
Partidos políticos como soporte de la democracia ¿pero cuál?
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Los partidos políticos coexisten para estimular la intervención de la ciudadanía en los trabajos gubernamentales, participación que se promueve en la búsqueda de conquistar posiciones públicas, tanto en el poder Ejecutivo, como Legislativo y municipal, así como en la formación política de sus líderes y militantes.
Con su trabajo, estas organizaciones políticas buscan colocar en la administración pública a la «mejor representación» de su membresía en la dirección del Estado para, desde esa posición, ejercer el poder y lograr los objetivos del partido, tales como: mejorar las políticas públicas, promover leyes que favorezcan la colectividad y tomar otras decisiones gubernamentales implementándolas para obtener la estabilidad política, económica y social que necesita un país.
Estos aspectos fortalecen la democracia, en el entendido de que los partidos que fungen como aparatos que están integrados por líderes que buscan personas que apoyen sus propuestas o programas de trabajo. A su vez, asumen la responsabilidad de formar a sus miembros para cuando tengan que administrar el Estado dominicano, lo hagan como verdaderos servidores públicos por el bien común, la estabilidad del país y para el desarrollo de la democracia.
Cuando hablo del rol que deben jugar los partidos políticos, se desprenden dos aspectos fundamentales que debo analizar. Por un lado, el partido es visto como una herramienta y por otro es valorado como un ente de equilibrio que busca un bien común; pero me pregunto, ¿Realmente es el papel que juegan los partidos en la República Dominicana? Si este fuese el caso, podría vaticinarse su éxito. Porque tal y como lo define Sartori: «Cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial que se presenta a elecciones, y que puede sacar en elecciones (libres o no) candidatos a los cargos públicos» (Santori. 1976: 89), es un partido.
Sin embargo, la imagen de los partidos peligra y los resultados que alcanzan en los procesos electorales son cada vez más pírricos, pese al papel que juegan al servicio de la sociedad.
Uno se pregunta ¿Qué está pasando con los partidos políticos que son «supuestamente» el soporte de la democracia? y vuelve a preguntarse sobre su función social; ¿Cómo el ciudadano contribuyente se beneficia de la democracia que aportan todos esos partidos «minúsculos» que existen? ¿O es que acaso únicamente saben vivir y beneficiarse del dinero que aportamos los contribuyentes?
Esa representación instrumental de los partidos y su demanda de «construir una mejor y más justa sociedad», como dicen querer hacer en sus discursos para conseguir adeptos, si en las prácticas concordaran más esas ideas, en las contiendas electorales tendría mejores resultados; y no lo opuesto como sucedió el pasado proceso electoral del año 2020, cuando apenas siete organizaciones políticas obtuvieron más del uno porciento del voto de los ciudadanos dominicanos.
Estos resultados electorales de las elecciones del año 2020, nos muestran varios aspectos que paso a presentar: primero, en el país no existe la necesidad de que concurran tantos partidos políticos: nos sale muy cara la democracia; segundo, esta cantidad de partidos políticos únicamente sirven de bisagra a los dos partidos mayoritarios existentes, para poder conservar su personería jurídica y seguir recibiendo una parte del pastel, es decir, el financiamiento público; tercero, es que nuestro sistema político es mucho más penetrable a la influencia de los grupos de interés o poder que a la voluntad de la mayoría y cuarto, esa indolencia dañina que envuelva a la dirigencia de los partidos los hace revertir el propósito que pregonan «trabajar por el bien común» a luchar por ellos mismos, delegando de lado ese bien común, por el interés individual.