
Necesitamos más democracia
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Hay quienes parece no se habitúan a vivir en democracia. Quizás porque en nuestro ADN hay demasiado información de un tiempo que apenas ha quedado atrás hace unas cuantas décadas, en que el poder estaba por encima de las leyes, y «la Constitución era un pedazo de papel».
Desaparecidas la tiranía trujillista y la dictadura balaguerista, se suponía que nuestra sociedad diera pasos gigantes para dejar atrás la cultura del desconocimiento de los derechos ciudadanos. De hecho, avanzamos. Pero pareciera que no lo suficiente.
La mayoría de los gobiernos que se sucedieron desde 1978 han violentado en mayor o menor medida las leyes y la Constitución, sin que por ello haya habido consecuencias.
El diálogo entre gobierno y ciudadanos, que es una de las herramientas clave de la democracia para garantizar la cosecución de objetivos comunes, se convirtió en una manera efectiva de hacer negocios, y por supuesto, generó cambios en el estatus económico en muchos, afectando negativamente la confianza de la ciudadanía en sus representantes, y de paso, dejando a los ciudadanos sin voceros confiables.
Por otro lado, la violación de los derechos humanos ha sido otro aspecto que de alguna manera ha mutado y sobrevivido, agazapada en muchas instituciones del Estado, especialmente las destinadas a garantizar el orden público. Bajo etiquetas como «comisión investigadora», «intercambio de disparos» o «traslado de la dotación», se han cubierto con el manto oscuro de la impunidad aberrantes crímenes y abusos contra ciudadanos.
Y podríamos seguir enumerando ejemplos de comportamientos antidemocráticos que han sobrevivido en nuestra democracia.
Quizás fruto de esas prácticas violatorias desde los estamentos del poder, muchos ciudadanos han perdido la fe en instituciones fundamentales, especialmente del gobierno, y en los partidos políticos, pero peor aún, ha crecido el número de personas que abiertamente justifican la violación a derechos garantizados en nuestra Carta Magna y demás leyes adjetivas.
Debía preocupar el surgimiento de grupos que propugnan por el desconocimiento de derechos tan básicos como el de las manifestaciones culturales, de minorías como las mujeres y sectores vulnerables de la población.
Como un fallo de la democracia, crece una tendencia, de manera descarada, al discurso de odio y a la violencia como mecanismos para imponer ideas.
Por suerte, la medicina a estos males existe. Y está al alcance. Se llama Más Democracia. Con ella podremos encaminar esta sociedad por tránsito armonioso hacia el desarrollo. Solo necesita de una cosa: voluntad política. [Ilustración: Carmen Vivas/revolucion3octubre.com]