Populismo
Comparte Este Artículo
A lo largo de la historia política dominicana, el populismo ha sido y es la herramienta que ha caracterizado a los políticos del patio. Un utensilio de primera mano en países como el nuestro, a lo largo y ancho del continente, con marcadas diferencias sociales y con gobiernos que se han alimentado de ese populismo para vociferar lo que muchos quieren escuchar aunque no se cumpla.
Ese «populismo» en franco crecimiento desde hace unos años también en Estados Unidos y Europa ayudó a la coronación de Donald Trump cuando ganó la presidencia. Mientras, por citar un ejemplo, en Italia ayudó al populista Movimiento Cinco Estrellas y la antiinmigrante Liga, los más votados en las últimas elecciones.
En ciencias políticas, populismo es la idea de que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: «El verdadero pueblo» y la «elite corrupta», explica Cas Mudde, autor de Populismo: una muy breve introducción. Pero el término es a menudo empleado como un insulto a gobiernos y políticos. Por citar otro ejemplo distante a nosotros, en Reino Unido el líder laborista, Jeremy Corbyn, fue acusado de populista por causa del lema de su partido «para la mayoría, no unos pocos».
Lo interesante de este asunto en que el concepto de partido populista puede ubicarse en cualquier lado, ya sea derechas o izquierdas. No hay distinción en ese sentido, aunque algunos expertos políticos dicen que el populismo se tiende un poco más a la derecha. La profesora Nadia Urbinati, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, dijo «un líder populista que llega al poder está obligado a estar permanentemente en campaña para convencer a los suyos de que no es ni será el establishment». Y eso es precisamente, en lo que vivimos nosotros en esta isla desde siempre.
Un ejemplo de esto fue el propio Hugo Chávez, quien decía: «Yo exijo lealtad absoluta, porque yo no soy yo, no soy un individuo, yo soy el pueblo». Y así dejó y esta Venezuela, sumida en una hecatombe económica y social arrastrada desde hace años.
En ese sentido, el gobernante que llega a Palacio, sea del partido que sea, está imbuido en un populismo antes y durante todos los años de gobierno que le toque dirigir a la nación. Obviamente, algunos políticos abusan de ese manoseado recurso y basan toda su estrategia de campaña en el mismo. El populismo es la herramienta para gobernar a la gran mayoría de la población ahogada en situaciones sociales, económicas y políticas, más aún en un país que no tiene resueltos sus principales servicios públicos y los precios de la canasta aumentan cada día. Con eso juegan.
El gobierno actual del Partido Revolucionario Moderno no es la excepción. Su lema el «cambio» caen en populismo, a sabiendas de que no son ese anhelado cambio que todos deseamos, salvo en dos aspectos. Pero cuidado, aprendamos a diferenciar populismo, de la otrora practica local, el clientelismo de «muñecas y bicicletas», pan y salami, tarjetas de dinero, funditas, etc… Las promesas, reitero, y lo que el pueblo quiere escuchar es populismo.
Los resultados de ese populismo son conocidos en nuestra sociedad: alta popularidad temporal de quien lo ejerce y daños colaterales permanentes a la economía de cualquier país. Por ende, el ejercicio de hacer política no se basa en debatir y compartir lineamientos sino en destruir la reputación de aquel que amenaza con «robar» el trono. Ese populismo en nuestra parcela se practica no solo desde el Palacio Nacional, sino también desde el Congreso Nacional y en distintos ministerios. Es un bombardeo constante de prácticas populistas.
En definitiva, todos, con más o menos culpa, hemos alimentado ese monstruo que tanto daño no has hecho como sociedad. Y por tal razón, los políticos aplican el populismo como una técnica de ganar votos y adeptos en un país de corte presidencialista, de las promesas eternas y con esto juegan al despiste con nosotros.