
Escisión colorá
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Joaquín Balaguer, en su concepción caudillista de la política, ejerció un liderazgo en el que el relevo no estaba entre sus propósitos.
Un poco herencia de la cultura de la dictadura trujillista, otro poco de su personalidad, no le agradaban los liderazgos alternos. Veía en ellos la amenaza a su idea de entronización y permanencia en el poder.
Con su desaparición física, también desapareció la poderosa estructura electoral que representaba el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).
El Pacto por la Democracia en el que le endosó su apoyo a la candidatura del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y su candidato a la Presidencia, Leonel Fernández, fue un golpe demoledor a las aspiraciones y posibilidades de un José Francisco Peña Gómez que había ganado la primera vuelta de las elecciones de mayo de 1996. Pero lo fue también contra el emergente liderazgo de Jacinto Peynado, un político y empresario con abolengo, que le había desafiado dentro del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y de alguna manera impuesto su candidatura presidencia por ese partido en ese mismo proceso electoral, y al que, por supuesto, el caudillo no apoyó.
Esa decisión de Balaguer perfiló, en grado fundamental, lo que ha devenido en ser el PRSC y el tipo de «liderazgo» que hemos conocido en los últimos 26 años en ese partido.
El Partido Reformista perdió desde entonces la vocación de poder, entendido desde la óptica de opción gananciosa de la Presidencia de la República. Ese partido no ha parado en su proceso de atomización. Poco a poco se han sucedido desprendimientos, por lo general relacionados a las luchas internas de cara a negociaciones electorales, y el control de esas negociaciones, siendo la escisión de Fernando Álvarez Bogaert, en 1994, la única que tuvo razones ideológicas.
La atomización de los coloraos tuvo impactos severos, como el de 2006, cuando por un lado un importante grupo de dirigentes de esa organización se alió al Partido Revolucionario Dominicano, y por el otro lado, el ex senador por San Francisco de Macorís, Amílcar Romero, se fue con un grupo para fundar el Partido Reformista Popular, aliado al PLD.
Para entonces, el PRSC había pasado a ser un partido cuya votación ya solo serviría como mercancía electoral, un porcentaje en descenso que tenía valor para completar el 50+1 necesario para ganar la Presidencia.
Eduardo Estrella se marcharía poco después, y fundaría el Movimiento Dominicanos X el Cambio, luego de perder la nominación presidencial frente a Amable Aristy Castro, quien a su vez, en 2015 haría lo propio, fundando el Partido Reformista Liberal (PRL).
La historia de escisiones del PRSC no ceja. Con cada proceso electoral pierde muelas en su dentadura. Y por supuesto, de cara al 2024, no es diferente.
Varios grupos a lo interno se disputan el control del partido. La Asamblea Nacional Ordinaria del 30 de octubre pasado, en la que debían elegirse las nuevas autoridades, fue suspendida. Uno de los grupos se retiró, rompiendo el quorum, bajo el alegato de que el sector de Federico –Quique– Antún impidió la inscripción de Eddy Alcántara para aspirar a la presidencia del partido.
El pasado domingo 27 de noviembre, un grupo de dirigentes reformistas encabezado por Héctor Rodríguez Pimentel, Osiris de León y Ricardo Espaillat, abandonó esa organización y de inmediato anunciaron que formarían el Partido Renovador Reformista (PRR), mientras, el sector de Quique Antún y Rogelio Genao, quedan como dueños de la franquicia, el primero reelecto presidente, el segundo, vicepresidente. ¿Ahí termina todo? Lo dudo.