La política de la inconformidad
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Los pronósticos se desmoronan. Como castillos en la arena, se precipitan al infinito de lo irracional. Todo eso en el campo de la política. «Sergio Massa contiene la ola ultra», tituló Federico Rivas Molina en El País de España. Lejos de los resultados que vaticinaban las encuestas, el peronismo se impuso en las elecciones celebradas en Argentina el domingo pasado. Cayó estrepitosamente el ultraderechista Javier Milei, que perdió ganándose un puesto para la segunda vuelta.
La credibilidad de las encuestas, vale decir que –¿injustamente?– lo mismo va para las empresas que las ejecutan y también quizás la misma clase política, está cada vez más en tela de juicio. Los políticos ya no creen ni en sí mismo. Las primarias abiertas y simultáneas de octubre del 2019 dejaron un sabor amarguísimo que todavía se siente en boca. Las secuelas, cuatro años después, siguen dando coletazos.
Y digo que los políticos no se creen sus propias mentiras, porque conocen el accionar del sistema, mas hacia dentro que por acá afuera. Rendir el peso, los recursos que por ley debe distribuir entre el sistema de partido, favoreció la implementación de encuestas para elegir la mayoría de las candidaturas a todos los niveles: municipal, congresual y senatorial.
Los partidos Revolucionario Moderno, de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo –a la espera de cómo se manifestará el cuerpo perredeísta cuando se den a conocer sus candidaturas– apostaron en gran medida a la encuesta para estructurar sus boletas. Como era de esperarse, hay casos y cosas. De un extremo a otro, de izquierda a derecha, se escuchan las voces de inconformidad entre los actores mediáticamente mas visibles que, de manera inesperada, no lograron rebasar el rasero de la voluntad de los «encuestados».
Mientras a cuenta gota se van develando los resultados, se revelan, unos con más rabia que otros, los aspirantes que verán correr desde otros ámbitos a sus compañeros que medirán fuerzas en las urnas el domingo 18 de febrero y el 19 de mayo del 2024. Toda esta irracionalidad numérica alimenta el fenómeno del transfuguismo. Del PRM se van a la Fuerza del Pueblo, del PLD se van al PRM o a la FP y hasta el PRD recibe con fanfarria –episodio casi inaudito de estos tiempos– hasta senadores o alcaldes que parten disgustados desde las filas del partido en el Gobierno, para asentarse en la oposición hambrienta de poder.
La política está de pies arriba. Las campañas provocan olas difíciles de contener que van en franco ascenso a medida que se acercan las elecciones. Poco falta para que cierre este proceso de la conformación de las boletas, que atrás va dejando víctimas inconformes como sucede cada cuatro años.