Vivir de o vivir para la política
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Los casos recientes de compra de dirigentes y de renuncias de muchos militantes que durante 16 años se beneficiaron del poder nos obligaron a desempolvar un clásico ensayo de la ciencia política para releerlo y ver de qué lado se encuentra esos áulicos que no pueden vivir fuera del Palacio.
No tenemos que citar ni referenciar los casos, pues la sabiduría popular, bien ha expresado que, a buen entendedor, pocas palabras bastan, y, por lo tanto, mencionar caso por caso, sería generar una publicidad innecesaria, lo cual no pretendemos, pues estas líneas no son para insertar agujas (¡Ay, Doctor!), sino para provocar una reflexión de qué clase de políticos necesita la sociedad de hoy en día.
Hace 105 años Max Webber escribió un ensayo titulado «la política como vocación», en la cual señalaba que hay dos maneras de hacer de la política una profesión, o se vive «para» la política o se vive «de» la política. El expresidente de Uruguay, José Mújica, siendo más enfático, expresó que: «La política no es un pasatiempo, no es una profesión para vivir de ella; es una pasión con el sueño de intentar construir un futuro social mejor».
Por lo tanto, los que viven de la política generalmente se corrompen sin disimulo, se enquistan en el poder, buscando obtener su botín anhelado, como tener acceso a los recursos públicos como si fueran de ellos o de recibir un cargo dentro del tren gubernamental. En cualquier caso, en ningún momento, aunque así lo manifiesten ante la opinión pública, tienen la intención de trabajar para mejorar las condiciones económicas y sociales del pueblo. De lo anterior se colige que, quienes viven de la política no tienen el sentido de propósito, pues solo pretenden disfrutar de los beneficios que el poder les otorga; son políticos transaccionales, es decir, te doy esto a cambio de aquello, donde aquello se traduce en prebendas y favores que se pagan con nuestros impuestos, pues como bien señalaba Margaret Thatcher, el Estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, solo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. Ese alguien eres tú. No hay dinero público, solo hay dinero de los contribuyentes.
De ahí la importancia de que nosotros, como ciudadanos, independientemente de nuestras simpatías políticas, estemos conscientes de la existencia de este tipo de políticos en el ecosistema electoral, para así dar un voto de castigo. Pero no solo eso, todos debemos estar alerta y dispuestos a exigir las transformaciones necesarias para que exista un marco institucional donde impere y se aplique la ley a los que la violen para evitar que a través de los fondos públicos se cree un mercado persa, donde el que vive de la política se venda al mejor postor.
En cambio, vive para la política quien, al decir de Viktor Frankl, la convierte en el sentido de su vida, marcando el rumbo con objetivos a largo plazo y un plan estratégico para lograrlos, influyendo en sus audiencias y creando un sentimiento de propósito colectivo.
Hoy, la sociedad dominicana demanda políticos que se preocupen por la sociedad que recibirán las nuevas generaciones, creando las condiciones actuales que generen florecimiento económico, cultural y, por supuesto, una política altruista guiada por valores humanitarios y que buscan el bien generalizado.
Recuperar la política como servicio es una de las condiciones para el renacimiento de la política dominicana. Hay quienes piensan que es una tarea para las nuevas generaciones, sin embargo, es un compromiso presente que no admite demoras. La política seguirá siendo una actividad de servicio público, pero hoy lamentablemente representa más un motivo de preocupación que de esperanza, donde prime una auténtica voluntad de servir. Caramba, ¿cuándo volverán esos tiempos de servir al partido, para servir al pueblo, o de primero la gente?
Es hora de ir pensando en eso a la hora de votar por los gobernantes de hoy para evitar los males del mañana.