Zoológico humano
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La muerte esconde el gran misterio de nuestra especie. Los humanos tenemos la presunción de que somos los únicos seres vivos conscientes de su finitud. En esa incógnita, en esa certeza de que en algún momento incierto vamos a morir se edifican muchas nuestras creencias metafísicas y Dios en el centro de todas ellas.
Desde que tenemos uso de razón nos preguntamos qué hay después del último aliento, qué pasa con nosotros cuando nuestro cerebro cesa en sus funciones. Eso que llamamos alma o espíritu ¿dónde va cuando el cuerpo se convierte en un simple amasijo de nervios sin interacción química destinado a descomponerse?
Esa cuestión es la que intenta abordar en ese ambicioso proyecto literario llamado Zoológico humano. Con paciencia de orfebre el autor va hilvanando la historia de siete vidas distribuidas en varias etapas de la humanidad con un común denominador: cada uno de ellos tuvo la oportunidad de morir y luego resucitar para completar su destino, su misión vital.
«Morir no es dormir sino despertar» reflexiona Simón Hernández, escritor venido a menos, víctima de un bloqueo de autor, luego de sufrir el robo de toda las historias por publicar que tenía guardadas en su computador, que pasa por la experiencia de la muerte en circunstancias risibles y que luego regresa a la vida con la misión de contar lo visto en el más allá.
Su personaje asume la tarea de contar las historias de otras seis vidas que también vivieron y contaron también sus andanzas en el mundo de la muerte: una monja hereje de los tiempos de la Inquisición, un enterrador oscuro de la era medieval, una vidente colaboradora de Dumas, Víctor Hugo y Napoleón III, un boxeador alemán combatiente en la Gran Guerra, un astronauta gringo, una estrella punk y una profesora china proveniente de un mundo distópico dominado por los robots.
En cada uno de estos personajes hay una pulsión neurótica, una cierta inconformidad con sus vidas chatas que adquiere una nueva dimensión una vez tienen su primera muerte. No quiero extenderme en detalles para no revelar el contenido de la trama, lo único que diré es que esta es una novela que debe ser leída con paciencia, porque ciertamente hay un punto en el que uno no sabe a ciencia cierta hacia dónde va el autor, si es que acaso en medio de ese sopor narrativo uno mantiene las esperanzas de que llegue a algún sitio.
Sin embargo, hay un punto de inflexión al que Silva Romero llega de manera tranquila, sin grandes aspavientos pero que nos atrapa con la fuerza que solo las buenas ficciones (las grandes ficciones) son capaces y a partir de ahí la lectura fluye y uno comprende que haber transitado por ese terreno árido de la narración era necesario para que todas las piezas encajaran de manera magistral.
Aunque Zoológico humano inicia como una indagación sobre la muerte, termina convirtiéndose en una reflexión sobre la vida en nuestro tiempo y, quizás en una sutil critica al ser humano del presente siglo con sus fobias, sus filias y su corrección política: «En las cuentas de Facebook o de Twitter o de Instagram o de TikTok o de Tinder, patéticas y tiernas, están las pruebas de que todo el mundo es raro y el que llame raro a otro es un imbécil». Sentencia Simón Hernández casi al final de la tarea autoimpuesta de contarle a los vivos cómo viven los muertos y sobre cómo se llega a la vida después de visitar la muerte, porque «al final se vive porque requiere un poco más de coraje seguir con vida, porque vivir es sinónimo de valor».
Zoológico humano es un acierto total, una novela que, sin ser portentosa, cumple a cabalidad la misión de ser una buena ficción. Recomiendo su lectura.