
La cosa pública
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La cosa pública es el Santo Grial para quienes incursionan en la política o la administración estatal con la única intención de amasar riqueza en un santiamén. Los partidos sirven de trampolín para lanzarse a la arena y acelerar un proceso que alimenta la inspiración de la ciudadanía que nada tiene que perder y lo gana todo de un zarpazo. Ya no es suficiente el buen sueldo que retribuyen posiciones gerenciales en la gran mayoría de las instituciones públicas, salarios que salvo excepciones no se pueden obtener en el sector privado.
¿Qué nos pasa como sociedad? La corrupción empieza a correr por nuestras venas a todos los niveles. No solo cedemos a las tentaciones materiales, claudicamos moralmente cuando un funcionario falla en servir al pueblo para el cual fue designado en un ministerio, en una dirección, en la presidencia de un organismo autónomo. Es desde esas posiciones que la ciudadanía debe percibir que el servidor público es un cargo aspiracional, un ejemplo para una nación con quebrantos institucionales que no terminan de sanar.
El capítulo más reciente de este drama imperecedero es una cortesía de la Cámara de Cuentas, institución que sistemáticamente se coloca en el ojo del huracán arropada por conflictos, polémicas, problemas de toda índole que en el tiempo ha sembrado la incredulidad en la ciudadanía. Quisiéramos creer que no es verdad la denuncia depositada en privado por tres de los cinco integrantes del organismo, tramitada por escrito –se dice que con pruebas irrefutables incluida en un legajo de papeles que prometen alimentar el morbo mediático– nada menos que a través de los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados, Eduardo Estrella y Alfredo Pacheco, respectivamente.
El olor a pólvora es cada vez más fuerte. El silencio y la indiferencia de los dos supuestos involucrados en este thriller made in Dominicana es preocupante. La nebulosa se posó sobre el Congreso Nacional y allí se mantiene, con un grisáceo que anuncia tormentas mientras se produzca la reunión de la comisión permanente de la Cámara de Diputados que convocó a una reunión a los cinco miembros del Pleno de la Cámara de Cuentas. El beneficio de la duda se impone. El presidente de la comisión, diputado del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), Rogelio Alfonso Genao Lanza, tiene en sus manos una papa caliente.
La sociedad no quiere más cuentos. La clase política tiene que mirar hacia adentro. Dejar fuera el clisé de «que no se politice el tema». Que la verdad flote como el buen corcho. Los involucrados en este deprimente episodio deben ser los más interesados en que la verdad os haga libres. El único consenso que debe prevalecer para juzgar a quien delinque moral y materialmente es servir justicia, pura y simple.