
Analogía de una intentona golpista
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Hay un peligro real en América, la democracia en el período de dos años se ha visto amenazada desde el norte (Estados Unidos), hasta el cono sur del hemisferio, (Brasil). La lucha entre los progresistas y los ultraconservadores ha tenido por escenario ambas naciones desarrolladas, pronóstico nada halagüeño para las más pequeñas y con institucionalidad más frágil.
El 6 de enero del 2021 seguidores del otrora presidente Donald Trump irrumpieron en el congreso norteamericano, aprovechando la celebración de la sesión más relevante para esa democracia, la de la transición de mando presidencial. Amparado en un mensaje manejado subliminalmente en ocasiones, y evidentemente en otras, a través de la comunicación política, el entonces candidato a la reelección provocó que sus admiradores intentaran evitar la «crónica de una muerte anunciada», que esa institución legitimara la victoria de su contrincante Joe Biden.


Un año más tarde, con la diferencia de dos días en el mes de enero, los admiradores de Jair Bolsonaro, colega de ideología y forma de proceder de Trump, emulan la acción del Capitolio, y resquebrajan la dignidad del congreso brasileño, Palacio del Planalto y el Supremo Tribunal Federal (STF), representación y simbolismo de sus poderes.
Las fuerzas más liberales y las más conservadoras mantienen una lucha por el poder en el continente americano. Solo que en muchos de los países hay ciudadanos que no están conscientes de la implicación de los gobiernos de uno u otro.
A pesar de la evolución hacia gobiernos progresistas, en América Latina los conservadores nunca han estado de vacaciones, han renovado las formas para hacerse del poder. El momento de esplendor de las dictaduras en el hemisferio entraron en decadencia, muchas de estas auspiciadas por las brisas del Norte. Sin embargo, los mismos procesos sociales les han hecho probar un sorbo de esa sopa, representado en la actitud de Donald Trump.
Como dijera el consultor Ezequiel Parolari en una entrevista a País Político, diferentes países en Latinoamérica han pendulado de un lado a otro políticamente, una vez le apuestan a los conservadores y en otra impulsan a progresistas.
En esa línea, el pueblo brasileño elige al Partido de los Trabajadores con Ignacio Lula Da Silva, luego lo premia con la continuidad al frente del Gobierno y le pasa la directriz a su compañera de partido, Dilma Rousseff, pero ésta es víctima del manejo de las fuerzas antagónicas y debe renunciar a la presidencia por acusaciones de manejo irregular de fondos del estado, y en Brasil el poder como si fuera un péndulo se movió de los progresistas a los brazos del ultraconservador.

¡Retratados por Serrat!
En varias estrofas de la canción Macarras de la moral, Joan Manuel Serrat, uno de los compositores más certeros en plasmar temas políticos a través de la poesía, describe con cualidad profética la conducta política que caracteriza a los dos líderes estadounidense y brasileño. En esta canción se pueden ver reflejadas las semejanzas entre estos. Estas letras serán utilizadas a lo largo de este artículo para subrayar sus mismas formas de actuación.
«Son la salsa de la farsa. El meollo, del mal rollo. La mecha de la sospecha. La llama de la jindama. Son el alma de la alarma, del recelo y del canguelo. Los chulapos del gazapo. Los macarras de la moral».
Los dos han asumido posturas de ser salvadores de sus naciones, sin embargo, tanto sobre Trump como de Bolsonaro pesan expedientes acusándolos de acciones ilícitas. Ambos tendrán que acudir a un tribunal a responder por incitar a golpistas, mientras se vendían como entes éticamente inobjetables.
Ambos de comportamiento agresivo ante cualquier escenario, incluyendo delante de los medios de comunicación, y lo de la moral, hay que ver la acusación a Trump de que migró empresas a China, entre otros cargos.
Los dos son empresarios que incursionaron en la política.
Ambos denuncian fraude electoral sin presentación de pruebas

Donald Trump tendrá que responder a la justicia por haber alimentado la idea de que se manejó irregularmente el proceso eleccionario en el estado de Georgia y otros lugares, en detrimento del Partido Republicano, cuestión que de la cual no pudo aportar pruebas, pero que sí utilizó como si fuera una gran verdad para incitar a sus seguidores a actuar en función de sus prácticas ultrarradicales.
«Los estados claves por los que luchamos ahora, yo los gané con mucho margen»; «Y tengo que decir que, si perdí, seré un perdedor muy elegante (…) Pero uno no puede aceptarlo cuando roban, manipulan y amañan».
Pero el propietario de la torre Trump nunca presentó las pruebas de estos supuestos hechos, mientras desde sus seguidores se desplegaba una campaña de comunicación intensa, enfatizada en la difusión de noticias falsas o fake news al respecto, asimismo, circulaban videos en las redes sociales y chats de Whatsapp con videos editados donde se aparentaban las presuntas irregularidades electorales en su contra.
Bolsonaro rehusó reconocer su derrota, depositando un recurso ante el Tribunal Superior Electoral asegurando que hubo «indicios de errores graves que generan incertidumbre y hacen imposible validar los resultados generados».

Jair Bolsonaro acusó al partido ganador de la presidencia brasileña de haber realizado acciones contra la ley para ganarle las pasadas elecciones, pero no mostró pruebas de ello y salió del país hacia Estados Unidos, evadiendo hacer el traspaso de mando a Da Silva.
Ninguno legitimó el proceso electoral como lo debía hacer un abanderado de la democracia.
Implicación militar
En los dos casos, desde el Congreso se señala que hubo implicación de parte de altos mandos militares, lo mismo que actuación negligente para contrarrestar las actuaciones de los perpetradores de las agresiones a las instalaciones congresales.
En los análisis de ambos hechos se concluye en que se subestimaron los mensajes difundidos de manera pública anunciando la invasión de las instituciones.
Se retrasó la llegada de fuerzas en auxilio de la seguridad de las instituciones asaltadas.
Las autoridades que en jerarquía estaban por encima a la de las instituciones respondían al liderazgo de Trump y de Bolsonaro, respectivamente.
Estrategia de comunicación
Se corrieron campañas de comunicación dirigidas de manera estratégica, fundamentadas en la táctica «divide y vencerás»; infundiendo el temor en los indecisos y cohesionando a los más radicales a través de las emociones, por ejemplo, el odio, nacionalismo, racismo, discriminación. Manipulación de los sentimientos de los ciudadanos por medio de pensadas directrices, dirigidas por los hilos del neuromarketing político.
Utilización de los medios masivos para difundir materiales editados y manipulados para hacer creer a la audiencia que eran veraces. Impulso de las fake news.
Las redes sociales capitalizadas en contra de la verdad, creación de contenido para impulsar la violencia en detrimento de los contrarios y se aprecia la agresividad como lenguaje transversal de las intervenciones de estos dos políticos del continente.
Como si fueran mellizos de pensamiento, estos dirigentes enfrentaron a los medios de comunicación como enemigos mortales, pronunciando descalificativos en espacios destinados a estos como ruedas de prensa y encuentros, típico de los líderes autoritarios y antidemocráticos.
Difusión de teorías conspiranoicas. Estrategia de guerra política que es muy efectiva, «miente, miente que algo queda». Esta ha sido llama de la flama en ambos países.
Joan Manuel Serrat canta:
«Anunciando apocalipsis van de salvadores y si les dejas te pierdes infaliblemente. Manipulan nuestros sueños y nuestros temores, sabedores de que el miedo nunca es inocente».
En función de esta táctica política los empresarios alimentaron el temor de muchos ciudadanos vendiendo a sus contrarios como representantes de un tipo de comunismo coartador de libertades, que se constituiría en amenaza para sus vidas, el desarrollo del país y represor de la práctica capitalista. He aquí sus frases al respecto:
«Si Biden gana vamos a caer en una depresión».
Esto lo dijo durante el último debate electoral donde se enfrentaron en el año 2020, como una forma de amedrentar a los electores con supuesto descalabro económico que traería una administración demócrata, acción que no funcionó para las mayorías conforme se evidencia en los resultados electorales.
Fuera del marco electoral, hay que recordar la notoriedad alcanzada por este cuando desarrolló una campaña en contra de la existencia del coronavirus, y de cómo propagó la teoría conspiranoica contra las vacunas para enfrentar la enfermedad, lo que provocó un saldo estimado de 600 mil personas muertas en Brasil.
Cuenta el periódico El País que Bolsonaro se manifestó con esta expresión al ser preguntado por periodistas acerca de los incrementos de muerte por la política de salud asumida por su liderazgo:
«¿Y? Lo siento, ¿qué quieres que haga? Soy Mesías, pero no hago milagros» (abril de 2020). Al publicar la cita, el medio español reflexiona que es «otra agresiva respuesta a la prensa cuando Brasil llegó a las 5,000 muertes. A día de hoy, el país suma casi 700,000 fallecidos por covid-19, muy por encima de la media mundial por número de habitantes».
Asimismo, en uno de los intentos para infundir el miedo contra el dirigente del Partido de los Trabajadores, Bolsonaro asegura acerca de Lula Da Silva que:
«Lo que está en juego en las elecciones es el futuro de la nación. Brasil era una cleptocracia. Lula fue el jefe de una gran organización criminal. No podemos continuar en el país del robo», según cita el medio El Debate.
Mensajes persuasivos
Aquí se acude nuevamente al cantautor catalán con unas letras perfiladoras del comportamiento de los férreos políticos.
Dice Joan Manuel:
«Hay que seguirlas a ciegas y serles devoto. Creerles a pies juntillas y darles la razón que: «El que no se quede quieto no sale en la foto…» «Quien se sale del rebaño, destierro y excomunión».
Tan real es la metáfora que como una práctica recurrente de los líderes populistas, manipulan a los ciudadanos creyentes de la fe cristiana con frases bíblicas o utilizando a Dios como imán atrayente.
Trump
«Tenemos que reconstruir a nuestro país como era antes de la plaga de China. El éxito nos va a unir».
En ocasiones suavizaba los mensajes públicos para atraer esos votos que estaban indecisos o que no se decidían por temor a su temperamento volátil y agresivo.
Bolsonaro:
«Juntos, con fe, conseguiremos nuestros objetivos. Es una misión que tengo y solo Dios me saca de esa silla [de la presidencia de la República]» (mayo de 2022).
Cuando asegura que solo Dios podía moverlo del puesto presidencial, explícitamente le advierte a las instituciones democráticas de Brasil que no aceptaría un resultado diferente a quedarse como presidente del país, por las buenas o por las malas. Y por supuesto, esto une a sus seguidores y enfatiza la posición de radicales y hasta de algunos afectados en su salud mental, moviéndolos a atacar a los órganos responsables de no legitimarlos como partido gobernante y a que emprendieran acciones vandálicas para agredir las figuras democráticas. El resultado: daños al congreso y otras instituciones públicas.
Actitud del liderazgo político opositor
Como si fuera el desarrollo de una teoría política, Serrat los predice de esta manera:
«Sin prisa pero sin pausa, esos carcamales organizan sus cruzadas contra el hombre libre más o menos responsable de todos los males porque piensan por su cuenta.
Sueñan y lo dicen. Si no fueran tan temibles nos darían risa. Si no fueran tan dañinos nos darían lástima. Porque como los fantasmas, sin pausa y sin prisa, no son nada si les quitas la sábana».
Acciones de choque
Ambos compartieron expresiones cuidadas en la narrativa para no ser explícitos, pero en el fondo, son motivadoras de rebeliones, implícitamente justifican y son propulsoras deliberadamente de la reacción de sus seguidores, a quienes en muchos de los casos los domina un comportamiento dramáticamente violento.
Trump:
«Caminaremos hasta el Capitolio». Fue una frase que para los congresistas demócratas y muchos republicanos encendió la chispa del fuego cruzado que los seguidores de Trump iniciaron, provocando un saldo de cinco muertos y decenas de agentes policiales heridos.
Bolsonaro:
«Los actuales movimientos populares son fruto de la indignación y el sentimiento de injusticia de cómo se dio el proceso electoral». Dijo con sorna justificativa al ataque al congreso brasileño, pero moviéndose a los Estados Unidos para no realizar el acto protocolar de entrega de la presidencia, como manda la actuación de un estadista, evidenciando que no cree en los principios ni en las formas de respetar los procesos democráticos.
Sendos casos se constituyeron en heridas simbólicas al fortalecimiento democrático, y en un golpe de amenaza al estilo político progresista, no solo para Da Silva y Biden, sino que se consolida como un mensaje contundente contra los demás gobernantes liberales del continente, y de la nueva política, sin embargo, en este contexto de fragilidad para los gobiernos democráticos es un mensaje poderoso el hecho de que ambos exmandatarios tienen una alta probabilidad de acudir a los tribunales a responder por los intentos desestabilizadores de los que se les responsabiliza.
Comportamiento antidemocrático
Trump y Bolsonaro:
» Comportamiento antidemocrático.
» Violentadores de los procesos democráticos.
» Incumplimiento de protocolos como figuras de las formas del estilo de gobierno democrático.
» Lenguaje agresivo en contra de los medios de comunicación.
» Utilización de la influencia y la incidencia contra el respeto a la diversidad y la disidencia.
» Articulación de seguidores contra la legitimación del proceso electivo a favor del contrario.
» Sometimientos judiciales respecto de sus manejos.
» Sometimientos judiciales responsabilizándolos de incitar a las revueltas, agrediendo las instituciones representativas del poder de sus naciones.
» Ambos utilizan la broma, el sarcasmo y la ironía como figuras de su lenguaje para comunicarse.
» Los dos recurren a teorías de conspiración sin temor a la falsedad, ni a las consecuencias que podrían ocasionar.