
Los fantasmas de la dictadura
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Ramfis Domínguez Trujillo ya tiene partido. El nieto del dictador que gobernó con mano férrea y violenta la República Dominicana desde el 1930 a 1961 logró un paso importante en sus obsesivas aspiraciones políticas. El nombre de su formación suena y sabe a ironía: Partido Esperanza Democrática. Las andanzas del nietísimo –por aquello del mote Generalisímo con el que se autoidentificaba su abuelo– van causando un ruido ensordecedor a su confiado paso por la política nacional.
Hay sobradas razones históricas para que muchos reaccionaran con estupor al reconocimiento que, con sobradas razones legales, otorgó el Pleno de la Junta Central Electoral. Trujillo, el sátrapa, aún permanece latente en la mente de la gente. Nostalgia negativa que sabe muy amarga, recuerdos inolvidables de una tiranía aún «viva» en el pensar de aquellos que dicen con orgullo y determinación: «Aquí hace falta un Trujillo». Es quizás ese espíritu que alimenta las aspiraciones de Ramfis, en estos impredecibles tiempos del populismo, la polarización y la posverdad, como sostiene el intelectual y escritor venezolano Moisés Naím.
Con el Partido Esperanza Democrática, Ramfis ya anda en República Dominicana amedrentando a periodistas y comunicadores. La impecable tribuna que domina en el calcinante círculo de las redes sociales reaccionó estupefacta y quizás por ello, forzaron a que predominara la sensatez en el pujante político de la estirpe trujillista. Lo que anunció como su primer gran enfrentamiento mediático-judicial, solo alcanzó para lo primero y lo segundo fue a parar al baúl de los olvidos. Ramfis se sabe con una base de seguidores más numerosa de lo que la mayoría atribuye. Cuando no tenía partido, su nombre aparecía entre los presidenciales como el que más por encima de todo el resto de las formaciones minoritarias.
En la diáspora, tiene una ferviente legión de legionarios: gente que jura y perjura «que en RD hace falta un Presidente made in Trujillo». Lo dicen desde allá, a lo lejos, donde quizás no volverán más que a vacacionar. Si acaso. Ramfis Domínguez Trujillo, el nietísimo, ya cuenta con el poder político que supone tener reconocimiento por parte del organismo electoral. Mañana, dentro de poco, recibirá financiamiento a partir de los impuestos de la ciudadanía. ¡Vaya ironía! Del dinero que cada vez alcanza menos, un Trujillo empezará a colectar del néctar que mueve los votos.
Es cierto que el populismo ha existido siempre, como recuerda Naím, pero solo en estos días se había combinado «con fuerzas tan potentes como la postverdad, las plataformas tecnológicas o el grado de fragmentación» que produce esa polarización. Es la brecha por la que se asomó hace tan solo unos años el nieto del dictador Rafael Leónidas Trujillo, con la intención de obtener lo que hace poco consiguió con una normalidad que espanta. Mientras, espantemos los fantasmas de la dictadura y oremos por el porvenir.