
Dos sacerdotes han sido presidentes de República Dominicana
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En nuestro libro Presidentes dominicanos en la historia, uno de los elementos que se destaca es el hecho de que República Dominicana ha tenido dos presidentes que fueron sacerdotes en ejercicio.
Debemos tener presente que nuestra nación fue ideada por Juan Pablo Duarte teniendo como soporte fundamental la fe y el cristianismo. Incluso el lema que sirvió de guía a los trinitarios fue el de «Dios, Patria y Libertad», lo cual significa que Dios estaba en primer lugar al momento de definir la patria dominicana.
Desde sus inicios, en la historia de nuestro país la fe ha jugado papeles importantes y la Iglesia, sobre todo la católica, ha estado siempre muy vinculada al poder y sus mecanismos de ejercicio. De ahí que parece una consecuencia lógica que dos destacados sacerdotes en ejercicio, Fernando Arturo de Meriño y Alejandro Nouel, hayan sido presidentes de la República.
Monseñor Meriño, el primer sacerdote presidente
Monseñor Fernando Arturo de Meriño fue el primer sacerdote en ocupar la primera magistratura del Estado. Su presidencia duró dos años, del 1 de septiembre de 1880 hasta el 1 de septiembre de 1882. Desde muy jovencito unido a sus actividades clericales siempre se mantuvo muy apegado a las lides políticas. Participó como diputado en la Asamblea Constituyente de Moca en 1858, la cual aprobó una de las constituciones más progresistas que ha tenido la nación.
El padre Meriño fue militante del Partido Azul y un protegido político del héroe restaurador, general Gregorio Luperón, quien lo propuso como candidato presidencial de ese partido para las elecciones de 1880. El juramento como presidente de la República lo hizo vestido con su atuendo de sacerdote.
Era un extraordinario orador y ha sido catalogado por muchos historiadores como uno de los mejores oradores políticos de la historia dominicana, y uno de los sacerdotes de mayor capacidad para la conexión con la feligresía. Fue arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, el mayor puesto de la jerarquía católica, de 1885 a 1906.
Por ser un defensor de la independencia y la soberanía nacional, llegó a tener serios enfrentamientos políticos, primero con Pedro Santana, a quien combatió fuertemente por haber anexado la nación dominicana a España, y luego con Buenaventura Báez. Ambos, Santana y Báez, hicieron que el padre Meriño se fuera al exilio.
De sus enfrentamientos políticos con Báez hay una situación que es muy recordada por los historiadores. Al tomar el juramento de Báez para su tercer gobierno, en diciembre de 1865, dijo una frase que expresa una de las más duras realidades del poder. Le dijo a Báez lo siguiente: «Nuestra nación es un país donde es tan fácil pasar del destierro al solio presidencial, como del solio presidencial a las barras del Senado».
Esto significaba que cualquier político dominicano podía ir del exilio a la presidencia, pero también ir de la presidencia a ser juzgado, condenado y apresado. Todavía hoy en día, esa es una gran realidad del poder.

El padre Meriño desarrolló un gobierno que en principios se adecuó totalmente a los valores progresistas del Partido Azul, de Gregorio Luperón. Respetó las libertades públicas, apoyó e impulsó el desarrollo de la educación primaria y superior, subsidió publicaciones provinciales, mantuvo control de las aduanas y aumentó los ingresos del Estado, entre otras medidas positivas.
A pesar de su historial como defensor de las libertades y los derechos humanos, fruto de la inestabilidad política y de los intentos de sus opositores de derrocarlo, el padre Meriño tomó una decisión que pone un punto sumamente negativo a su figura y a su obra como presidente, como político y más aún a su condición de cristiano y seguidor de Jesús.
Se trata del famoso y nefasto «Decreto de San Fernando», promulgado el 30 de mayo de 1881, mediante el cual se establecía la pena de muerte en contra de toda persona apresada con las armas en las manos, con la intención de derrocar al Gobierno.
Avalado por ese decreto, el general Ulises Heureaux, Lilís, quien era ministro del Interior y Policía del padre Meriño, desarrolló una persecución en contra de todos los opositores al Gobierno, provocó el suicidio del expresidente Cesáreo Guillermo y fusiló a todos los que le acompañaron en su levantamiento contra el Gobierno de Meriño, incluido su cuñado Luis Pecunia, quien rogó clemencia a Lilís, pero no le fue dada.
Es un gran contrasentido, y una de esas grandes contradicciones e ironías en la historia, el hecho de que un sacerdote, una persona que se supone debe practicar el perdón y la misericordia, que como Jesús debe amar al prójimo como a sí mismo, haya aprobado e impulsado desde su Gobierno, un decreto para implementar la pena de muerte.
Arzobispo Nouel, el segundo sacerdote presidente
El otro sacerdote que alcanzó la presidencia de la República lo fue el arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Su período de gobierno fue del 1 de diciembre de 1912 hasta el 13 de abril de 1913.
El arzobispo Nouel fue otro cura católico que estuvo siempre vinculado a las lides políticas. Al igual que el padre Meriño, fue diputado y miembro de la Asamblea Constituyente en 1903. Asimismo, fue arzobispo Metropolitano de Santo Domingo desde 1906 hasta 1935, sustituyendo en ese puesto al padre Meriño.
Ante la grave crisis y la inestabilidad política que vivió la nación, tras el asesinato del presidente Mon Cáceres en noviembre de 1911, el arzobispo Nouel surgió como la persona neutral y honorable que generaba confianza, idónea para dirigir el país y tratar de conciliar las graves confrontaciones entre los partidos jimenista y horacista.

Fue designado presidente provisional de la República Dominicana a través de un decreto dictado por el Congreso Nacional, el 30 de noviembre de 1912, el cual establecía un gobierno provisional de dos años.
Con su designación se buscaba restaurar la paz y la estabilidad política en el país. El Gobierno estadounidense, encabezado en ese momento por el presidente William Howard Taft, siempre lo instó a que se mantuviera gobernando y le ofreció su ayuda económica y militar para sostenerle.
Respaldado por la Convención de 1907, el Gobierno de Estados Unidos le facilitó un préstamo de 1 millón 500 mil dólares para que pudiera pagar los sueldos atrasados de los empleados públicos, que no cobraban desde hacía más de seis meses, y para resolver otras situaciones.
Sin embargo, fruto de las grandes contradicciones entre los jimenistas y los horacistas, el Gobierno del arzobispo Nouel vivió momentos de mucha incertidumbre, de mucha tensión y de constantes problemas.
En abril 13 de 1913, sin poder resolver los graves problemas políticos y con el país al borde de una guerra civil, el arzobispo Nouel presentó al congreso nacional, su carta de renuncia a la presidencia de la República. De ahí en adelante se retiró de las actividades políticas y se dedicó de lleno a sus tareas religiosas.
El caso de Morales Languasco
Algunos historiadores afirman que hubo un tercer caso de otro sacerdote que fue presidente de la República. Se trata de Carlos Morales Languasco. Pero si bien Morales Languasco fue sacedorte, no cabe en el renglon de presidentes-sacedortes pues cuando asumió la presidencia de la República ya había colgado los hábitos religiosos.
Morales Languasco renunció al sacerdocio en agosto del 1900, siendo en ese momento diputado al Congreso. En el mes de febrero del 1901 contrajo matrimonio con Aurelia Castellano Pelegrín y se dedicó de manera plena al ejercicio de la lides políticas. Alcanzó la presidencia casi dos años después, en el 1903. Su mandato se inició el 24 de noviembre de 1903, cuando asumió provisionalmente el gobierno después del derrocamiento del presidente Alejandro Woss y Gil. Luego asumió la presidencia constitucional hasta 12 de enero de 1906, cuando presentó su renuncia ante el Congreso Nacional.