechos humanos son innegociables. Entonces, hay una izquierda quizá de otra generación, que terminó comprometiendo esos valores a favor de otros principios que, en ese caso, no compartimos.
¿Cuál fue el fondo que provocó la separación?
El paso por Alianza País yo creo fue una experiencia de mucho crecimiento y aprendizaje, y que agradezco a muchos compañeros aliancistas que nos abrieron sus puertas y nos dieron espacio para la participación política, y con quienes entiendo tenemos mucho más afinidad que diferencias. Sin embargo, a veces hay formas que son insalvables, porque, como tú dices Yoni, terminan afectando el fondo.
Yo veo la política como un proyecto colectivo, no como un proyecto individual, y un proyecto colectivo implica la posibilidad de tener una plataforma abrace múltiples liderazgos y no que esté diseñada para un solo liderazgo, hegemónico. Lamentablemente en Alianza País no había espacio para otros liderazgos, desde la experiencia que nosotros vivimos.
Yo espero que Opción Democrática sí pueda dar cabida y cobijo para el crecimiento y surgimiento de muchos nuevos liderazgos que este país necesita, en todo el territorio nacional para cambiar de prácticas políticas y de cultura política, que no nos cimentemos sobre un liderazgo único que termine siendo el definitorio en cada uno de los aspectos de la vida partidaria, sino que haya democracia interna, que las decisiones se tomen en colectivo, y que celebremos y nos sintamos orgullosos de los liderazgos que surgen y no lo veamos como una amenaza, si no como una fortaleza.
¿A qué crees tú se debe esa incapacidad unitaria de la izquierda en nuestro país?
Por un lado, yo creo que ha habido poca vocación democrática. Para que haya unidad no basta con que haya afinidad ideológica. Tiene que haber mecanismos que nos permita construir esa unidad, y esos mecanismos tienen que ser democráticos. Pero, para mí, peor que la incapacidad de construir un proyecto unitario, el fracaso histórico, quizá, que ha tenido hasta ahora la izquierda en República Dominicana viene dado por una incapacidad de conectar con el electorado, de presentar una propuesta política que el electorado compre, vea viable y atraiga, la apoye, porque, desde que cualquiera de esos proyectos progresistas o de izquierda sean capaces de conectar, yo creo que la unidad va a caer por su propio peso. Si uno conecta con el electorado, y se convierte en alternativa con posibilidad de poder, todos los demás grupos con esa misma línea ideológica, yo creo que terminarán aglutinándose alrededor.
Creo que no ha logrado [la izquierda] presentar un discurso al electorado en el que se entienda cómo le beneficia esta propuesta alternativa de gobierno en su día a día, cómo le cambiaría su calidad de vida, su dignidad… ahí, yo creo que está la clave para, a futuro, poder pensar en poder.
La izquierda avanza en Latinoamérica. ¿Cómo ves la perspectiva en RD de construir un liderazgo que convierta la izquierda en una alternativa con vocación de poder?
Es un desafío la posibilidad de construir una alternativa política de izquierda con verdadera vocación de poder y con posibilidad de alcanzar el poder. Pero yo creo que eso va a depender del trabajo que nosotros hagamos en lo delante. El momento es auspicioso, porque la gente ha entendido poco a poco que este modelo ya no da para más, y cada vez hay mayor conciencia de que las leyes que se han aprobado en las últimas décadas, muchas de ellas han sido un engaño, un fiasco para favorecer a pequeños grupos, al margen de las mayorías; estoy pensando por ejemplo en la Seguridad Social. En la medida que la gente adquiere conciencia de eso, entonces busca mirar para otros lados.
Considero que hay todas las posibilidades, pero va a depender de que se pueda articular un movimiento con capacidad para conectar con el electorado, con la ciudadanía con una propuesta política confiable, creíble, viable. Las condiciones están dadas, ahora depende de que se haga el trabajo.
Si no, la gente mira pa’trá, ¿no?
Si uno ve cómo se han comportado los países de la región y del hemisferio, son flujos. Hay momentos en que los píses giran hacia un lado y luego hacia otro, buscando el camino. Yo creo que eso es sano para la democracia, que ninguna corriente política prevalezca por tanto tiempo, sino que se pueda ventilar.

Marcha Verde, Plaza de la Bandera… ¿Se agotó ese movimiento?
Yo creo que cumplió una etapa, pero el país está cosechando lo que Marcha Verde sembró. Lo que se está viviendo hoy de investigaciones de personas que uno creía eran intocables es resultado de esas movilizaciones de 2017 y 2018. Hoy nosotros no tuviéramos el Ministerio Público que tenemos, ni tampoco los casos en la Justicia que se están ventilando si no hubiéramos vivido ese remendón ético que significó la Marcha Verde. Fue como una sacudida moral del pueblo dominicano que dijo ¡no, a mi sí me importa la corrupción, yo si creo que está mal robar desde el Estado, eso nos empobrece, y estamos hartos! Por ejemplo, ¿cuándo se había visto un ministro de la Presidencia que tiene que renunciar porque el Ministerio Público está investigando un caso que lo salpica? Eso no se había visto. Yo no lo había visto y tengo 34 años. Claro, nunca es suficiente. Siempre hay que seguir exigiendo más, y se tendrán que rearticular esas fuerzas, porque muchos de quienes participamos de Marcha Verde y de quienes fueron organizadores de ese movimiento ahora mismo están en el Estado, y eso es bueno que así sea, porque eso permite ese refrescamiento del Estado, y esa circulación de nuevas ideas en los espacios de toma de decisiones. Tendrán ahora que demostrar que son coherentes con lo que desde las calles defendían.
En mi caso, creo que lo he sido. No he dejado de ser activista. Por supuesto, entiendo que el rol de un político es distinto al de un activista, pero de alguna manera he llevado el activismo que durante años expresé en las calles ahora dentro del Congreso Nacional, con otras reglas de juego, otra dinámica, pero al final son esas mismas luchas que estoy llevando adentro del Congreso, las que expresamos con pancartas en las calles.
Sin embargo, algunos critican que muchos líderes de Marcha Verde ingresaron al Gobierno.
Yo creo que a cada quien hay que evaluarlo como tal, pero si tú sigues defendiendo lo que tú defendías en la Plaza y en las calles, eso es bueno, porque se necesita gente dentro que defienda la justicia, que defienda la lucha contra la corrupción, la buena educación, la institucionalidad, el medio ambiente, la ética. Hay que llevarla adentro, esas luchas. Quienes movilizamos esas luchas no podemos quedarnos como espectadores.
Hay quienes prefieren que los activistas nunca estén en posiciones de poder, que siempre se queden en las calles…
¡Claro, muy cómodo, para que los que tienen el poder se queden ejerciéndolo siempre, mal, y beneficiándose de él! Lo que uno no puede es defraudar, lo que uno no puede ser es incoherente. Y esa coherencia la hemos mantenido firme. Por ejemplo, yo dije claramente que no estaba de acuerdo con las exoneraciones, y yo renuncié a las exoneraciones. Lo malo fuera que yo era un activista en contra de eso, y desde que llego lo primero que hago es que las cojo. O sea, ahí sí, porque dejé de ser un activista.
¿A qué atribuyes la postura de la mayoría de los legisladores que se han opuesto a aprobar el Código Penal con esos derechos?
Definitivamente este es un Congreso más conservador que el anterior. Pero creo que hay una combinación de razones, porque no aplica para todo el mundo el mismo criterio. Hay muchos legisladores que actúan genuinamente por principios y convicciones se oponen al reconocimiento de los derechos de las mujeres y de las minorías. También hay mucha otra gente que simplemente por miedo al costo político, al señalamiento, no se atreven, y es lamentable que así sea, porque yo incluso creo que están cometiendo un error de cálculo.
Al final, ahí afuera hay un pueblo mucho menos conservador de lo que la gente cree, y tú ves las encuestas y por encima del 50% la gente está a favor de las tres causales, como excepciones. ¿Por qué eso no se ve reflejado en la composición del Congreso? Hay sesgo y un fallo en la representatividad, pero hay un componente que viene dado por las iglesias y el miedo que se tiene a no poder repetir, o ganar con estos grupos en contra abiertamente, pero yo creo que eso es un error de cálculo creer que, porque este es un pueblo que profesa la fe cristiana, todo el mundo por eso va a estar en contra. No es así. A mí se me acerca gente para decirme «mira, yo soy católica y practicante, y sin embargo yo estoy de acuerdo con las tres causales», igual de otras confesiones. Conozco a muchas pastoras evangélicas que han asumido posturas de defensa de la vida de las mujeres en estas circunstancias.
¿Tendremos Código Penal en esta legislatura?
Ya yo no me atrevo a predecirlo. Podría pensar que sí, pero uno con este tema nunca sabe. Yo lo que sí apuesto es a que, de aprobarse el Código, el Presidente sea coherente con lo que han sido sus posiciones y lo observe, lo devuelva al Congreso para que le puedan ser incluidas las causales, para que pueda aprobarse sin la posibilidad de discriminar a ningún grupo, imprescriptibilidad de la corrupción, sin posibilidad de brechas para que se ejerza violencia contra la niñez disfrazada de disciplina, sin jurisdicciones militares que permitan quebrantar la igualdad que debe existir todas las dominicanas y dominicanos a la hora de hacerse justicia por cualquier delito cometido, temas que quedan todavía por ser resueltos en el Código. Los últimos dos presidentes anteriores al actual han observado el Código, y entre sus observaciones están incluidas las tres causales.
No creo que el presidente Abinader sea más conservador o negador de derechos que sus antecesores.