
Paciencia, todo llega
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Escuché el otro Julio Martínez Pozo, uno de los analistas políticos más agudos de estos tiempos, decir que estamos en la «era de la ñoñería política». Y parecía que sus palabras iban en serio, que llegó a esa conclusión a partir de una reflexión fundamentada en los episodios que no son una novedad en el ejercicio del oficio en este país, pero que indudablemente se viene acentuando en los últimos procesos electorales.
La «ñoñería» a que hacía referencia el coordinador de «El sol de la mañana» no es más que la reacción de aquellos políticos que no canalizan sus emociones, eso que los especialistas denominan inteligencia emocional, y que de buenas a primeras, les coloca en una disyuntiva profesional que –al calor de esas emociones– toman decisiones que inciden de manera negativa en su futuro a largo plazo.
Parte de esa gran cantidad de políticos que saltaron de un partido a otro, como viene provocando la ola del transfuguismo persistente, en muchos casos está estrechamente vinculado con las apetencias personales, proyectos que se construyen sobre la base de un interés particular, que se desmorona de un plumazo cuando la dirigencia que toma decisiones decide ir por un camino diferente.
Esa «ñonería» se seguirá imponiendo en este proceso en el cual concluyen, por ejemplo, tres partidos de oposición que han sellado el inicio de un acuerdo de alianza que indudablemente seguirá ampliándose a medida que se vayan aclarando las aguas. Ponerse de acuerdo con la boleta más compleja, en el caso del nivel municipal, debido a la gran cantidad de posiciones que están en juego, es una tarea sumamente delicada, para la cual se requiere pensar en frío cualquier decisión que pudiera poner en peligro el proyecto general que abraza una organización política. Es decir, la candidatura presidencial.
Falta un gran trecho por recorrer y por resolver. Mientras se avance, irán cayendo soldados –inevitablemente, como sucede en toda guerra– que pudieran asumir con resignación su nueva coyuntura particular, para trabajar por el proyecto general, o partirán a una nueva organización que también le abrirá los brazos para mantener viva la narrativa que sustenta el ataque constante a esta alianza en ciernes.
La «ñonería» política se manifiesta con mayor contundencia en las nuevas generaciones. En el político joven que se cree merecedor del todo, aún cuando se sabe que una candidatura en cualquiera de las demarcaciones de mayor importancia electoral, dígase una alcaldía o una senaduría, requiere de un trabajo consistente, que transite en el tiempo, ir labrando el camino que puedo dirigirlo a puerto firme, gracias a la persistencia. Es un reconocimiento y la validez que sabe conceder el elector cuando reconoce esa bondad en una figura política.
De ahí viene la frase «es el candidato natural». Cuando alguien se gana ese derecho, y el momento es apreciable sin necesidad de forzar las circunstancias. Aprender a identificar esas coyunturas solo se puede lograr con el tiempo, con la experiencia que se gana en el ruedo, batiendo el cobre. Perder esas oportunidades, dejar pasar, es más conveniente que volver a las urnas y que cuenten los votos para perder dos veces. Paciencia no es una cualidad muy presente en esa nueva generación de políticos que emerge en estos tiempos. Resulta sumamente difícil poder construir un partido con base sólida, que resista el paso del tiempo y pueda tener vocación de poder, cuando quienes están llamados a ir detrás de los que van concluyendo su ciclo, van de un lado a otro con una facilidad que espanta.