
Pobre oferta electoral
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El panorama político en la gran mayoría de países de la región y del otro lado del Atlántico es realmente de pena. Los populismos, clientelismo tan nuestro en Latinoamérica aún es el estandarte para medir el grado popular de un determinado candidato. Si construye o no obras de infraestructura, si regala dinero, subvenciona servicios o simplemente continúa las malas prácticas del pasado. Salvo excepciones como Nicaragua, Venezuela, Cuba que viven bajo dictaduras que agudizan la agonía de sus ciudadanos y los empuja a un exilio feroz. Venezuela es una «democracia» pero vestida de dictadura.
El caso, por ejemplo, de El Salvador, comandado por Nayib Bukele, al que muchos tachan de «pichón de dictador» puede evaluarse de distintas formas. El Salvador es un país que ha vivido largas décadas hundida en la sangre de su ciudadanía en manos de bandas de maras. Bukele, conservador en muchas situaciones, decidió actuar con vehemencia, apresar a todos esos asesinos, delincuentes, crear una cárcel para que quepan todos bajo un «régimen de excepción» en el que las autoridades pueden apresar a cualquier transeúnte que encuentre o le parezca sospechoso sin garantías legales.
Y es ahí donde Bukele, es denunciado por periodistas, medios y organizaciones de derechos humanos. Sí, al Presidente de El Salvador no le gusta que hablen mal de él. Ser duro era la única opción para «terminar» con la fatídica violencia, una violencia atroz que se ha llevado miles y miles de vida sin distinción. La violencia disminuyó significativamente en ese pequeño país desde que Bukele enfrentó a estas bandas. Basta investigar y conocer lo que han sido y son estas bandas repletas de asesinos para uno imaginarse el nivel de locura que poseen e instauraron en ese país. Y con todo eso, Bukele tiene mayoría popular en ese país.
El caso de Nicaragua, en el que Daniel Ortega es el único que tiene derecho a «ganar» elecciones, vive desde hace años bajo un régimen dictatorial que ha aniquilado a los demás poderes del Estado. Ortega, junto a su terrible esposa Rosario Murillo, son los dueños de facto de Nicaragua. Controlan todo, incluso ese otro poder que es la Iglesia. Ambos, dieron orden de apresamiento contra periodistas, legisladores, curas y las alcaldías de casi todo el país. Tienen por supuesto, la justicia y el Congreso bajo su poderío. En el año 2021 Ortega, inició su quinto mandato presidencial bajo fuertes críticas de organismos internacionales, calificando ese último proceso como «antidemocrático, ilegítimo y sin credibilidad». Una pantomima como bien dijo el presidente norteamericano Joe Biden. Con todo y esto, Daniel Ortega continúa con Nicaragua en un puño y hasta quitó la nacionalidad a un centenar de intelectuales y artistas.
Por su parte en Estados Unidos, solo hay dos bandos a los que aferrarse desde siempre y últimamente los candidatos que salen del ala republicana y demócrata no son lo mejor. Muchos no vislumbran un sucesor digno de Biden, y éste se aferra a una reelección muy cuestionada por su edad y su visible falta de enunciados y olvido en ciertos temas. En el ala republicana todos quieren un cambio, un candidato fresco que a lo interno luche contra el trumpismo y que tenga carisma. Recientemente Ron de Santis, lanzó su candidatura a la Casa Blanca.
Nosotros, en República Dominicana nos debatimos entre prostituidos y desgastados partidos que solo saben ejercer el populismo. Nos encontramos en un año pre-electoral como sucede en muchos países y somos testigos del poco entusiasmo y carencia de buenos candidatos. El líder de la Fuerza del Pueblo, Leonel Fernández, insiste en regresar al poder luego de 12 años. No le alcanzó el tiempo para cargar el país en una maleta. El Presidente Abinader aun no afirma su reelección pero es probable que continúe. El PLD un muerto en vida necesita aires de renovación interna y líderes nuevos, no Abel Martínez. Los demás partidos, bisagras y cobradores de la JCE, como los mayoritarios.