
Sin alianzas no hay triunfo
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La reforma constitucional del 1996 que configuró el escenario de la doble vuelta electoral si ningún candidato a la presidencia alcanzaba el umbral del 50 por ciento más uno, redibujó y revalorizó un sistema de partidos compuesto en su mayoría por organizaciones que se las ingenian para alcanzar una cuota mucho más generosa que lo que aportan al triunfo de un político. La mayoría de las veces, la percepción supera la realidad y de eso sí que sabe la clase política. Corriendo ya la aguja del reloj del calendario electoral, para este caso el plazo tope está señalado para noviembre de este año, los tres partidos principales coinciden, cada uno por su lado, en una férrea ofensiva para lograr el apoyo de la mayor cantidad de aliados.
Definido el 50 más uno del 1996, y solo en esa ocasión en la historia política se presentó el escenario de una segunda vuelta, cuando Leonel Fernández logró el acuerdo del Frente Patriótico que unificó al Partido de la Liberación Dominicana con el Reformista Social Cristiano (Balaguer y Bosch presentes en el acto), es imperativo para los tres candidatos que hasta el momento se verán en la competencia cerrada, Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez, lograr a su favor sus respectivas coaliciones que garanticen el mejor desempeño en las urnas.
Ya en el Partido Revolucionario Moderno, que buscará mantenerse en el Palacio Nacional tras su primer triunfo en las elecciones del 2020, ha anunciado que «presentará la mayor alianza» en la historia contemporánea. La mayoría de las organizaciones que acudirían a las urnas de la mano de Abinader están identificadas, pero ha sido la eventual conversación entre el PLD y la Fuerza del Pueblo que genera mayores expectativas, debido a lo fresco que todavía está en la mente de su liderazgo –Fernández y Danilo Medina– el conflicto que significaron las primarias de octubre del 2019.
Para pocos será una novedad que, naturalmente, el partido en el Gobierno logrará la adhesión más significativa por parte de las organizaciones minoritarias o emergentes. Lo propio pudo materializar Danilo Medina en el 2020, y en retrospectiva, también concretizó Leonel Fernández y quizás hasta Hipólito Mejía cuando era Presidente en el 2004. Con la dinámica de las elecciones divididas, las municipales para febrero y las congresuales para mayo (junto a las presidenciales), tanto el PRM como el PLD y la Fuerza del Pueblo se empeñarán en lograr no solo sacar mayoría de puestos electivos, sino también en votos.
Enviar un mensaje de fortaleza electoral es importante, más allá de la percepción, es la realidad para cada una de las organizaciones. Cuando se cuentan los votos, no hay forma de justificarse cuando es menos que lo vaticinado. Todo parece indicar que la Fuerza del Pueblo y el PLD se entenderán en esta ocasión. Están obligados a entenderse, coinciden la mayoría de los analistas que han abordado sus respectivas posibilidades de cara a las elecciones y frente a un Luis Abinader que conserva un posicionamiento favorable en la mayoría de las encuestas. El PRM está consciente que una alianza que le permita al PLD, FP y PRD llevar candidaturas comunes para la primera gran batalla de febrero puede obrar en contra de sus aspiraciones: mostrar músculos para despejarlas dudas de que pueden ganar las presidenciales en primera vuelta.