
Ocho gestos y posturas corporales que el político debe evitar
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La comunicación encierra esos mensajes persuasivos que intentan convencer y ya no sólo mediante la palabra, sino también de símbolos, gestos y formas propias de elaborar los mensajes.
Es necesario interpretar un acto de comunicación considerando ambos lenguajes: el verbal y el no verbal. Ahora bien, es cierto que las señales y gestos envían mensajes especiales que pudieran generar cambios en la comprensión de las expresiones orales.
No se disocian en ningún momento los procesos; concomitantemente con las palabras todas las partes del cuerpo emiten significados. La postura, la vestimenta, los sonidos, los movimientos y otros elementos son estímulos para que el perceptor decodifique lo visto y escuchado. Es innegable la dependencia mutua entre la comunicación verbal y la no verbal.
El comportamiento no verbal puede acentuar la información, modificarla o incluso, a veces, anular su significado, convirtiéndose en una metacomunicación. Este surge con tal espontaneidad que no deja lugar a la mentira, pues escapa a la voluntad consciente de la persona.
Desde la irrupción de la comunicación audiovisual, ya no es tan importante qué se dice, sino cómo se dice. Entre los múltiples gestos, posturas corporales y expresiones faciales que un político debe evitar en su comunicación, están:
–Cruce de brazos: generalmente denota necesidad y deseos de protección. Es típico de quien está a la defensiva y experimenta inseguridad.
–Manos en los bolsillos: está asociado con el deseo de esconder algo, con falta de implicación en la conversación y de sinceridad. Crea una barrera protectora.
–Frotarse la nariz: suele suceder cuando la persona se dispone a mentir o a juzgar, y es porque al decir mentiras se liberan catecolaminas, sustancias que inflaman los tejidos internos de la nariz y producen picor.
–Saludo con las palmas de las manos hacia abajo: describe a quien desea demostrar superioridad y que está tan supuestamente seguro de sí, que devela prepotencia y soberbia.
–Pestañar sin cesar: no es por tener una pestaña en el ojo, aunque puede darse y uno lo confirma por otros registros faciales; se trata de un movimiento que hace para bloquear la visión de quien se tiene al frente, ya sea por aburrimiento o por desconfianza.
–Señalar con el índice: es un gesto agresivo y violento. Se percibe como irrespetuoso, amenazador y desafiante. Provoca enojo y pone a la defensiva al interlocutor, pues pudiera sentirse atacado, acusado, etc.
–Desviar la mirada: mirar a los ojos se considera fundamental dentro de las expresiones de respeto, empatía y sinceridad, evitando que sea por encima del hombro, de los lentes, etc.
–Sonreír con los labios apretados: se asocia con una tensión, rechazo y pocos deseos de compartir las emociones que se experimentan. La sonrisa sincera hace mostrar los dientes y conlleva unos movimientos faciales que la reafirman.
El ser humano tiene un mecanismo innato que le empuja a expresarse en armonía, con todo su ser y que la congruencia dota a la comunicación de credibilidad, la multiplica, la potencia; en cambio, la ausencia de concordancia en los lenguajes produce desconfianza en el receptor. La no verbalidad da mayor capacidad al receptor para entender el mensaje, puesto que llega a veces a donde las palabras no.
Siempre es preciso recordar a Daniel Goleman, analizando la inteligencia emocional, cuando concluye que incluso en el caso de que exista una aparente contradicción entre lo que se dice con palabras y lo que se expresa con gestos o con tono de voz, será la «verdad emocional», es decir, la que se transmite por causes no verbales, la que prevalecerá.