El rojo de Cristina Fernández: un grito de combate
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Cristina Fernández de Kirchner utilizó la semiótica para enviar el mensaje político contundente y congruente con su comportamiento en el arte de ejercer la política, que conforme a la teoría de la psicología del color comunica poder, fuerza y pasión escenificadas, en contraposición a la imagen de alguien derrotado. Fue vestida de rojo a la toma de posesión del electo presidente de Argentina, Javier Milei, uno de los detractores más enérgicos de la corriente que ella lidera dentro del peronismo, que es el kirchnerismo.
Su lenguaje corporal complementó la escenificación de su discurso puesto en marcha en una combinación del color y la gestualidad. Transmitió empoderamiento, firmeza y madurez política, no solo por su larga trayectoria desempeñando puestos en el Estado, sino, como perfil político, que con su actitud anunció que se había perdido una batalla pero no la guerra.
Fernández de Kirchner caminó erguida, dando pasos con seguridad, alternándolos con el movimiento natural de sus brazos, conforme avanzaba para ingresar al edificio del Congreso. Mostró una imagen de estadista, y estar en atención durante su rol en los actos protocolares.
Fue un discurso transmitido con base a la imagen que produjo el color modelado por ella, así como el significado que dejó en el imaginario de la audiencia local e internacional. A juzgar por la simbología, el kirchnerismo no está derrotado, y empieza ahora un nuevo episodio en la lucha por el poder de ambos polos, entre los que hace 40 años pendula el gobierno argentino en la era democrática.
En la traducción de los códigos que estipula la teoría de psicología del color, de acuerdo a la interpretación de la experta en imagen Olga Macía: el rojo «es un color atrevido que denota calor, peligro, poder, pasión y fortaleza. Es el color elegido cuando buscamos el look perfecto para una velada romántica, o cuando queremos destacar nuestro carácter o queremos que no nos olviden. El color rojo usualmente se asocia con una mujer fuerte».
Esta explicación genérica concuerda con eso que provocó Cristina al asistir a la juramentación de su contrario ideológico, le tocaba poner la frente en alto, actuar con formalidad y firmeza y demostrar que no estaba disminuida o amedrentada con su contendor, aunque otros, contrarios a ella, calificaron la elección de tonalidad como un desafío y falta protocolar, ya que en la mayoría de los casos y países se establece una etiqueta de vestimenta comprometida con los colores oscuros, que lleven el mensaje de formalidad.
A esta actitud, se sumó la demostración de un trato afable con el nuevo mandatario, incluso, provocando la conversación empática y distendida al preguntarle acerca del tallado que mostraba su bastón en la parte superior, donde aparecen los caninos propiedad del presidente, siendo este un momento de oportunidad para que interactuaran a través de uno de los temas que genera mayor emociones en el político conservador: hablar acerca de sus cinco perros, entre ellos uno que ya ha fallecido.
La demostración de fortaleza no se hizo esperar, cuando de manera más explícita la exvicepresidenta realizó una (peineta), una señal con su dedo mayor a alguien que le voceó algo que le disgustó, y sin dedicarle la mirada continuó caminando con postura derecha hacia su cita con la evolución de la democracia de su país.
Para la consultora Macía si se va a evitar una confrontación o discusión, lo mejor es no llevar puesto el color rojo, pero como la Kirchner no quería desaprovechar la ocasión de colocar su relato, diciéndole al mundo que aún se mantiene en pie.