Rubby Pérez, mérito de sobra para el Premio Soberano
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El carismático artista Rubby Pérez es uno de los máximos representantes de los años dorados del merengue que tuvo en lo 80 su gran período musical.
Con más de 40 años cantando, con una carrera impecable de puros éxitos y una de las voces más prodigiosas del ritmo vernáculo dominicano, Rubby Pérez, “La voz más alta del merengue”, “El ruiseñor”, pisa fuerte y firme el aforo del Teatro Nacional, para ser homenajeado en toda su trayectoria, durante la 39 edición de Premios Soberano, que otorga la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte).
Este hombre sensible, que sostiene que el merengue le salvó la vida, luego de que un accidente le impidiera convertirse en pelotero profesional, abrió su corazón para conversar con Marivell Contreras y contar anécdotas, hablar de su vida, de los amigos, de la gente que le brindó sus primeras oportunidades, del amor, de la vida y de lo agradecido que se siente por este reconocimiento que se le hace a él en esta oportunidad, y con él, al merengue, buque insignia de la alegría dominicana.
Agradecido como el que más, Rubby recuerda cómo llegó, por coincidencias, o diocidencias, a formar parte de las orquestas de Fernando Villalona y Wilfrido Vargas, lo que aprendió de cada uno de ellos y del cariño y respeto que les guarda a ambos, por lo que han significado en su vida y en su carrera.
Rubby también rememora cómo la providencia jugó a su favor para que grabara o participara en temas como El africano, Volveré, Buscando tus besos, Merecumbé, El funcionario, Un hombre divertido, que se convirtieron grandes en su primera etapa artística se convirtieran en éxito. En fin, que la vida y obra de este virtuoso merenguero están llenas de melodías heredadas de sus padres, abuelas y todo aquel que pasó por su vida y sembró en él ese romanticismo que luego llevó al merengue que, combinado con su potente voz, dieron como resultado una larga lista de éxitos que se bailan con los pies y se sienten en el corazón.
¿De dónde te sale tu fortaleza Rubby?
Mi abuelita fue quien me crió. Me decía que uno tiene que enfrentar la vida con fuerza y con dedicación, que lo que te toque, tienes que enfrentarlo con heroísmo, sea lo que sea, porque la vida es así. Todas las cosas que he tenido que enfrentar, creo que son pruebas de Dios y las he aceptado con mucha gallardía, no me he devuelto, no he no he sentido lástima por mí, sino que he puesto la mejor cara y sigo hacia adelante y desde muy pequeño hasta el día de hoy, sigo haciendo lo mismo.
Leí en una entrevista esa historia que contabas, cuando empezaste a cantar, que fue justo en el hospital Darío Contreras, cuando tuviste el accidente, ¿nos cuentas más?
Sí, en el hospital. Empecé a cantar desde los 4 años, pero yo no sabía, honestamente, yo no le daba valor a eso. Cantaba porque lo sentía. Ya yo había pasado por el coro de la iglesia de mi papá, en Azua. Cuando me pasó el accidente y ya en el Darío Contreras, lo hacía, era como un desahogo. Sentía ese deseo de cantar: sentía que me aliviaba cuando yo lo hacía. Entonces, después, oigo a los muchachos que estaban ahí, que me decían como en forma de relajo: ‘Cántale una canción a fulano’ y yo comenzaba a cantar, en medio de todos los enfermos y los compañeros que tenía en la sala. Nunca imaginé que me iba a servir como medio de vida hoy.
¿Había antecedentes artísticos en tu familia?
Claro, mi abuela cantaba muy bien, mi papá era un barítono increíble y en la familia yo sé, según me ha contado mi abuelita, que su papá, que creo se llamaba Agustín Herrera, cantaba y tocaba acordeón y lo hacía muy bien.
¿Es verdad que eres familia de Michel (El Buenón) y de Benny Sadel?
De Benny, sí. Él era hijo de mi tío Pupito, de Barahona, que luego se radicaron en Tamayo. A Michel también lo crió mi tío Pupito. Benny, caramba, uno de los mejores cantantes de este país.
¿Qué tú crees que tienes de tus padres?
De mi papá tengo el sentido de responsabilidad muy desarrollado, también la disciplina y de mi mamá, la ternura, lo bohemio.
Mi mamá también cantaba. Ella y mi abuela cantaban Dos corazones heridos y también escuchaba a mi mamá cantando Te odio y te quiero, que luego la grabé a tiempo de merengue, pero nunca le pregunté si se la dedicaba a mi papá, ni me atreví a preguntar a ninguno de los dos, para que no se me pegara mi ‘pecozá’ [risa].
¿La música fue que te sanó y de qué te salvó?
Después de Dios, la música. Él puso ese instrumento en mí, para que yo sintiera ese deseo de vivir. Porque yo creía, que como se me había ido ya la oportunidad de ser pelotero, que se me había terminado todo. No tenía deseos de vivir”. Y varias veces intenté quitarme la vida, pero gracias a Dios, vino la música.
Tú no empezaste con Wilfrido, primero fue con Fernando en Los hijos del Rey, ¿cómo se dio?
Yo tuve oportunidades que se dan pocas veces en la vida. Cuando entré a la orquesta de Fernando, fue porque Raulín Rosendo se había ido y había que hacer el coro del tema La tuerca. Entonces, Fernando dijo por televisión: ‘Si hay alguien que puede hacer este coro que venga’. Y yo llegué en ese momento. En el caso de la orquesta de Wilfrido, se iban Sandy Reyes, mi amigo Miguelito y Jorge Villamán y el maestro le dijo a Cholo Brenes si él le podía prestar a un cantante para ir a una presentación en Guaynabo, en Puerto Rico y ahí fue que entré.
Las cosas de la vida son así. Cuando formo mi orquesta, no fue por decisión mía tampoco. Wilfrido hizo una contrastación con una compañía de Venezuela y yo estaba firmado con Karen Récord, a la hora de esas negociaciones, yo no podía grabar más con Wilfrido y Bienvenido Rodríguez le dijo: ‘Si tú te vas, yo me quedo con el cantante’.
Quiero que me digas ¿Qué aprendiste de esa experiencia, trabajando con Fernando Villalona?
Fernando, para mí, fue algo muy grande. Fue más que un hermano mayor. Me protegió de todo y de todos. Hasta de él mismo. Me protegía más que a sus hermanos. Y eso, yo no lo voy a olvidar nunca. Me quedaba admirado porque para mí, Fernando era uno de los mejores boleristas que tenía el país. Tiene una voz media, tan dulce y una voz baja tan dulce, como ningún otro cantante la tenía. Yo lo miraba cantar y trataba de aprender lo que él hacía en la tarima y eso me ayudó muchísimo.
Wilfrido, ¿qué te enseñó?
La determinación, la entereza, la disciplina. Todo eso me lo enseñó Wilfrido. Cuando llegué a la orquesta, tenía miedo y él me provocaba y hasta un día me dijo que me iba a botar de la orquesta, porque yo no le daba las notas que él pensaba que yo le daba y eso fue una provocación, porque él quería sacar lo mejor de mí.
El tema “El africano”, puso de rodillas al mundo, ¿Cómo se dio?
Otra coincidencia más. Llegamos a Colombia, mi primer viaje con Wilfrido a ese país, en febrero del 1982, ese tema se escuchaba por todos lados, porque era el tema de los carnavales de Barranquilla. Entonces Wilfrido me dice: ‘Oye, esa vaina. ¿Tú lo estás oyendo?’. Y digo: ‘Sí’. Y me dice: ‘Apréndetelo, que lo vamos a grabar mañana’. Y yo dije: ‘¿Cómo voy a grabar eso, si es una mujer que lo está cantando?’. Y me dijo: ‘No, tú lo vas a cantar mañana’. Y se grabó y eso fue una cosa increíble.
Es que Dios te ha llevado de la mano. Todo este tiempo.
Dios nunca me ha abandonado.
Tú que pasas de bolerista a merenguero ¿Qué ha sido el merengue para ti? ¿Qué ha hecho el merengue en tu vida?
El merengue ha sido mi salvación. Primero, ha sido el medio de sustento de mi familia. Cualitativamente, mi vida. Mi corazón late como el bajo, como suena la tambora. Como el chirrido de la güira. El merengue es mi sentir. Es cada nota del himno nacional, cada latido de mi vida es el merengue para mí.
Huchi Lora dice que el merengue prolonga la vida y la llena de alegría. Que el merengue es la alegría del dominicano.
Así es. La alegría del dominicano. El merengue es como si fuera la corbata del traje, la bandera de este país. Por eso a mí me duele cuando lo maltratan…
Pero inclusive, yo digo, que el merengue está en un excelente momento. Creo también que ese trabajo que están haciendo los muchachos que se han apoderado del merengue como: Many, como Techy, como Gabriel, o sea, es una manera realmente de reconectar el merengue con la juventud de una manera muy bonita también.
Dicen que al merengue hay que conectarlo con la juventud, y yo analizo, al vallenato. No se le ha hecho nada para conectarlo con la juventud. En la juventud lo ha asimilado. Porque el país se ha encargado de que sus jóvenes conozcan sus raíces. El merengue no necesita nada, solamente que haya buenos dominicanos.
Pero tampoco hay una política relacionada con la difusión, ni nada relacionado con el merengue.
El merengue está vivo porque es demasiado fuerte porque nadie puede con él.
¿Los merengueros han llegado más lejos y se han mantenido más alto que los peloteros?
Pues, claro. La historia de los peloteros dura dos días. El merenguero, no. Johnny Ventura estuvo cantando hasta los 80 y pico, Joseíto Mateo, Fefita La Grande y todos. El merengue da vida. Por eso es que Huchi dice que el merengue da vida y da alegría.
¿Cuántos años tienes?
67.
Wow, pero no se nota para nada.
Es que el merengue da juventud [risas].
¿Cómo te has sentido con este Soberano al Mérito que te entrega Acroarte, para honrar tus aportes a la música?
Lo recibo con toda la humildad posible. Yo paré una gira que tenía entre Puerto Rico y Estados Unidos para estar aquí y poder asistir esa noche y sentarme a ver todo lo que va a pasar con ese espectáculo que van a hacer y de verdad que me siento feliz, me siento muy bien. Yo siempre había dicho que las dimensiones, los elogios y la amistad nunca se buscan por obligación, se reciben. Entonces, a mí me tocó recibirlo y humildemente voy a estar ahí, para disfrutar.
Finalmente, sabemos que han sido tiempos difíciles para ti, perder a tu compañera, pero nos gustaría dejar cómo has estado, lo que ella significó para ti. Lo que te entregó con su vida y con su compañía.
Creo que fue un regalo que Dios me dio. Ella me enseñó todo lo que sé: a ser hombre, a ser padre, a ser amigo, a ser hijo, hermano; porque ella era como miel de abeja en mi vida.
Ella me tranquilizaba. Cuando yo oía la palabra: Robertooo. Ya yo sabía que ella me quería decir tranquilízate. Con su partida se fueron muchas cosas de mi vida, se fue parte de mi alegría, por no decir toda. Se fue como ese deseo de estar viva, de seguir adelante, de enfrentar la vida. Tengo que sacar de abajo, porque tengo mucha gente que depende de mí.
Esa noche va a ser muy especial para mí, porque muchas veces ella me decía: “¿Por qué no te entregan un premio, cuando el trabajo que tú haces es excepcional? Y yo le decía, tranquila, que algún día me reconocerán y ella me decía: ´Me voy a morir y no voy a ver eso’. Así fue. Se murió y no lo vio, pero yo creo que ella va a estar conmigo esa noche”.
*Texto escrito con la colaboración de Francis Mesa.